Pío Baroja.
Dentro de la denominada Generación del 98, acerca de la cual ya hemos hablado al tratar sobre Miguel de Unamuno, hubo un escritor en concreto que, por su formación académica, podríamos decir que no se hubiese apostado porque terminase en convertirse en uno de los referentes de la época.
Hoy hablamos de Pío Baroja.
Fue curioso el destino cuando dio con las vivencias de este hombre en la literatura, proviniendo del mundo de la medicina y habiendo pasado por distintos oficios anteriormente. Entre ellos, periodista o regente de una tahona (de donde le vinieron después las bromas de ser un escritor con mucha “miga”). Este último entra en la misma etapa en la que empezó a leer bastante filosofía alemana (Inmanuel Kant y Arthur Schopenhauer), posteriormente le dio por Nietzsche.
A nivel literario, su producción tiene orígenes tardíos. Vidas sombrías, su primera novela, fue publicada el 1900, cuando casi contaba con 30 años (compárese con la vastísima producción de Larra, que se quitó la vida antes de alcanzar esta edad). De su experiencia como médico le vendrá la inspiración para sus novelas, de gusto por lo escabroso, un deje del costumbrismo-realismo-naturalismo, movimientos que pretendían mostrar la realidad tal cual, sin adornos de ningún tipo. Esto era considerado por muchos de mal gusto, despreciando este tipo de prosa. Se le criticó también el abandono de la preocupación por las formas.
En 1903 estuvo en Tánger como periodista corresponsal de prensa escrita de El Globo, impreso en Madrid. Viajó después por toda Europa (residió varias veces en París, estuvo algún tiempo en Londres, y pasó por Italia, Bélgica, Suiza , Alemania, Noruega, Holanda y Dinamarca) y acumuló una impresionante biblioteca especializada en ocultismo, brujería e historia del siglo XIX.
Sus obras están agrupadas, algunas, en trilogías:Tierra vasca agrupa La casa de Aitzgorri (1900), El mayorazgo de Labraz (1903) y Zalacaín el aventurero (1909).
La lucha por la vida integra La busca (1904), Mala hierba (1904) y Aurora Roja (1904).
La raza está formada por El árbol de la ciencia (1911), La dama errante (1908) y La ciudad de la niebla (1909).
El pasado agrupa La feria de los discretos (1905), Los últimos románticos (1906) y Las tragedias grotescas (1907).
La vida fantástica está formada por Aventuras, inventos y mixtificaciones de Silvestre Paradox (1901), Camino de perfección (pasión mística) (1901) y Paradox rey (1906).
Las ciudades agrupa César o nada (1910); El mundo es ansí (1912); La sensualidad pervertida: ensayos amorosos de un hombre ingenuo en una época de decadencia (1920).
El mar: Las inquietudes de Shanti Andía (1911); El laberinto de las sirenas (1923); Los pilotos de altura (1931); La estrella del capitán Chimista (1930).
Los amores tardíos: El gran torbellino del mundo (1926); Las veleidades de la fortuna (1927); Los amores tardíos (1942).
La selva oscura: La familia de Errotacho (1932); El cabo de las tormentas (1932); Los visionarios (1932).
La juventud perdida: Las noches del Buen Retiro (1934); Locuras de carnaval (1937); El cura de Monleón (1936).
Destacan también, al igual que lo hicieron las Novelas Ejemplares de Cervantes o los Episodios Nacionales de Galdós, sus Memorias de un hombre de acción, un total de 22 volúmenes publicados entre 1913 y 1935, a través de los cuales refleja los acontecimientos más importantes de la historia española del siglo XIX, desde la Guerra de la Independencia hasta la regencia de María Cristina, pasando por el turbulento reinado de Fernando VII.
Baroja es, casi sin duda alguna, el escritor menos escritor de la nómina de la Generación del 98, aunque no por ello no sigue vigente hoy en día, y las lecturas de algunas de sus novelas se incluyen aún en los planes de estudio a nivel instituto.