Ya se sabe la cierta querencia que le he tenido siempre al meteorito destructor. Es un apego un tanto extraño. No sé, llámame raro, pero no creo que exista una solución más aséptica para una especie como la nuestra.
¡Halaaa, bestia! Me dirás, puede ser, pero ¿se te ocurre otra solución para unos bichos que son capaces de untar de veneno las redes y aparecer pitando con la idea de sabotear un minuto de silencio en solidaridad con las víctimas de una catástrofe natural que se ha llevado por delante a un par de miles de congéneres? Seguro que si el terremoto hubiese sucedido en otra parte del mundo y no en Marruecos también ellos callarían por respeto. Pues eso, lo dicho, que no tenemos apaño ninguno.
Resulta que una vez más la madre Naturaleza nos ha dejado claro quién manda aquí, que contra ella poco podemos hacer y que no destruiremos el planeta sino más bien somos nosotros mismos los que nos autodestruiremos. ¿Has pensado que cuando nosotros no estemos, por imbéciles, el mundo seguirá rodando? Bueno, nos ha vuelto a demostrar eso y muchas cosas más como que, mira por dónde los que mueren son, otra vez, los pobres los que viven en casas precarias, mal hechas, los que no pueden permitirse estructuras de hormigón que aguanten el envite. Ya ves tú que cosas, hasta los terremotos entienden de clases, estoy seguro de que si el terremoto hubiese ocurrido en mitad de cualquier ciudad moderna “del primer mundo” puede que no hubiese que lamentar tantas muertes, pero también soy consciente de que es inevitable, haría falta dar la vuelta a esta sociedad como a un calcetín para intentar que todos tuvieran un techo seguro bajo el que guarecerse.
Pero si hemos aprendido algo es sobre la desidia y la falta de empatía por parte de un monarca con sus súbditos. Hemo visto como un dirigente todopoderoso pasa de sus gobernados, se hunde el país, pero nada, ellos a lo suyo, a seguir zampando por París que si eso ya se me acerco después del postre a ver si queda alguien vivo bajo los escombros y empiezo con lo de las órdenes para recibir ayuda internacional. Y lo peor es que no pasa nada, ni se oirán quejas, ni saldrá a pasear la guillotina ni nada por el estilo.
Eso sí, ¿Qué podemos esperar? Hemos visto como en Barcelona se convoca una concentración solidaria, sin más, sin más pretensiones que mostrar un poco de empatía con tantos damnificados y aparecen pitando y abucheando “los de siempre”, los que meten la bandera del pollo sin ningún pretexto más que elevar el estupor, sin venir a cuento y sin que los que la tienen en usucapión los desacrediten.
¿Qué le vamos a hacer? No tenemos apaño así que venga, ya tarda en llegar el meteorito o los aliens esos de las bolas del pacífico (si no es que son las bolas de Son Goku – uno tiene su edad-) Lo que sea para arrasar con todo y volver a empezar, a ver si nos queda una civilización un poco más decente.