Revista Cine
No necesitan diseñadores de moda cuando son jóvenes. Tengan fe en su propio mal gusto. Compren lo más barato en el negocio de ropa usada de su barrio, la ropa que está pasada de moda hace poco, incluso hasta para las personas más a la moda un poco mayores que ustedes. Pónganle de punta los pelos de la moda a sus colegas, no a sus padres: esa es la clave para el liderazgo estilístico. La ropa que no queda bien siempre está a la moda. Pero sean más creativos: usen la ropa al revés, dada vuelta, patas arriba. Tiren lavandina en un lavarropas lleno de ropa de color. Sigan las instrucciones exactamente opuestas de lo que dicen las etiquetas de las prendas más caras del local de ropa usada. No usen joyas; péguense apósitos protectores en sus muñecas o háganse un collar con ellas. Usen cinta Scotch pegada al costado de sus caras como un intento fallido de lifting. Pónganse zapatos diferentes en cada pie.
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Bailé con Richard Serra, cené con Lana Turner el Día de Acción de Gracias, tomé el té con la princesa Yasmin Aga Khan, salí de copas con Clint Eastwood y pasé varias fiestas de Año Nuevo en el chalet de Valentino en Gstaad, pero lo que más me gusta en el mundo es quedarme en casa y leer. La riqueza no se trata de cuánto dinero o cuántas casas tienes; se trata de la libertad para comprar el libro que quieras sin mirar el precio y preguntarte si podrás pagarlo. Por supuesto, también hay que leer los libros. No hay nada más impotente que una biblioteca no leída.
[Traducción de Pablo Marín]