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Misterium tremendum en casa del señor Talbot

Publicado el 05 noviembre 2018 por Angeles

El señor Talbot estaba en su estudio, despachando como cada miércoles unos asuntos con su  amigo y administrador, el señor Hurley. Después de firmar unos documentos y mientras  los guardaba en una carpeta, Hurley dijo:-Por cierto, Talbot, esa doncella suya… Casilda… vaya sorpresa. -¿A qué se refiere usted, Hurley? –preguntó Talbot, que siempre estaba alerta en lo referente a Casilda.-Pues a que me ha parecido verla hace un rato, en el pueblo…-Bueno, habrá ido a hacer algún recado, la habrá mandado la señora Cook, la cocinera…-¿Un recado? ¿En la taberna, con una jarra de cerveza en una mano y un marinero en la otra?El señor Talbot no podía creer lo que oía. Casilda era demasiado inocente, demasiado tímida, y demasiado boba, para esas cosas. Así que en seguida dijo:-Imposible, mi querido Hurley, imposible. Se habrá usted confundido con otra muchacha, con alguna que se le parezca.-Será eso, pero le aseguro, Talbot, que si no era ella, era su hermana gemela. -No creo que tenga ninguna hermana gemela, pero esa explicación me parece más creíble que el que fuese realmente Casilda.

Al ver tan seguro a Talbot, Hurley admitió que podría haberse confundido, pero estaba convencido de que la muchacha a la que había visto en la taberna era Casilda. La había visto de cerca y la conocía bien.
Al día siguiente Talbot recibió a otro amigo, Scott, jefe de policía, para jugar su partida de ajedrez de todos los jueves.Mientras Talbot preparaba unas copas de licor para acompañar el juego, Scott le dijo:-Menuda sorpresa me llevé ayer tarde.-¿Ah, sí? ¿Qué ocurrió?-Que vi a Casilda, su doncella, en el puerto.-¿En el puerto? ¿Y qué hacía Casilda en el puerto?-Pues, por lo que vi, estaba despidiendo a un marinero que embarcaba.Talbot se volvió hacia Scott, con una copa en cada mano: -¿Pero cómo es posible…?-Bueno –dijo Scott con su habitual aire sosegado-, tampoco es tan raro. No es que la muchacha sea muy bonita, pero es joven, y se ve que cariñosa…
Entonces Talbot le contó a Scott lo que le había dicho Hurley el día antes. A lo que Scott respondió:-Pues ahí lo tiene usted, Talbot. No es ningún misterio. Casilda tiene una vida personal fuera de esta casa. Es natural.-Ya, claro, pero es que no es propio de ella… ¿No sería alguien que se le parecía mucho?-Podría ser, desde luego. Pero tendría que ser una hermana gemela.
A pesar de su seguridad en el carácter de Casilda, Talbot no dejaba de darle vueltas al asunto. Le parecía difícil que dos de sus amigos se hubiesen confundido  con alguien tan peculiar como Casilda, ya la que habían visto tantas veces en su casa. Así que, cuando Scott se marchó, después de ganar dos partidas de ajedrez, Talbot mandó llamar a la tímida doncella. -Casilda, dígame, ¿dónde estuvo usted ayer por la tarde?-Aquí, señor –respondió Casilda-, en la casa. -¿No salió a ningún recado? ¿No fue al pueblo?-No señor, no tenía que ir. Iré mañana, que es viernes y la señora Cook me mandará al mercado por…-Está bien, está bien. Pero, dígame, ¿estuvo en la cocina, con la señora Cook, todo el día? -Sí, señor. Bueno, todo el día en la cocina no. Antes del almuerzo estuve en el vestíbulo, limpiando el espejo nuevo, como me dijo Butler, el mayordomo…-Ya sé quién es Butler, Casilda. Vaya al grano, por favor. -Sí señor, pues eso, señor, que Butler me mandó limpiar el espejo porque los hombres que lo trajeron lo dejaron muy sucio después de ponerlo en la pared y …–Ah, bien, bien –dijo Talbot, que tras meditar un poco añadió:–Casilda, usted no tiene ninguna hermana gemela, ¿verdad?–No, señor, ni gemela ni de otra clase. Sólo tengo dos hermanos, mayores que yo, que trabajan con mi padre en la…—Sí, sí, es suficiente. Puede marcharse, pero haga el favor de decirles a Butler y a la señora Cook que vengan a verme.

