Vengo de un mundo antiguo, de personas honestas en el que la palabra dada vale más que una letra de cambio avalada por un banco. De un mundo en el que las personas se levantan temprano, mucho antes de la salida del Sol y andan cada día a partirse el espinazo “birbant serreig” (arrancar malas hierbas del arroz) , llueva o nieve, haga frío o calor para arrancar a la tierra el sustento de sus familias con un producto que les cuesta la salud pero que nunca llega a conseguir el verdadero precio que merece el esfuerzo. Vengo de un mundo de personas embarcadas al amanecer, en el frío del mar muchas veces áspero y nada placentero. Ese frío húmedo que te cala las entrañas y que nadie que no lo haya vivido sabrá describir pero que se ha de pasar para poder sacar unas redes, unos “tresmalls” (tipo de red de pesca muy usada en Valencia) llenos con los que poder alimentar a la prole. Un mundo y unos tiempos de gente dura, sincera en el que el caballo o la mula eran un miembro más de la familia y su muerte era amargamente llorada porque podía suponer un invierno de miseria.
Llámame viejo, quizá lo sea de alma, pero haber vivido esto, haber escuchado tantas historias de mis mayores puede que me de una visión un poco especial del vodevil que están siguiendo nuestros políticos estos días con eso de salir corriendo al medio rural a hacerse una foto con alguna vaca como fotocall, con la excusa de los comentarios del Ministro de Consumo y aprovechando que se acercan las urnas en Castilla León. Por lo visto cualquier cosa es buena para montar el teatrillo y conseguir una imagen que venda porque no se trata nada más que de eso.
¿Sabes en que se puede distinguir a los que saben dónde se meten de los que simplemente se acercan para la foto? Decían los viejos que no, la diferencia no siempre está en las manos porque puede que alguien no haya trabajado la tierra pero sea labrador, porque conoce y sabe respetar el trabajo de sus antepasados, lo que le ha llevado a ser lo que es, raíces a las que no se renuncia. No, según me dijeron puede que la diferencia entre “uno de los nuestros” de un impostor esté en los pies. Nunca me ha fallado. Los que saben donde se meten cuando entran a un huerto no llevan zapatos caros de los de pisar moqueta, ¿verdad?. Los pies de una persona digna siempre han de saber acompañar por donde pisan. ¿Has visto alguna vez a un marinero con zapatos de charol?¿A un arrocero con mocasines?
Pues eso, párate a pensarlo, estos días han salido de sus mullidas moquetas y se han acercado en tromba a hacerse fotos con ovejas, ellos que no sabrán distinguir una churra de una merina. Se retratan con vacas sin que les importe si es una retinta o una morucha. Se las traemos al pairo, sólo vienen a por la foto, nos mienten, mírales a los pies.