Revista Asia

Mis dos princesas, una de ellas llamada Kyoto

Por Japangaijin @japangaijin
El sol ya estaba completamente dormido, cuando me encontré rodeado de rascacielos de la zona de oficinas de Shinjuku. Una farola me iluminaba el lugar donde a algo debería esperar.Me di la vuelta, y ante mi apareció un autobus, de esos que se conocen las autopistas japonesas de pe a pa, y cuyos asientos ya estan con la forma de tantos adolescentes que no quieren pagar esos billetes de shinkansen. Y yo era uno de ellos.Como quien no quiere la cosa, de repente me vino a la memoria la compañía, la linea y el horario del que me tenía que subir. Era ese. Entré, y sin identificarme me pude subir e intentar dormir hasta la mañana a primera hora.Efectivamente, no me podía mover. Mi cuerpo había creado una extraña construcción en forma de H con la ayuda del asiento de delaten y el mio. Aunque intentara girar hacia un lado, cada dos horas debía levantarme para no morir en esa posición. Hubiera preferido, a poder escojer, otra postura para ir a tomer té con pastas con Peter Sellers. Será verdad que vivir se puede hacer de una manera, pero morir de muchas... ¿o era al revés?Hasta mediodía todo fue una levedad, una lucha interior por ver a mi amada Kyoto, y con la externa que seguía como siempre. Tiempo ha pasado, demasiado, y si un cactus no le cortas las punchas de pequeño, de grande seguro que te las clavarás al intentarlo hacer. Yo ya había decidido dejarlo crecer a su albedrío, y cuando me di cuenta que se había convertido en una planta asesina de insectos, ya era demasiado tarde. Debería buscar un camión para terminar que ello...Cuando todo lo daba por perdido, mis lágrimas no me dejaban ver lo que mi cerebro estaba dandose cuenta, vi a mi queridisima. Allí estaba, me había esperado 11 años, y seguía saludándome.A Kyoto no le importaba mi nueva condición. A pesar de que seguía escuchando como Neptuno (o el rey Dragón) me enviaba las olas para que chocaran con mi ser y así volverme sordo, yo solamente escuchaba melodías de esa antigua capital del este.Y me prometí (le prometí) que volvería a verla pronto, más de lo que ella creía. Un solo día no fue suficiente, y le dije que le ofrecería todo mi amor como se merece.Y al cactus asesino, decidí dejarlo crecer como hasta ahora. Siempre uno está a tiempo de comprarse unos guantes con los que protejerse.

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