Casilda salió del estudio con su paso nervioso, con la cabeza gacha y manoseando el delantal, como era su actitud propia. Al verla, el señor Talbot pensó: “Imposible. Es imposible que esta muchacha ande por las tabernas y los muelles mariposeando con los marineros. Pero si no tiene una hermana gemela, ¿cómo se explica que la hayan visto por ahí cuando se supone que estaba aquí? 

Después de hablar con el mayordomo y la cocinera, que le confirmaron que Casilda no había salido de la casa durante todo el día anterior, Talbot comprendió que la cosa era mucho más complicada de lo que le pareció al principio. Era un misterio tremendo que había que aclarar como fuese. Porque según lo que decían los unos y los otros, parecía que Casilda tuviese la capacidad de estar en dos sitios al mismo tiempo; y, lo verdaderamente grave, que tenía dos personalidades, y tan dispares entre sí que aquello podría terminar convirtiéndose en un problema en el trato con ella, y desde luego  poner en entredicho la respetabilidad de la casa.
Al día siguiente Talbot se reunió de nuevo con Scott, Hurley y otrosdos amigos, para celebrar su acostumbrada tertulia; tertulia que en esta ocasión, no podía ser de otro modo, se centró en el asunto de Casilda y su supuesto don de la ubicuidad.Scott y Hurley seguían convencidos de que la joven a la que habían visto, el uno en la taberna y el otro en el puerto, era Casilda o una hermana gemela. Pero su convencimiento no encajaba, y así lo admitieron, con las afirmaciones de Butler y la señora Cook,ni con la de la propia Casilda respecto a que no tenía ninguna hermana.

–Y estoy seguro de que ninguno miente –dijo Talbot–. Butler y la señora Cook llevan muchos años conmigo y nunca me han dado motivo para dudar ni lo más mínimo de su honestidad. Y Casilda… bueno, Casilda es incapaz de mentir, simplemente. No tiene maldad ni cabeza para eso. -Salvo que tenga en verdad una gemela y ella no lo sepa -aventuró Scott, acostumbrado, como jefe de policía que era, a pensar en todas las posibilidades.

Y así iba pasandola tarde, con tan doctos caballeros frunciendo mucho el entrecejo de tanto pensar, y sin llegar a ninguna conclusión.
Entonces a Talbot le pareció escuchar un murmullo en el vestíbulo, al otro lado de la puerta del estudio, como si alguien hablase consigo mismo. Dejó a sus amigos cavilando, salió a ver, y se encontró con Casilda, que estaba con el plumero bajo el brazo, las manos a los lados de los ojos y la frente pegada al gran espejo nuevo. -Casilda, alma de Dios, ¿se puede saber qué hace usted, que se va a quedar bizca? -Ay, señor, disculpe, es que quería ver a la mujer.-¿Pero qué mujer, criatura?-La mujer del espejo. Me había parecido que era yo que me reflejaba, como es lo normal, pero se ve que no era yo, porque cuando me he acercado ha dado media vuelta y se ha ido.-¿Pero cómo que se ha ido? ¿Y a dónde?

Entonces Talbot se dio cuenta de algo asombroso. Algo tan asombroso que aunque lo estaba viendo con sus ojos no lo podía creer. Porque mientras hablaba con Casilda, en el espejo sólo se veía su imagen, la de él, allí de pie, como si estuviera hablando sólo. Como si el reflejo de Casilda se hubiera marchado.Entonces, aturdido y trastornado, entró de nuevo en el estudio para pedirles a sus amigos que saliesen a ver aquel prodigio. Al abrir la puerta los encontró a todos apiñados ante uno de los ventanales, mirando hacia el jardín. -Señores, hagan el favor… -empezó a decir. Y cuando los amigos se apartaron de la ventana Talbot vio a Casilda en el jardín y los demás la vieron en el vestíbulo.   Allí estaban, la Casilda  asustadiza y apocada que todos conocían, y esa otra Casilda, alocada y alegre, que correteaba y brincaba por entre los parterres tarareando una descocada canción marinera.

Mientras la verdadera Casilda seguía en el vestíbulo, ahora intentando mirar por detrás del espejo y ajena a la conmoción que había provocado, Talbot, que ya había comprendido lo que ocurría, informó a sus amigos del fenómeno espejístico que había presenciado. Y todos aquellos caballeros, hombres ilustrados y eruditos, conocedores de las ciencias y de las filosofías, las teologías y las metafísicas, tuvieron que admitir, una vez más, que, en lo referente a Casilda, eran como hombres prehistóricos abrumados por los misterios del universo, sin más opción que creer lo que veían y sin posibilidad de encontrarle una explicación.
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