Revista En Femenino

Mis 5 peores citas

Por Rizosa

Imagen : Luis Pérez

Últimamente está de moda esto de los memes, y como algunos me parecen simpáticos... no me puedo resistir.
Mi amiga la rubia febril hizo uno hace unos días que me llamó la atención y me hizo descojonarme sobremanera: ¿cuáles han sido tus 5 peores citas?
Me río por no llorar, porque tengo que reconocer que en el tema de las citas y experiencias con el sexo opuesto desastrosas soy casi una experta... Vale, ya sé, ya sé. Algunos me diréis que por lo menos he tenido citas, que Dios le da pan a quien no tiene dientes y demás refranes varios, pero es que una cosa es tener alguna anécdota simpática que contar a tus nietos, y otra muy diferente es temblar justo antes de quedar con alguien, porque no sabes lo que te vas a encontrar.
Hagamos memoria, acompañadme a mi pasado:
-El niñato. 
Teníamos ambos diecisiete tiernos añitos, y fue mi primera cita formal y auténtica. Vamos, que os podéis imaginar cómo me temblaban las rodillas, lo guapísima que me puse y esas cosas...
Me lo presentó una amiga común y me aseguró que era un chico encantador: haríamos buena pareja y me iba a quedar encandiladita.
Y sí, encandiladita me quedé, pero sólo hasta que nos sentamos en un banco a charlar y me confesó que teníamos que tener cuidado con dónde íbamos a tomar un helao porque en ese barrio había un grupo de chavales que querían pegarle una paliza. Que por lo visto la semana pasada tuvo un encontronazo con uno que le llamó gilipollas... encontronazo que mi "amigo" finalizó clavándole un hacha en la cabeza al otro.
Os juro que me quedé de piedra, y no acababa de creérmelo hasta que días después mi madre me enseñó el titular del periódico donde contaban la noticia, y decían que mi amigo el bad-boy iba a ser internado en un reformatorio de menores.
Tacatá, que diría la Fle.
No quise volver a verle, claro está.
-El Ana-Man.
Era ya una tierna jovencita universitaria cuando conocí al Ana-Man, un chico de mi facultad al que me encontré una mañana en la cafetería tomándonos ambos (Sil, no leas ésto) un tremendo bocata de bacon-queso que quitaba el sentido.
Me pareció un chico muy majo y me reía bastante charlando con él, con lo que varias mañanas quedamos para desayunar juntos y hablar de nuestras asignaturas comunes.
Pero algo me olía a chamusquina, y no me equivoqué. Una semana bastó para darme cuenta de que era un obseso: que si mi ex, Ana, era un hacha con el derecho administrativo; que si Ana y yo sacábamos siempre sobresalientes; que si menos mal que seguimos siendo amigos porque no quiero malos rollos con ella...
Vamos, que seguía coladito por la tal Ana de los cojones y no quería reconocerlo. Es más: me pidió quedar una tarde para tomar algo por el centro, y yo como una idiota accedí...
Tardó cuatro minutos en nombrar a su ex: lo justo para llegar, darme dos besos y empezar a caminar hacia una cafetería. Me dijo: "oye, vamos a un bar que conoce Ana que me ha dicho que es estupendo".
A tomarporculo, hombre. Esa misma tarde le dije que arreglase las cosas con Ana y que me invitasen a la boda.
Tampoco volví a verle.
-El rarito.
Lo reconozco: le conocí por un chat. Era un chico tímido, simpático, friki... vamos, que pensé que sería el chico ideal. Por foto tampoco parecía gran cosa, pero yo siempre he sido una chica muy profunda y lo que me atraía de él era su interior...
Hasta que quedamos, y le vi. Lo primero que casi me hizo caerme de espaldas fue su pelo: parecía Einstein después de montar en moto. Intenté no reirme, que soy una chica muy espiritual, y  nos fuimos a tomar un helado al centro y charlar de temas frikis que teníamos en común.
