Pues eso.
Hombre, lleva una esperando ni se sabe para el momento y cuando llega el momento, no llega y nos hacen una tres catorce de manual. Que vale que para reencuentros ya tuvimos el de mis Stark de mi alma pero va a ser que no es lo mismo el asunto entre Sansa y Jon que, aunque siempre mantuvieron una fría distancia, al fin de cuentas son (supuestos) hermanos, que entre Jaime y Brienne. Hombre, por favor. Un respeto. Un algo. Vale que hubo sus miradas intensas y tal. Pero yo qué sé. ESE momento. Jopetas.
Esta es mi conclusión acerca del último capítulo. Por sacar una queja, una protesta, un berrinche, porque, vamos, siendo sincera, esta temporada es LA VIDA. No sé qué han hecho, sin han aumentado el humor, han recuperado la épica o han mirado a las películas de temática medieval del Hollywood dorado. No lo sé, pero, sea lo que sea, doy las gracias con fuerza.
También es cierto que, por fin y con sus matices, la historia nos trata como a seres humanos y no como a despojos esclavizados a los que hacer sufrir. Quiero decir que, por fin y con sus matices, vemos resoluciones de historias como han sido las resoluciones de historias de toda la vida de dios. A excepción de lo de Arya, esa trama que me ha llevado a sacar dos conclusiones:
1. No sé de qué ha ido. Ni puñetera idea, vamos. 2. A esta niña ya no se la carga nadie. Ni Daenerys nacida de la Tormenta ni Beric Dondarrion ni gaitas. La verdadera inmortal de la historia es Arya.
Qué bueno, por cierto, ver a Beric Dondarrion de nuevo. Y los Tully. Y a los Greyjoy a sus cosas. Y a las familias del Norte. Qué bueno recuperar el espíritu, los escenarios, los recuerdos de los primeros libros.
Hay tantos caminos, tantas puertas abiertas, tantos momentos por venir... Porque, a fin de cuentas, cuando llegue el final, sabremos que lo importante ha sido el camino.