Revista Cultura y Ocio
Al tibio sol del otoño, apoyado contra la pared de mi casa, contemplo relajado los árboles de mi jardín. Son dos grandes Melias que cubren con su ramaje la totalidad de la pequeña parcela sembrada de césped. Solo Dios sabe el trabajo que me da mantener estos dos paraguas vegetales contra viento y marea, contra vecinos y pareja, contra mi espíritu perezoso... pero merecen la pena.
La Melia Azeberach, (también llamada cinamomo, agriaz, árbol santo, árbol del paraíso, lila de Persia, canelo, árbol sombrilla, árbol noble, piocha...) es un árbol de porte mediano, hoja caduca y original del sudeste asiático, al pie del Himalaya. Los antiguos romanos ya lo conocían y lo datan en la antigua Persia. Hace un siglo se extendió su cultivo por Sudáfrica y América naturalizándose con rapidez, llegando incluso a ser una especie invasora que desplazaba a las autóctonas.
Tiene una propiedades ornamentales incontestables: es muy decorativo, frondoso, con una ancha copa en forma de sombrilla, que proporciona sombra aireada y compacta. Sus hojas caducas, aserradas en el borde, tienen forma ovalada llegando a medir cinco centímetros y lucen un bonito color verde oscuro en el haz y más claro en el envés desplegándose en pecíolos imparipinnados de hasta medio metro de longitud. En primavera, cuando apenas han empezado a crecer las hojas, despliega una abundante floración con minúsculas florecillas moradas de un dulce olor. En otoño todo el andamiaje amarillea y en invierno permanecen colgados hermosos racimos con sus pequeñas bayas amarillas.
Yo me entretengo muchas veces en mirarlo. Disfruto de su fronda, me animo con el juego caleidoscópico de sus hojas y el movimiento juguetón de su ramaje. Cuelgo en una de ellas, la más horizontal de todas, un infantil columpio y sujeto en su tronco un extremo de mi hamaca. A veces he sentido el impulso pueril de hacer una caseta entre sus ramas.
Cada primavera eleva al cielo como lanzas sus ramas nuevas y cada otoño se desnuda arrojando al suelo su ropaje amarillo al acercarse la primera helada. En invierno le aseo con una fuerte poda, pues es espacio en mi pequeño jardín es limitado. A veces la poda es tan brutal que temo por su vida. Pero siempre responde, siempre despliega sus varillas nuevas para formar su paraguas de verdor.
Entre sus cualidades destacan la de su madera (entre marrón clara y roja oscura) semiblanda, elástica, homogénea, fácil de trabajar y de buena calidad. Se emplea fundamentalmente en ebanistería para la fabricación de muebles y enchapados. Tiene gran fama por ser resistente al ataque de los insectos xilófagos. La farmacopea que destila en su interior es impresionante. Contiene neurotoxinas, en especial tetranortriterpeno; y otros productos que se me alborotan e la lengua al pronunciarlos como sesquiterpenos, Alpha-Cadinol, triterpenos y flavonoides. De cada una de sus partes se obtienen destilados con variadas propiedades. A lo largo de la historia ha sido una plantas de ámplios usos, de cualidades enciclopédicas: En medicina popular se han utilizado hojas, frutos y corteza como vermífugos, ya que tienen un principio antihelmíntico y purgante.
Los frutos son tóxicos para el ser humano y otros mamíferos (0,66 g, unas 6-8 semillas de fruta, pueden matar a un mamífero adulto), aunque no para las aves. En cocimiento se han empleado como insecticidas. Parece, con todo que, preparado de forma adecuada presenta una acción benéfica contra úlceras estomacales y es cardiotónico. Se estudia posibilidades e los tratamientos anticancerígenos. Infusiones de hojas se han empleado como relajante uterino, contra dolores de estómago, fiebre y diarrea, El extracto que se obtiene por maceración de hojas y frutos tiene propiedades insecticidas que han sido investigadas para control biológico de plagas. sus infusiones insecticidas matadoras de piojos. La corteza del tallo ejerce una acción antihelmíntica, las ramas un efecto tenicida, antibiótico y antiviral, La ráiz es considerada catártica, vomitiva, tónica, estimulante y se usa contra la fiebre. Según algunas fuentes produce una acción depresora del sistema nervioso central.
En recientes investigaciones se ha comprobado que tiene un efecto inhibidor sobre la respuesta inmune celular y provoca una atenuación del rechazo del corazón alotransplantado murino. También existen referencias a que han sido utilizadas para curar con éxito casos de cáncer y leucemia ya avanzados. Es considerado abortivo.
Con respecto a sus venenosos frutos , me cuidaré de suicidarme algún día con ellos: La ingestión de una decena de sus pequeñas bayas, parecidas a garbanzos, me haría morir de una forma penosa y harto aparatosa: vómitos, diarrea, dolor abdominal, congestión pulmonar, rigidez, descoordinación y finalmente parálisis cardíaca. Además el amargor de sus frutos al solo contacto dela lengua, la haría ya inicialmente desagradable. Otras cualidades que la hacen destacar sobre otras especies es su eficiencia imbatible en cuanto a la absorción de dióxido de carbono. En una calle de cien metros de longitud y con diez árboles plantados, la melia absorbería al día el CO2 emitido por 10.373 vehículos (cada uno libera 200 gramos por kilómetro recorrido).
Uno de los nombres en español de la Melia azedarach es árbol santo debido a que sus duras semillas solían emplearse en la confección de rosarios (en italiano se la llama precisamente "albero dei rosari" o "dei paternostri"). También, de los frutos se obtenía un gas inflamable que se usaba para el alumbrado. En algunos países, como Méjico, fue introducido en el siglo XIX, porque era el único árbol resistente a las mangas de langostas.
Los árboles de mi jardín, casi exóticos cuando los plantamos, abundan hoy en calles, plazas y paseos. Alegran la vida de los ciudadanos y atraen multitud de pájaros que acuden a dormir en ellos. Ese jaleo infantil de las pequeñas aves se superpone agradablemente al ruido del tráfico y al griterío de la calle. Para algunos es una pequeña molestia, mínimo impuesto por el gozo que proporcionan. Sus frutos caídos, a modo de rodamientos, sí pueden suponer cierto peligro a los viandantes de pies inseguros.
Yo sigo sentado, la espalda contra la pared, mientras investigo con mi tablet las muchas propiedades de mis dos árboles, aquellos que planté con mis manos hace ya diecisiete años: Han crecido tanto...