En estos días, en que se nos rasgaban las vestiduras con las lecturas sobre las tres muertes ocurridas por intoxicación alimentaria en Alcalá de Guadaira, quisiera contaros una historia de mi día a día... Aunque antes de contárosla me gustaría matizar poniendo el énfasis en dos cosas: 1.- la primera: que soy consciente de que no se trata de nada nuevo; que es probable que a diario todos escuchemos cosas similares (yo las escucho con inusitada frecuencia en la consulta). 2.- y la segunda: que la escribo para todos porque el tema, aún exento de originalidad, conviene que lo recordemos una, otra vez y constantemente; pero que sobre todo lo escribo para lectura de los Bárcenas, de los Urdangarines y de todos y cada uno de los miles de individuos que, con su deshonestidad, fueron haciendo que estas situaciones resultaran no sólo posibles, también tan habituales.
EN UN CENTRO DE SALUD DE MADRID, CUALQUIERA DE LOS DÍAS DE LA SEMANA: -. Mire Ud., para el problema que me refiere lo mejor es que se compre una solución de las muchas que venden en la farmacia. -. Doctor... ¿No me puede recetar ninguna cosa por el Seguro? -. No, el seguro ya no cubre este tipo de remedios. -. Pues no podré comprarlo... Me pagan una pensión de 364 Euros al mes, y sólo por el alquiler de la habitación me llevan 182 Euros, así que ya me dirá Ud...