Cuando al inicio de la década de los ochenta comenzó a tramitarse en el Congreso de los Diputados la ley del divorcio, los sectores más reaccionarios de este país, encabezados por la jerarquía católica, pusieron el grito en el cielo. Se rompía la familia, exclamaban desde los púlpitos no solo de las iglesias, sino también en los actos públicos. Lo curioso del asunto es que muchos de aquellos que entonces pusieron a parir al ministro de Justicia, Francisco Fernández Ordóñez, se agarraron a aquel banderín de enganche para dejar a su parienta y, como por la época ya se solía decir, rehacer sus vidas.
Son las grandes paradojas del conservadurismo español cada vez que se enfrenta a un cambio social que trastoque su concepción aparente de la vida. Ocurrió después con otras leyes, como la del aborto o el matrimonio homosexual, legislación que, una vez aprobada, la derecha nunca revocó cuando llegó al poder. Es algo así como mirar para otro lado ante lo que ha consumado la izquierda que les precedió.
Ahora toca el turno a la eutanasia. En España, que está a la cola en lo que a cuidados paliativos se refiere. Lo dicen los expertos, que estiman que anualmente mueren en nuestro país unas 80.000 personas sin contar con ese tipo de cuidados. Su mejora es tan urgente como acuciante es legislar un necesario soporte institucional. He oído y leído, incluso, barbaridades del calibre de que con la aprobación de esa ley se legaliza el suicidio. La derecha siempre fue muy proclive a utilizar esa jerga tan descarnada a la hora de descalificar lo que no le gusta. La izquierda también tiene la suya, por supuesto.
Tengo la impresión de que muchos de los que están hablando sobre esta ley ni siquiera la han leído. Eso también es muy español. Y es probable que tampoco hayan estado cerca de un ser querido en ese duro y difícil transitar hacia el final. Yo, que no me tengo por un socialcomunista, precisamente, ni por un ateo furibundo, sí creo que habría que dejar una puerta abierta a la posibilidad de facilitar la marcha cuando ya no cabe vuelta atrás. Y sé que a algunos les sonará raro, es posible, aunque no creo que por escribir esto me vayan a excomulgar a estas alturas del viaje.