Revista Cine
Miss Bala (México, 2011), cuarto largometraje de Gerardo Naranjo (no vista por mí Malanchance/2004, interesante Drama/Mex/2006, fallida Voy a Explotar/2008, segmento neorulfiano ni fu ni fa en la cinta colectiva Revolución/2010), es la primera película importante, temática y estilísticamente hablando, del cineasta de origen sinaloense. Es, también, la cinta más redonda que se ha realizado en el país, hasta el momento, sobre el caos moral que ha provocado el narcotráfico desde que Felipe Calderón se vistió de militar y anunció que lanzaba una guerra contra el narco.Sin didactismos facilones de ninguna especie -a no ser la información final que aparece en la pantalla, que bien pudieron haber obviado-, he aquí a la morenaza de piel canela Laura Guerrero (Stephanie Sigman -para la trivia beisbolera, hija de Lee Sigman), un mero objeto de cambio/uso/reuso en manos de cierto tranquilo pero amenazante narco, Lino Valdez (Noé Guerrero), quien le cumple el sueño dorado a su "canelita" -ser coronada Miss Baja California- mediante el módico pago de unos cuantos favores: ser el correo para dejar un auto con la cajuela llena de "regalitos" frente al consulado americano, pasar por la frontera una buena cantidad de dinero con la que se pagará a algún informante de la DEA, servir de suculenta nalgui-carnada para el comandante de la zona militar respectiva, fungir como chivo expiatorio cuando Lino y/o el gobierno -da lo mismo- lo decidan y así hasta el final, en alguna calle polvorienta de Tijuana, en donde termina abandonada, esposada, de espaldas a la cámara, esperando seguramente que alguien más decida qué hacer con este pasivo-objeto-del-deseo.Más allá de la innegable pericia técnica que muestra Naranjo en su puesta en imágenes -la cámara de Mátyás Eldérly se mueve con ejemplar fluidez en las toma largas en las que está editada la cinta-, la elección de un ritmo de montaje claramente sintético -¿cuál será el promedio de duración por toma?, ¿más de 10 segundos?- le sirve al cineasta para intentar ordenar el caos que se muestra en el filme, un caos en el que nada es seguro, a no ser el poder corruptor del narco. Por lo mismo, el guión escrito por Naranjo y Mauricio Katz no se toma la molestia de explicar nada, por más que cualquier mexicano bien informado pueda entender algunos guiños más que obvios en los nombres de los personajes y en algunos giros argumentales. No estamos, pues, ante una puntillosa crónica informativa del narco y de sus inasibles meandros -como era Gomorrah, el libro de Roberto Saviano- sino ante una versión nacional del impulso narrativo de la otra Gomorrah, la cinematográfica (2008, dirigida por Matteo Garrone). Como en esa cinta italiana, en Miss Bala la cámara no se puede dar el lujo de descansar porque la muerte acecha dentro y fuera del encuadre. Y cuando esto sucede, no hay tiempo para entender nada. Sólo hay tiempo para correr... si es que se puede.