Gabriela Isler es la flamante Miss Universo con un más que digno segundo lugar de nuestra representante. La verdad es que a uno, con ciertos años a sus espaldas, le cuesta distinguir la excelencia entre tantas mujeres hermosas, pero no le cabe duda alguna de que el jurado tendrá razón y más elementos de juicio que las fotografías publicadas en los diferentes medios.
Me sorprende el silencio con el que organizaciones internacionales progresistas, generalmente puntillosas con estas particularidades, permiten discurrir sin incidente alguno el concurso de referencia. No he tenido ocasión de escuchar alzarse voces discordantes relativas a la denigración de la mujer, a su utilización como objeto decorativo, a la desigualdad y a tantos otros temas, muchos de ellos manidos por el uso, y a los que uno se ha venido acostumbrando cada vez que fue utilizada la imagen de una mujer en la publicidad de un chocolate o de unas vacaciones. A fuerza de años, se hace uno desconfiado de casi todo, llegando a pensar que, o bien existe una conveniencia política en alguno de estos movimientos reivindicativos, o bien ciertas firmas comerciales buscan aumentar su publicidad mediante la provocación, algo que también es posible. El ciudadano de a pie solo puede intuir este partido de tenis entre dos contrincantes a quienes apenas se distingue, pero siempre cabe disfrutar de la belleza de estas muchachas, algo completamente natural y más allá de conveniencias políticas o económicas. Enhorabuena a las ganadoras.