Este verano también ha servido para escribir reflexiones como esta:
“El invidente, en cuestión de misterios, está a la misma distancia que quien puede ver. Y es que el misterio nos incumbe de una manera muy distinta a como nos incumben las preocupaciones y menesteres cotidianos. Nos afecta de una manera mucho más radical, mucho más presente, mucho más total. A diferencia de la llamada interpelante del amigo o del vecino, que cesa en cuanto se atiende a la interpelación, la del misterio nos llama continuamente, no pudiendo zafarnos de ella por más que encontremos respuestas.” (“Entre niebla. ¿Por qué sigue teniendo sentido creer en el misterio?”, Revista Ábaco, Nº 115)