Cuando me preguntan qué tal es lo de ser madre no puedo ocultar cuánto me gusta serlo, pues lo estoy disfrutando muchísimo, pero me quedaré con algunas anécdotas de los primeros días que han hecho que mi puerperio sea un pelín más divertido de recordar.
Maridín confía muchísimo en mí porque sabe que me encanta informarme y que conozco los cuidados que necesita un bebé, ya sea porque recuerdo los de mi propio hermano o porque tengo amigas con hijos y me harto a preguntar. Pero aún así, y como cualquier persona de este planeta, he tenido mis dudas y he cometido mis errores.
Olvidar el cambio de pañal
¡Tranquilos! De momento mi niño tiene el culo impecable, no ha tenido irritaciones ni nada de nada, pero los primeros días se nos olvidaba que había que ir mirándole.
Según fueron pasando los días empecé a llevar más o menos un control, porque mamando tanto, también hacía mucho pipí. Y las cacas, las oíamos y olíamos. Así que, en breve, empezamos a saber cuándo cambiarle y cuándo esperar.
Obsesión: lactancia a demanda
Esta anécdota me hace mucha gracia, pero es la que peor me sabe y ahora os cuento el por qué.
Resulta que yo llevaba muy en mente el hecho de practicar lactancia a demanda. Ya me había hecho a la idea de que estaría todo el día con la teta fuera y que eso no iba a suponer un problema para mí.
Cada vez que Bichito se quejaba, le endiñaba la teta. Fue quizás el segundo o tercer día de estar en casa que el peque no dejaba de quejarse. Yo le ponía la teta y él la cogía. Y se volvía a quejar. Así fue ocurriendo hasta que vi cómo vomitó leche por la boca y por ambos orificios de la nariz a la vez.
Ahí supe que algo no cuadraba.
Fue entonces cuando maridín dijo “voy a cogerlo a ver qué pasa”. Estando en brazos de su papi y con dos vaivenes se quedó sobadísimo, y entendimos que un bebé no solo necesita la teta para dormirse, sino que a veces necesita un cambio de brazos. Eso, o un cambio de pañal también, jeje.
Pensar que vivimos en Laponia
Tener un bebé ha provocado que me obsesione con el hecho de que no pase frío, de que no se constipe.
Supongo que no seré ni la primera ni la última a la que le preocupa esto, pero los primeros días nos pasamos abrigándole, hasta que vimos que el niño sudaba como un pollo y que probablemente, fuese peor un cambio de temperatura que vestirlo de manera normal dentro de casa.
Estamos en un punto en el que más o menos sabemos controlar su temperatura y qué ropa ponerle.
El termómetro
Esto nos pasó en el hospital, dónde hacía un calor de narices.
Como ya os conté aquí, compramos un pack de artilugios de higiene entre los que se incluía un termómetro. Es decir, no nos llevamos un termómetro al hospital porque lo fuésemos a usar, sino que ya iba en el paquete.
El segundo día, notamos a Bichito muy caliente y dijimos de tomarle la temperatura. Cuando vimos que estaba a 37,2ºC llamamos enseguida a una enfermera.
La susodicha llegó y nos regaló dos consejos. El primero, que usásemos nuestro instinto y que nos alejásemos del termómetro, que en padres primerizos era un problema. El segundo, que si dudábamos, le quitásemos la ropa a Bichito, esperásemos 10 minutos y volviésemos a tomársela.
Aplicamos este segundo consejo con ella delante y pudimos comprobar que se trataba de una paranoia de primerizos. Nos contó que su temperatura correcta oscilaba entre 36,2 y 36,7 ºC, que a veces le costaba regularse y que solo tendríamos que acudir a un médico si superaba los 37,5ºC, perdía apetito y se le veía apático.
A grandes rasgos, estos han sido nuestros errores más evidentes. Probablemente me dejaré alguno y seguramente seguiremos cometiendo más, pero de eso se trata, de ir aprendiendo.
¿Cuáles fueron vuestros errores de padres primerizos que mejor recordéis?