Por Hogaradas
Me acabo de lavar las manos y la magia de los aromas ha obrado el milagro. Siempre que la huelo, esa colonia de color azul me devuelve el recuerdo de aquel cumpleańos y de uno de los regalos que todavía conservo; un pańuelo de color como su nombre, un azul intenso con brillos dorados. Otra, en este caso no azul, sino verde, es capaz de llevarme a aquel hotel de Niza y alborotar con su aroma todos los recuerdos de aquel maravilloso viaje. Hoy ha sido una pastilla de jabón la que me ha llevado a casa de mi prima, madrina también, y con ella, con el aroma que ha dejado entre mis manos, el recuerdo de ella y de ellos, de mis tíos, Mari y Oscár.
Fueron aquellos veranos hermosos de sol y de playa. Mi tío nos dejaba en la playa mientras él se iba con mi padre, y llegada la hora nos pasaban a recoger. La terraza de mi prima era enorme, y en ella discurría buena parte del día.
Su bańo era todo un escaparate de cremas que por aquel entonces para mí significaban todo un descubrimiento. Me gustaba olerlas, leer sus nombres, mirar para qué servía cada una de ellas. Era una adolescente todavía, y sin duda alguna suponía toda una aventura viajar por el universo de la cosmética, esa que todavía era una desconocida para mí.
En un salón disfruté de una de las películas que todavía recuerdo con gran carińo “Roma adventure”. Su protagonista, un galán de los de la época, me tuvo enganchada a aquel televisor en una y cada una de sus visitas. La película, muchos ańos más tarde, obra ahora en mi poder, tras mi empeńo en recordar su título y hacerme con ella, y su banda sonora permanece formando parte de la de mi vida desde entonces.
Mis tíos Mari y Oscár eran dos personas excepcionales, con quienes mis padres y yo tuvimos el gusto de viajar de un lado a otro en aquel coche con un peculiar tapizado de cuadros escoceses, si es que la memoria no me falla.
Mi tía adoraba a mi madre, y se trataba de un amor recíproco. Su diferencia de edad era lo suficientemente grande como para que en su día fueran muchos quienes pensaran que eran madre e hija, para que ella la tratara casi como tal, y creo que eso marcó ese amor entre ambas, la protección que ella, mi tía, ejerció como hermana mayor, casi como si fuera su madre, hacia la mía.
Pasados los ańos su gran parecido físico, el mayor entre el resto de los hermanos, corroboró esa alianza y esa unión que existió siempre entre ellas, y hoy, mi madre, es un vivo retrato de mi tía Mari.
Curioso el poder de los aromas, al menos para mí, siempre lo he dicho, y en todos los casos, también para mí, hermoso. Intenso ese viaje por la memoria y por los recuerdos, por los amores, por las vivencias, por un tiempo muy lejano que se fue pero que hoy, gracias a este aroma a jabón he vuelto a revivir como si jamás hubiera desaparecido.

