El narcotráfico en México es para muchos cadáveres y más cadáveres. Miss Bala nos aporta una visión más humana -e igualmente dura- del conflicto. Nominada al Goya a la mejor película hispanoamericana, se estrena hoy en cines.
Para muchos mexicanos la vida es dura, y Laura Guerrero (Stephanie Sigman) ve en un concurso de Miss Baja California un modo de escapar de su mundo. No obstante, tiene la mala suerte de que el local en el que está de fiesta con su amiga es atacado por una banda. Ella sale ilesa, pero para encontrarla se va metiendo, sin darse cuenta, en un turbio mundo de drogas, influencias y dolor. Viéndose implicada incluso su familia, deberá equilibrar las concesiones y su rebeldía mientras irá viendo, con el paso de los días, cómo se deshacen ante sus ojos las apariencias que cubren la corrupción estructural del mundo en el que vive.
Ni el más mínimo artificio -imagen y banda sonora correctas- enturbia la noble intención del director, Gerardo Naranjo: denunciar la vida sometida de miles de personas a la violencia del narcotráfico. Miss Bala conecta los ojos del espectador con los de Laura, curando la usual conceptualización de estos conflictos y poniéndonos a pie de calle. La frialdad de la muerte ajena, el peligroso y complejo juego del que son partícipes tantos estamentos de la sociedad del norte de México, el dolor de quienes lo padecen: un guión bien hilado que conciencia de ello de forma satisfactoria. Difícil establecer hasta qué punto se llega a esos niveles de corrupción, pero fácil empatizar y creer el sufrimiento que nos muestra en esos ojos de la protagonista.
Juan Ángel
Ovetense que un día decidió irse a aprender un desprestigiado oficio a la capital del Reino. Escribo y diseño webs.
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