Él pensaba cada día que Mirta no le quería. Al principio los encuentros eran casi a diario pero, poco a poco, la frecuencia fue bajando.
Mirta sentía vértigo. Vértigo de verse envuelta en una relación paralela. Había sufrido mucho para llegar al punto en el que se encontraba con su pareja. Los comienzos son difíciles en todo, menos en el amor. En su caso no fue así. Y todavía, a veces, tenía que soportar que alguien le recordase aquellos comienzos.
Un día surgió el coqueteo, las miradas cómplices… Se sintió mujer. Se sintió atractiva. Se sintió admirada. Y no cayó en su trampa, sino que construyó la trampa esperando ser mordida.
Él se emocionó con aquella historia. También con la idea de poseer a una mujer como Mirta. Se ponía nervioso con su sola presencia. Pero, Mirta tuvo miedo. Miedo a que la tachasen de desleal. Lo que no sabía es que a ella ya la habían traicionado: su pareja, por no valorar a una mujer como Mirta y obligarla a vivir en un segundo plano y su amante, por no querer más que satisfacer un deseo egoísta y efímero.