“En mi siguiente vida, quiero ser un gato”, dijo el escritor Charles Bukowski. “Para dormir 20 horas diarias y esperar a que me den de comer. Para no hacer nada y lamerme el culo”.
Es posible que no sea vox populi que el poeta transgresor por antonomasia era un gran amante de los gatos, incluso nos atreveríamos a decir un apasionado de los gatos. Él y su mujer Linda Lee llegaron a tener nueve gatos a la vez. En una ocasión dijo: “Tener muchos gatos es bueno. Si te sientes mal, miras a los gatos y te sientes mejor porque ellos saben que todo es tal como es. No hay que ponerse nerviosos por nada. Y lo saben. Son salvadores. Cuantos más gatos tengas, más vivirás. Si tienes cien gatos, vivirás diez veces más que si tienes diez. Algún día, esto se sabrá y la gente tendrá miles de gatos. Es ridículo”.

Otra frase suya dice así: “Creo que el mundo debería estar lleno de gatos y de lluvia, ya está, solo gatos y lluvia, lluvia y gatos, muy bonito, buenas noches”.

Nació en Andernach, Alemania, en 1920, hijo de un soldado estadounidense y de una alemana. A los tres años se trasladó con su familia a Los Ángeles, ciudad en la que creció. Dejó la universidad en 1941 para mudarse a Nueva York y ser escritor. Debido a su falta de éxito, dejó de escribir en 1946 y se dedicó a beber durante casi diez años hasta producirse una úlcera sangrante, lo que le llevó a volver a escribir. Para poder sobrevivir trabajó de lavaplatos, camionero, gasolinero, en una fábrica de comida para perros, otra de galletas e incluso colgó carteles en el metro de Nueva York, entre otros muchos oficios.

Con Linda Lee, su mujer desde 1985
Publicó su primera novela en 1959 a la que siguieron más de cuarenta y cinco libros de prosa y de poesía. Solía escribir acerca de ambientes depravados, poblados por personajes maltratados por la vida, usando un lenguaje directo y violento. Varias obras suyas giran en torno a Henry Chinaski, un personaje autobiográfico. Entre sus poemas acerca de los gatos está “La historia de un duro hijo de puta”, en el que cuenta cómo un gato llegó en mal estado y sin rabo a su puerta. Le alimentó y el gato mejoró, pero le atropelló un coche. Aunque el veterinario pensó que no se salvaría, sobrevivió. Luego, si un periodista le preguntaba por su alma torturada, sus borracheras, qué le influía, cogía al gato y se lo enseñaba, diciendo: “Mira, mira esto, por las cosas que ocurren, por cosas así, por esto, ¡por esto!”

También es suyo el poema “Mis gatos”, de la colección “Los placeres del condenado”.

lo sé, lo sé./son limitados, tienen diferentes/necesidades y/preocupaciones.// pero los observo y aprendo./me gusta lo poco que saben,/y es tanto.// se quejan pero nunca/se preocupan,/andan con sorprendente dignidad./duermen con una sencillez directa que/los humanos no pueden/entender.// sus ojos son más/bonitos que los nuestros/y pueden dormir 20horas/al día/sin/dudarlo o/remordimientos.// cuando me siento/mal/me basta con/mirar a mis gatos/y mi/valor/regresa.// estudio a estas/criaturas.// son mis/maestros.
(Traducción M.G. Se ha respetado la puntuación, falta de mayúsculas y división de los versos)

