Ha sido uno de los papados más cortos de la historia (apenas 33 días), lo cual no ha evitado que, 35 años después, se siga hablando de él. Albino Luciani, nombre secular de Juan Pablo I, accedió al trono de San Pedro el 26 de agosto de 1978. El 28 de septiembre del mismo año, apenas 33 días después, fue hallado muerto en sus aposentos. Ya desde un primera momento se trató de un misterio. Al tratarse de un Papa, no se hizo autopsia, tal y como es costumbre en el Vaticano, por lo que nunca se sabrá las causas exactas de su muerte, pero siempre habrán conjeturas. Según algunas fuentes, Juan Pablo I tomaba pastillas para tratar la presión sanguínea, razón por la cual algunas personas conjeturan con que podría tratarse de una sobredosis, aunque no pocos consideran esto poco probable teniendo en cuenta que ya hacía tiempo que tomaba esta medicación, y es poco creíble que se equivocara tomando una cantidad de medicamento mayor a la estipulada.
Con el paso de los años, la teoría de que fue asesinado fue ganando enteros, ya que desde el principio de su pontificado pretendía hacer una profunda remodelación de determinados aspectos del Vaticano, como por ejemplo del Instituto para las Obras de Religión u OIR, también conocido como la Banca Vaticana. Y es que, como se diría vulgarmente, Juan Pablo I estaría metiendo las narices donde no debiera, razón por la cual alguien en la sombra decidió que la única solución era eliminarlo. Personalmente, y después de haber visto documentales y haber leído artículos sobre el tema, soy más de la teoría de que alguien quiso quitárselo de en medio. Desgraciadamente, mucho me temo que ese es un punto que jamás conoceremos.