Si hay una cualidad que define el misterio es la indisolubilidad. Con la fuerza con la que el mago cautiva con su arte, el misterio atrapa a quienes merodean a su alrededor, pero sin abrir la jaula. Siempre a un palmo de distancia, por lo menos, el misterio nos llama a aproximarnos, a destaparnos, pero haciéndonos saber que jamás se desnudará. Y es ahora, en un tiempo obstinado en respuestas y soluciones, cuando no hay mejor terapia que la de recordar que el misterio no está más allá, sino acá, con nosotros. Nosotros. El misterio.
“En cierto sentido, el misterio del nacimiento supera al de la muerte porque, cuando menos, sabemos de este último que sigue la ley conocidísima: todo humano es mortal. En cambio, ninguna ley sirve para el nacimiento. Puedes decir: todo ser humano debe morir –he aquí la ley de la muerte-. Pero no puedes decir nada parecido del nacimiento. Afirmar que todos los humanos han nacido, sólo es una constatación a posteriori. Cabe formular: «Todo el mundo muere», pero no: «Todo el mundo nace», pues esta segunda frase chirría. Todo ser humano ha nacido, eso sí. Pero no hay ley de la creación, porque ni siquiera hay una posibilidad previa sobre la que se pudiera aplicar la ley.” (Josep Maria Esquirol, Humano, más humano)