Entonces empecé a tener calor, así que me quité la chaqueta y sin darme cuenta le rocé el brazo con la mano. Os prometo que no fue a propósito ni nada extraño: un simple roce, casi sin importancia. En ese momento el chaval pegó un brinco que casi se cae de la silla, y cuando se recompone en el asiento me dice, sonriente:
-Bea, ten cuidado con lo que haces que tengo un problema que no te he dicho: no puedo emocionarme demasiado ni pasar calor. Soy alérgico a mi propio sudor...
Te cagas.
Creo que fue el helado que me he tomado más rápido en mi vida, casi me atraganto y todo...
Huelga decir que tampoco quise volver a verle.
-El poeta.
A este individuo no recuerdo ni cómo le conocí. Creo que lo he querido borrar de mi memoria inconscientemente...
Solo sé que quedé con él en la puerta de una librería. Yo me puse monísima, con falda y tacones y todo, pero él creo que tenía en mente un plan bastante menos formal porque apareció con las chanclas de la playa llenas de arena, bañador, camiseta elástica (que se le subía debido a su barrigón cervecero tipo Homer Simpson) y gafas de sol de esas hortera de cristales multicolores.
No me caí de culo porque estaba apoyada en la pared.
En fin... suspiré y le ofrecí tomarnos una copa en un bar que había cerca de la parada del autobús, por si me tocaba salir por patas... y así fue como me contó que era poeta, un bohemio amante de la literatura que soñaba con vivir de sus libros y encontrar a su musa particular. Que yo era lo más parecido a la mujer que siempre soñó, y que esa misma noche me iba a escribir un poema para expresarme con más soltura lo que le dictaba su corazón al mirarme y acariciar mis rizos. (Debo decir que eso último era retórico, porque si me llega a acariciar el pelo le hago la cobra en 0,2).
Cumplió su promesa: a la mañana siguiente me llegó al correo un e-mail suyo: el poema. No tengo que hacer mucha memoria para acordarme de él; creo que se me quedó grabado a fuego... se titulaba "Follarte", y no os digo más por aquello del copirrí y esas cosas, pero seguro que os hacéis una idea.
Un no-admitir como un camión de grande, claroestá.
-El argentino.
Le conocí trabajando en el hotel. Era recepcionista, y aunque no pude hablar mucho con él porque yo estaba todo el día liada, por lo visto él se fijó en mí y un día me dejó una nota en el cuarto de animación: "Bea, soy el argentino de recepción, llámame y nos tomamos algo, ¿sí?"
Pues bueno, pues vale, pues de acuerdo. Total, por tomar algo y charlar no perdía nada...
JA.
Es el tío más prepotente que he conocido en la vida. Llegó tarde, y sin disculparse. Llevaba el pelo engominado a lo Mario Conde, pero por lo menos iba arregladito. Me cuenta que había estado comprándose ropita ajustada para sus músculos... literal, eh.
Yo que no sabía si reirme o ponerle cara de asco, me hice la loca ante sus chorradas hasta que me agarró la cara y me obligó a mirarle para decirme: "vos no me dejás que le mire a los ojos, que me encuentre con su alma".
Joder, joder, qué miedito de tío. Ya me pasé el resto de la noche temiéndome lo peor, pero mi imaginación se quedó corta con la realidad que me esperaba: el tío se pavoneó todo lo que pudo y más allá, contándome cuántas tías iban detrás de él, lo atractivo que le resultaba a las mujeres y la suerte que tenía yo por estar con él. Que dejase de hacerme la estrecha, porque se me notaba nerviosa y coladita por sus huesos.
Nerviosa sí que estaba, sí. Hasta que me harté y le dije que lo siento mucho, pero que no es mi tipo. -"¿Sos lesbiana?".
Ojalá, chati. Igual no me pasarían cosas como éstas...
No volví a quedar con él, y un mes después le echaron del hotel por ligarse a una clienta en horario de trabajo.
En fin, os dejo esas cinco porque así es el meme, pero podría seguir y no parar.
Para que luego me digáis que me quejo sin razón, coñe.


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