Revista Opinión
“Produce vergüenza ajena e indignación –escribe Juan Gabalaui en LQSomos – escuchar a dirigentes pesoistas glosar la figura de Felipe González, ocultando su responsabilidad en el terrorismo de estado en la década de los 80, lo cual le inhabilitaría de por vida como referencia política y condenaría sus opiniones sobre la realidad política a la marginalidad y la intrascendencia. Que un responsable de terrorismo de estado sea, a su vez, arquitecto de la democracia española desmonta toda la palabrería, generada por los medios de comunicación y los partidos políticos, sobre el país de las maravillas que llaman España. El mito no permite que haya expresidentes terroristas o que tengan las manos manchadas de sangre por la muerte de miles de personas. Con estos mimbres no habría mito. Habría justicia. Y en este estado se ha optado por el mito antes que por la justicia. Si no fuera así, se caería el entramado que han montado…
¿Cómo –se pregunta Cañabaui– un responsable de terrorismo de estado puede hablar en la universidad? Aquí aparecerán las sonrisas de los defensores del mito y empezarán a desgranar cada uno de los supuestos logros políticos y sociales conseguidos bajo el mandato de González. Nos hablarán sobre el mito construido como una realidad objetivable, sin fisuras. Algunos, en un tono más bajo, hablarán de los GAL y sacarán la lista de argumentos justificadores. Otros, en plan cínico, nos aleccionarán sobre la responsabilidad de gobernar y nos alertarán sobre la ingenuidad política de aquellos que creen que los gobiernos no hacen esas cosas. Lo hace todo el mundo y González hizo lo que tenía que hacer. Otros más, se indignarán como si se hubiera insultado a su padre…político en este caso. ¡Hay que dejarle hablar! Lo cual no ha dejado de hacer, sin traba alguna, utilizando como escaparate los más potentes medios de comunicación, marcando tendencia y el camino a seguir a la tropa servil que, de forma cómplice, le sigue situando públicamente en los altares de la historia socialista (…)
“Esto –termina Juan Cañabaui– no es un debate sobre ideas sino la constatación de una impunidad. No es que Felipe González haya pasado unos años en prisión por su gestión y después se le persiga, acose y limite su libertad de expresión y de acción. No. Todo lo contrario. Se le ha agasajado, ha gozado de todos los privilegios que tiene un expresidente, se ha convertido en un multimillonario y ha podido exponer sus ideas y opiniones en los medios más prestigiosos. Si quisiera podría volver a presentarse a unas elecciones presidenciales. No habría impedimento alguno. Su vida está llena de privilegios. A pesar de todo. La Universidad Autónoma, a pesar de todo, le invita y se espera que todos actuemos desde la corrección política, es decir, en base a lo que se espera para mantener el mito. No permitir que hable en la universidad es fascismo, según esa corrección política, por lo que supone de ataque a la libertad de expresión pero ¿qué es la impunidad que le acompaña desde que tuvo que abandonar la presidencia del gobierno? ¿Qué nombre le deberíamos dar a la defensa de una persona que ha participado en la muerte y la tortura de decenas de personas? ¿Qué deberíamos decir del apoyo que recibe de los poderes del estado y de los grandes medios de comunicación? ¿En qué se convierte una democracia con las manos manchadas de sangre?”