Revista Psicología

Mis libros

Por Paulo Mesa @paucemeher

Ayer fue un día dedicado a ordenar y limpiar mis libros. Son mi pequeño tesoro y los tenía abandonados. Cuando digo "mis" libros me refiero a ellos como una parte de mi vida. Sí, ya sé que he dicho mil cosas sobre la efímera idea de la propiedad, sobre la "identificación" con las cosas y todo lo demás, pero son libros y no por eso dejan de ser mágicos, especiales.

Últimamente estamos todos muy distraídos, muy llenos de vídeos, mucho Youtube (confieso que "de todos modos" soy un usuario asiduo de Youtube), con mucho afán y mucha compulsión inmediatista. La lectura es algo para rumiar, algo que se hace despacio. La lectura es un ejercicio interior, cualquier producción escrita es un producto de la mente de alguien más: ¿Quién está detrás de ese escrito? ¿Cuál era su intención? ¿Qué pasa con nosotros cuando leemos?

El estante de mis libros cuenta muchas historias. No solo hay libros en él. Hay estatuillas y recuerdos que han llegado desde diversos países y cuya compra fue una historia en sí misma. Los libros están en orden, ya sea por autor o por temática.

Al ver los títulos en detalle y hacer una proporción, hay mucha literatura de "my hero", el psicólogo suizo Carl Jung. También hay varias cosas sobre budismo, física cuántica, misticismo, filosofía oriental, psicología general, teoría del caos, recursos humanos, administración, reiki, mitología, entre otros temas; también hay unas pocas novelas y cuentos. He ido saliendo de algunos libros porque han dejado de encajar en mi historia personal, así que mejor los cedo para que encajen en la vida de alguien más.

Mis libros en papel creo que fácilmente pueden representar la novena o décima parte de los que tengo electrónicos. Quizás si tuviera en papel lo que tengo electrónico tendría que tener otra vivienda para acomodarlos.

Mi apuesta en este momento con los libros en papel es hacer un proceso similar como el que ha hecho otra gente con los discos de acetato. Estoy seguro de que llegará un día en el que solo se consigan electrónicos. Mis libros no solo valdrán por lo que dicen, por su mensaje, sino que serán en sí mismos un objeto de culto, finas piezas de colección que pueden tocarse, olerse y abrazarse. La electrónica no deja de tener su frialdad, su impersonalidad, su trivialidad de "cualquier cosa".

Me encanta leer libros, llenarlos de marcas, notas y banderines en las páginas con ideas clave. Por eso me gusta tenerlos. Hoy procuro comprar libros que ameriten ser consultados nuevamente y ser releídos. Por eso también tengo obras directas de autores originales, no compilaciones o críticas que alguien hace sobre las ideas de otros más. De ninguna manera digo que esto esté mal o bien, tengo algunos libros así, pero son la minoría. Me gusta tener "línea directa" con el autor.

También hay monos de peluche en el estante. Me encantan los monos. La mayoría me los han regalado (y me siguen regalando...). El primero que tuve me lo dieron el día que hice la audición para completar mi certificación como coach profesional. En la escuela en la que me certifiqué nos lo daban como una "estructura" (recordatorio permanente) de que jamás nos debemos echar el "mico" (mono), es decir, no nos debemos echar encima los problemas de los demás; por eso no damos consejos ni le decimos a nadie lo que tiene que hacer.

Un mono recuerda una visita a la tienda de "Build a bear", otro mono viajó desde Barcelona y llegó por sorpresa a mí casa, uno me lo dieron de despedida alguna vez que cambié de trabajo... en fin, cada uno tiene su historia. En el estante también hay un derviche danzante que viajó desde Istanbul - Turquía, hay también una esfera de jade que llegó desde Beijin - China, unos zapatitos holandeses que me dio mi hermana y un pequeño cráneo artesanal mexicano. Hay un pedacito del mundo en estos objetos.

Mantenlo-simple tiene un pedacito de cada libro, de cada lectura, de cada nueva visión del mundo que sale de todas estas historias y su lectura, de cada diálogo con cada autor. Cuando releo un libro años después es como releer mi propia vida; en cada nueva oportunidad me doy cuenta de que no soy el mismo. Ojalá más gente experimentara esa sensación interior.

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