Como cierre de posteos sobre como se han cerrado las campañas electorales ediles, les dejo esta columna escrita por Mirko Lauer para el diario La República de título Los dioses abandonan a Lourdes en el que hace un resumen sobre como ella fue hundiendo poco a poco su candidatura en alza cometiendo los errores de siempre:
Lourdes Flores y sus activistas más prominentes se han quedado con la viada de las acusaciones y los destapes contra Susana Villarán, convencidos de que esa es su mejor carta. Sin embargo en el universo de los pulpos Paul peruanos parece que nada está cambiando, por lo menos nada suficiente para voltear esta elección.
Las acusaciones esgrimidas son complejas y los destapes simplemente falsos. Los especialistas hacen notar que más allá de su veracidad o claridad, el ruido político que vienen produciendo se presta más bien a que los electores se queden con su decisión anterior. Más todavía si el ruido se parece cada minuto más a una conspiración de medios.
Aun si ese despliegue mediático de última hora le sisa algunos votos a Villarán, no es ni remotamente automático que ellos se trasladen hacia Flores. Una cosa es desacreditar a Villarán, y otra muy distinta alzar con sus votos. El único efecto real termina siendo ensuciarles la pechera a los ganadores en su hora triunfal.
El tema de la acusación decisiva ha perseguido a Flores a lo largo de la campaña. Como Alex Kouri ya traía varios anticuchos clavados, la idea de rayar la cancha entre decencia e indecencia pareció una buena idea. Nunca sabremos si fue así, si en la polarización Kouri se hubiera recuperado o si Villarán hubiera sido mucho de todas maneras.
Cuando Kouri salió de escena y entró Villarán, Flores se encontró del lado equivocado de la cancha que ella misma había rayado. Con el affaire Cataño y los audios Flores el ventilador se dio vuelta. Pero en el fondo Flores no cayó por eso. En realidad se estancó, o aceleró algo una caída que venía de atrás. Algo que debió considerar en el debate.
Con sus ataques en el debate Flores intentó recuperar el cetro de la decencia y liderar una cruzada contra la amenaza terrorista, la corrupción, la ineficiencia administrativa y las malas políticas educativas. De acuerdo a las técnicas modernas para echar bosta en política, todo eso fue demasiado poco, demasiado tarde.
Lo que Flores sí ha demostrado es que es una figura con demasiado ímpetu peleador como para ser dócilmente retirada de la política. No es difícil imaginarla en el próximo Congreso, como líder de su bancada y, si no logra dejar atrás los minutos pugnaces del debate, convertida en el tábano de la gestión municipal de FS.
Pero su derrota es producto de cosas más complejas que Villarán. Hay en el ambiente social un nuevo tsunami avanzando contra las cosas antiguas de la política. Viene empujando a Villarán en su cresta, luego de haber hundido a Flores. Quizás no había estrategia electoral que cambiara ese dato de fondo. Ya lo sabía cuando ofreció tirar la alcaldía por la borda.