Revista África

Misa con el Cardenal de Bangui: ha sonado la hora de la esperanza

Por En Clave De África

Misa con el Cardenal de Bangui: ha sonado la hora de la esperanza(JCR)
En mis 30 años en África he visto misas llenas de alegría, pero ninguna como esta, la celebrada este domingo 11 de diciembre en el Estadio de Bangui para dar gracias por el primer cardenal centroafricano, el arzobispo Dieudonne Nzapalainga. Para un pueblo que, además de ser el segundo país más pobre del mundo, sufre enormemente a causa de la guerra desde finales de 2012. Toda una escenificación de este tercer Domingo de Adviento, el de la alegría, vivida por más de 30.000 personas que durante casi cuatro años no han visto más que calamidades.

No estaban todos los obispo de Centroáfrica, cosa que hubiera sido poco habitual dada la inseguridad que existe en las carretera, pero si la mayoría de los titulares de sus nueve diócesis, incluido el comboniano español monseñor Juan Jose Aguirre. Vinieron también varios obispos de Gabón, Congo-Brazzaville, Chad y Camerún, entre ellos el arzobispo de Duala, Samuel Kleda, presidente de la Asociación de Conferencias Episcopales de África Central, quien a principios de 2014 –durante los peores tiempos de la crisis- ya vino a Bangui en una visita de solidaridad.

Estuvieron presentes un buen número de autoridades del país, empezando por su presidente Faustin-Archange Touadera –un hombre discreto que en las ceremonias religiosas llega, saluda a los obispos y se va sin pronunciar ningún discurso consciente de que el protagonismo no le corresponde a él - el jefe del gobierno con varios ministros, el jefe de la ONU en el país Parfait Onanga-Anyanga y casi todos los embajadores en la Republica Centroafricana- que no son muchos.

En su homilía, pronunciada en francés y sango, el nuevo Cardenal empezó recordando que el país aún no vive la paz y recordó los recientes incidentes violentos en localidades como Bria, Bambari y Kaga-Bandoro, lugares donde durante las últimas semanas ha habido cientos de muertos en combates muy cruentos. Atribuyó los males de Centroáfrica en su historia reciente al tribalismo, la codicia de los políticos y la corrupción y lanzó un fuerte mensaje de esperanza, paz y reconciliación. Al final de su sermón, que fue interrumpido varias veces con grandes aplausos y cantos religiosos, varios imanes musulmanes que estaban presentes en la misa se abrazaron delante del altar con varios líderes cristianos, católicos y protestantes, como un signo de la reconciliación que el país tanto necesita después de cuatro años de un conflicto que ha tomado tintes confesionales, a pesar de que ninguna de las dos milicias que se enfrentan –la Seleka y los antibalaka- tienen nada de musulmana ni de cristiana, aunque justifican sus acciones diciendo que protegen a una o a otra de las comunidades.

Los musulmanes participaron también en la larguísima procesión del ofertorio, que se convirtió en una explosión de júbilo en la que todo el estadio –policías incluidos- empezó a bailar al son de la música como en un trance. Hasta el anciano obispo de Bambari, monseñor Eduardo Mathos, se escapó literalmente del altar y danzó hasta casi caer rendido. No sé de dónde sacará la fuerza este hombre, a quien la Seleka golpeó con saña en dos ocasiones hasta casi matarlo. Quizás estaba más feliz que de costumbre al saber que el Papa le acaba de nombrar un obispo coadjutor que le sucederá seguramente dentro de muy poco y que tendrá delante de si el desafío de unir a una población cada vez más polarizada por los grupos armados, que han conseguido dividir la ciudad en una zona cristiana y otra musulmana.

Misa con el Cardenal de Bangui: ha sonado la hora de la esperanza
El Cardenal Nzapalainga es un hombre muy humilde. Siempre que habla de su nombramiento dice que ha sido una muestra de amabilidad del Papa Francisco hacia un país pobre y una iglesia pobre y que él sólo es un servidor. Nzapalainga, que al día siguiente de hacerse público su nombramiento, encabezó una marcha por la paz de cuatro kilómetros al barrio musulmán de Bangui, el Kilometro Cinco, donde se encontró con los líderes de los grupos armados y consiguió que le liberaran a un rehén cristiano, es la persona de Centroáfrica que tiene más autoridad moral y que sabe utilizar su influencia en favor de la reconciliación. Hace apenas tres semanas, salir del Kilometro Cinco con vestimenta musulmana y circular por el centro de Bangui era exponerse a ser agredido. Hoy, cristianos y musulmanes se abrazaban, bailaban juntos y paseaban como hermanos por las calles de la capital centroafricana al final de una misa que todos calificaron como “la celebración de la paz”. Muchos recordaron la misa celebrada en el mismo lugar hace un año por el Papa Francisco, cuando visitó Bangui durante dos días y dejo una impronta de paz que aún dura.


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