Mi defensa del independentismo no está basada en la identidad. No tengo ningún problema con sentirme en parte español si me dejan tranquila la identidad catalana. Esta es la situación de una gran parte de catalanes que tenemos una identidad nacional mixta (y no es lo mismo que el sentimiento de terruño), que consideramos que Catalunya es un país y España una construcción plurinacional que también genera una identidad nacional.
No quiero entrar en algunos juegos de falacias que desde fuera de Catalunya se dibujan, que los independentistas de nuevo cuño somos víctimas de la manipulación de CiU/ERC/el eje del mal, que es mejor sentirse ciudadano del mundo (lo suele decir alguien cuya identidad nacional es claramente española), que los países tienden a unirse y no a generar fronteras (cuando en los últimos 30 años lo que ha habido es un nacimiento de nuevos estados), que la UE es la UE sin fronteras (cuando es una unión de estados-nación).. definitivamente no pienso entrar en algunos debates en esta entrada.
En Catalunya hemos construido una sociedad atípica: bilingue plenamente y en la que se entremezclan dos identidades nacionales de forma mestiza, y sin problemas relevantes de convivencia. No existe ningún otro ejemplo de un país (Galicia podría ser la otra anomalía en este sentido) cuyo bilingüismo no sea realmente un monolingüismo según territorios (como puede serlo Bélgica o Suiza) o una diglosia sociológica (como puede serlo Euskadi). También es una sociedad donde una amplia parte de la población (las encuestas hablan de un 70%) tiene una identidad nacional mixta. Y esta identidad nacional no es el apego al terruño o un regionalismo. Son identidades nacionales claras, de país.
En Catalunya ese equilibrio social y esa posibilidad de vivir en cualquiera de las dos lenguas y en cualquiera de las dos identidades nacionales, e incluso en ambas a la vez se ha conseguido grácias a la parte inclusiva de las instituciones españoles, que las hay, pero hoy está en riesgo por la parte no inclusiva de estas instituciones y los políticos españoles. Los equilibrios integradores que alcanzaron los políticos catalanes entre los años 80 y 90, y las instituciones inclusivas catalanas, los movimientos sociales catalanes que no generan una sociedad fracturada, son un logro de una sociedad que por equilibrio de poder ninguna mayoría podía imponer una hegemonía sobre la otra parte. Ese equilibrio es el que sistemáticamente las leyes, los políticos e instituciones españolas han estado cuestionando los últimos 15 o 20 años y la tendencia es hacia una recentralización.
Esa amenaza sólo se podría conjurar con un sistema confederal donde Catalunya tuviera unos ámbitos de soberanía incuestionables y tan sólo una serie de competencias compartidas deberían tratarse en común con el resto del estado. Al estilo de la Unión Europea. El problema radica en que España no puede constituirse como federación (los ciudadanos españoles y los políticos no lo desean, y la Constitución Española y las lecturas que se hacen de forma sistemática lo impiden), menos aún una forma confederalista. De ahí que la opción de la independencia parezca ser la única forma que garantiza que los equilibrios inclusivos que nos ha permitido mantener esta anomalía política e histórica sigan existiendo.
Por otro lado, la política catalana goza de algunos problemas propios, pero que también son virtudes. Tenemos un mayor pluralismo político, hay más partidos en el Parlament que en cualquier otra cámara. Actualmente en el Parlament de Catalunya hay 7 partidos que tienen representación, e históricamente las mayorías absolutas han sido una anomalía. Cuando lo comparamos al pluralismo político existente en otros territorios del estado vemos que es casi una anomalía. Este hecho genera más inestabilidad, pero también obliga a más equilibrios. Y ese pluralismo político no es sólo una cuestión de partidos, los movimientos sociales catalanes son y han sido históricamente más fuertes que los movimientos sociales a nivel de estado, es una sociedad más movilizada, más organizada y con un tejido social más activo (Catalunya tiene un código civil propio que refleja más ese pluralismo, la primera ley de asociaciones, y junto a Euskadi y Madrid son los territorios mayor número de personas que participan en alguna organización o asociación cívica, pero no solo están integradas en más asociaciones, sino que los que están en estas son más activistas). Catalunya no ha construido leyes e instituciones más inclusivas porqué los catalanes somos más chulos que otros, sino porqué los equilibrios políticos y sociales lo han propiciado y porqué las decisiones que hemos tomado los últimos 30 años han ido en ese sentido. Formas políticas más pluralistas y más inclusivas garantizan que el ejercicio del poder político no pueda ser tan extractivo y clientelar como en otros lugares. Evidentemente tenemos nuestros corruptos, nuestros Millets, nuestros alcaldes corruptos, nuestros casos que afectan al entorno incluso del President y nuestros chanchullos, pero cuando se comparan con algunas redes clientelares que son endémicas en algunas administraciones, a la corrupción que está en el tuétano de uno de los dos partidos políticos más importantes de España, la cosa palidece. En una Catalunya independiente tendremos redes clientelares, corruptos y élites que intentarán ejercer presión e influencia sobre el poder político, quien querrá conseguir su monopolio, su ley que le favorezca, pero el mayor pluralismo, la mayor organización social y la mayor competencia electoral dificultará algo más estas tramas extractivas.
Por último, la estructura de financiación autonómica responde más a criterios políticos que de racionalidad económica. Esto hace que se creen redes clientelares que perjudican la economía de los ciudadanos españoles. Los grandes partidos españoles tienen pocos incentivos para cambiarlo ya que el sistema alimenta a sus principales graneros de votos (Andalucía en el caso del PSOE, sendas Castillas en el caso del PP), o a territorios que dentro de los equilibrios de poder interno de los grandes partidos tienen de por sí una gran importancia (Extremadura, Asturias). Catalunya es una de las piezas claves para sostener e impulsar este sistema clientelar. Es el principal motor de evolución autonómico y todo paso en la descentralización política que se consiga generará un paso mayor a profundizar en un sistema autonómico clientelar: más competencias y más arbitrariedad para el reparto de dinero para gestionarlas genera más clientelismos internos en la élite de ambos partidos, y por otro lado es un motor económico que permite mantener el reparto clientelar de riqueza entre autonomías. Esto perjudica incluso a los ciudadanos de las autonomías clientelares que no estén vinculados a las élites locales. Las autonomías tienen pocos incentivos para generar instituciones políticas inclusivas y que favorezcan instituciones económicas inclusivas porqué la inyección de recursos externa permite sostener las redes clientelares. Aunque no todas las instituciones políticas autonómicas españolas son clientelares y estractivas y las instituciones españolas no son del todo extractivas, sí que el impulso autonómico y su financiación fiscal ha hecho que España genere instituciones menos inclusivas y más clientelares. La solución puede pasar por reformar el sistema fiscal autonómico y hacer que las autonomías recauden sus propios impuestos, hagan sus gastos y pasen a un fondo común una parte que permita equilibrios territoriales, además de financiar los gastos generales del estado. Pero todo eso no está en la agenda de los políticos españoles, ni siquiera cuando los catalanes estamos amenazando seriamente con irnos. Por tanto temo que para dejar de alimentar esta red clientelar es mejor que Catalunya sea un estado independiente.
Estos son tres motivos que no tienen que ver con la identidad nacional, el nacionalismo, y ni siquiera con “tener más pasta” o más poder dentro del estado español como intentan, algunos reducir este tema.
La imagen no deja de ser una provocación, creo que el PSC hoy no debería ser independentista y defender el federalismo como la tercera vía, simplemente busco provocar y romper estereotipos frente al juego de falacias que se utilizan en este proceso.