En la pasada entrada, repasamos los mitos del diluvio universal, tanto los precedentes del diluvio de Noé como las inundaciones míticas de China. En la entrada mencionaba como se suele decir que este es un mito presente en todas las culturas, pero no es cierto (p.ej: en Japón), aunque sí que está presente en muchas.
Grecia y Roma
En Grecia no había grandes ríos como el Tigris y el Éufrates en Mesopotamia o el Yangtsé y el río Amarillo en China, por lo que no abundan este tipo de mitos. No obstante, al igual que Pandora puso fin a la Edad de Oro, un diluvio terminó con la Edad de Bronce.
El mito griego conservado más antiguo del diluvio fue escrito por Epicarmo, aunque los más famosos son los contados por Ovidio en Metamorfosis y Pseudo-Apolodoro en Biblioteca.
La historia del diluvio parte con Licaón de Arcadia, hijo de Pelasgo. Fue un rey muy religioso que fundó Licosura, donde erigió un altar a Zeus Liceo. Debido a su religiosidad, comenzó a realizar sacrificios humanos a los dioses valíendose de los extranjeros que llegaban a su hogar, violando la ley de hospitalidad. Zeus decidió presentarse como un peregrino pero, alertado por varios signos divinos, en vez de matarlo a él, decidió servirle la carne de una de sus víctimas. Enfurecido, Zeus transformó a Licaón en lobo e incendió su palacio.
Los licaónidas, los numerosos hijos de Licaón, compartían el mismo comportamiento, por lo que Zeus repitió su visita. Los licaónidas repitieron la jugada sacrificando a su hermano Níctimo y sirviéndoselo a Zeus entre vísceras de animales. Como tantos otros mitos, los detalles que le siguen varían. Unos dicen que también fueron convertidos en lobos, otros que fueron fulminados por rayos o exiliados. Níctimo fue resucitado y coronado rey de Arcadia.
Fue durante el reinado de Níctimo, enfurecido por la desmesura (ὕβρις hýbris) de los pelasgos, cuando Zeus desató el diluvio. Las lluvias convirtieron los ríos en torrentes y el mar inundó la costa. Deucalión, rey de Ftía e hijo de Prometeo y las oceánides Clímene, Hesíone o Pronoia, fue advertido de la amenaza por su padre. Este le indicó que construyese un cofre con las suficientes provisiones. Después de nueve días, las aguas cedieron y el cofre llegó, según la versión, al monte Parnaso, Etna, Athos u Otris. Solo sobrevivieron Deucalión y su esposa Pirra, hija de Epimeteo.
Tras el diluvio, la pareja dio gracias a Zeus y consultaron al oráculo de Temis sobre como repoblar la Tierra. Este les dijo que debían cubrirse la cabeza y tirar los huesos de su madre detrás de sus hombros. Con "madre" se refería a Gea y por "huesos" a las piedras. Así, lanzaron piedras hacia atrás. Las de Deucalión se convirtieron en hombres y las de Pirra se convirtieron en mujeres.
Luciano de Samósata escribió en Sobre la diosa siria ( De Dea Syria) sobre Deucalión, pero en su historia salva a una pareja de animales y a sus esposas, llegando a Manbiy, en el norte de Siria.
Polinesia
La Polinesia es la región triangular de pequeñas islas en el océano Pacífico que tiene como vértices a Nueva Zelanda, Hawái y a la isla de Pascua. No hay que confundirla con Melanesia, al norte de Australia, de Nueva Guinea a Fiyi, o Micronesia, al norte de Melanesia, de Palaos a las islas Marshall. Si aún así os quedáis igual, pensad que es la región representada en Moana o Vaiana.
En Polinesia también se cuentan mitos de grandes inundaciones, pero más que lluvias abundantes o ríos que se desbordan, implican al mar. Es posible que las olas de marea o terremotos provocaran catástrofes en las islas pequeñas, sobreviviendo en el relato de los supervivientes. Las más vulnerables son los atolones, pero una isla volcánica también podía hundirse debido a una erupción.
Un problema presente en muchas culturas es conocer sus mitos después de la introducción del cristianismo o el islam. Es difícil determinar qué detalles son originales. La Polinesia no es una excepción.
Teuira Henry publicó en Antigua Tahití (1928) dos mitos de este tipo que consideraba los más originales y puros. En un mito registrado en 1829 contaba que las islas de Tahití y Moorea estaban sumergidas. Sin embargo, los dioses capturaron a los insectos aves en los cielos y los salvaron, sobreviviendo solo una pareja humana y los animales que pudieron salvar. El esposo propuso escapar a la montaña más alta de Tahití, Orohena, mientras la esposa insistió en ir a Pito Iti, otra montaña de la isla. