Me desperté el sábado por la mañana con la triste noticia del terremoto, y los diarios no transmitían correctamente la magnitud de la catástrofe. Setenta muertos dijeron cuando me fui de casa para irme a la playa; escribí unos mensajes en facebook, pero imaginé que todos estarían bien, no era un número muy significativo. Llego a la playa, sin comunicación con el mundo exterior, y nos alertan del peligro de tsunami; estuvimos pendientes de la mar toda la mañana, pero finalmente no pasó nada. Pasamos un fin de semana muy ameno con despedida y cumpleaños incluido. Andrea, la compañera de casa de Marcos, se marcha a España, y se le organizó una fiesta por todo lo alto, y al mismo tiempo era el cumpleaños de Ariel, una chica taiwanesa que casi destroza el local con el palo que le dimos para atinar a la piñata colgante. Regreso a la capital y leo en el periódico que van 700 muertos, le han sumado un cero, no me lo puedo creer, comienzo a ver fotos y videos y se me caen las lágrimas, qué tristeza, qué impotencia, qué de sentimientos. Leo por internet que todos mis conocidos y amigos allí están bien, dentro de lo que cabe, y sus familias también, me tranquiliza, pero no puedo parar de pensar en aquello, sobre todo al ver imágenes de lugares como el edificio de Bellas Artes lleno de cascotes. Espero que todos empiecen a rehacer su vida y que el país vuelva a la normalidad de la mejor manera posible. También espero que el millonario Piñera se gaste algo de su dinero para ayudar al país del que será presidente, de verdad lo espero.
Ánimo Chile, aguante!!