Llamo “mis eternos pendientes” a una serie de libros de la lista que he prometido más o menos mil quinientas veces que los iba a leer. Y que ahí siguen, en la lista.
Se encuentran, entre muchos, Pedro Páramo, Los miserables o Un mundo feliz. Cada vez que los veo reseñados en otro blog, me echo la bronca mentalmente por no haberlos leído ya.
El que nos ocupa hoy es 84, Charing Cross Road. Lo cogí una mañana en la biblioteca casi de casualidad, pensando que lo mismo se me presentaba la ocasión de leerlo en un rato libre o intercalado con otra lectura. Pues bien, la ocasión se me presentó a los 10 minutos de haberlo sacado en préstamo y lo leí de un tirón.
Me gustó muchísimo el sarcasmo de Helene cuando se enfadaba por la tardanza de un libro o porque la edición de otro era pésima e incompleta, y Frank Doel siempre educadísimo en sus cartas de respuesta. Luego está la bonita amistad que se fragua entre todos los empleados de la tienda con Helene, sin conocerla, precisamente en los tiempos que corrían en mitad de la Segunda Guerra Mundial. Y eso que empezaron la correspondencia a escondidas de Frank, jeje.
Y me dio mucha pena ese viaje que se pospone eternamente por diversas causas y que llega cuando ya era demasiado tarde; fuera de contexto.
En fin, gracias a todos por recomendarlo porque, efectivamente, es una lectura con mucho encanto, más si cabe por haber sido una correspondencia real.
También he aprovechado que Loque recomendó esta película una vez más y al fin la he visto.
La verdad es que creo que es la primera que veo en blanco y negro -bueno, en El mago de Oz, la parte de Kansas también está en blanco y negro-, pero es muy bonita. A pesar de que el relato de Stefan Zweig es tan corto, en la película faltan algunos detalles, pero es bastante fiel en su conjunto.
No sé si recomendarla o no por eso de ser muy antigua, pero me ha gustado verla.