Revista Cultura y Ocio

Místicas

Publicado el 22 julio 2017 por Rubencastillo
Místicas
Cuando se tiene entre las manos un volumen de versos con el título de Místicaspuede uno imaginarse parte del contenido que se ofrecerá ante sus ojos, pero no necesariamente la forma en que el vate abordará el traslado de las emociones hasta el lector. El mexicano Amado Nervo, autor de las páginas que me apresto a comentar, dice aquí sentirse confuso y dilacerado entre una vida que se le antoja larga e insufrible y una muerte que le atemoriza con su oscuridad misteriosa. Siente (nos repite una y otra vez) “la incurable tristeza” de su vida, a la vez que experimenta un comprensible horror ante la llegada del ocaso. En ocasiones, nos habla de amores purísimos, que lo atraviesan y que dan sentido a su existencia. Otras veces, nos habla de su voluntad de recluirse, si fuera necesario, en un monasterio trapense, cavando en el huerto su propia tumba, con tanta humildad como resignación. Y otras, en fin, reconoce que no puede resistir la tentación que le plantan ante los ojos las carnes femeninas, con “las combas triunfales de sus amplias caderas” (en algún verso, esa fogosa sensualidad parece llenarse de picardía en los encabalgamientos. Así, resulta memorable el que nos dice: “¡Oh Señor Jesucristo, guíame por los rectos / derroteros del justo…!”. Si Nervo vislumbró la dualidad anal-religiosa de esa frase cortada me descubro ante él por su sentido del humor; si no atinó a darse cuenta aplaudo con sonrisa al dios de la casualidad). O sea, que el poeta se debate entre lo divino y lo “fieramente humano”, sin que llegue a situarse en ninguno de los dos platillos de la balanza de forma estable. Entre todas las composiciones del breve volumen, quizá la más conocida es la que lleva por título “A Kempis”, donde el poeta hispanoamericano le explica al roñoso asceta que durante muchos años ha vivido apesadumbrado por sus líneas, donde explicaba que todo pasa, todo es triste, todo es caduco y todo digno de lágrimas.
El volumen, en fin, está redactado con la sonora vistosidad del lenguaje modernista, que tan mal ha envejecido en la mayor parte de los poetas (adjetivos deliberadamente pomposos, rimas esdrújulas, lises y quimeras por doquier, religiosidad más colorista y declamatoria que auténtica), aunque es justo reconocer que en Nervo mantiene algunos brillos dignos de memoria. Místicas empalaga en algunos tramos por el olor a cera de sacristía y por su dogmatismo (que llega a cotas de inesperada agresividad), pero aún se lee con felicidad.

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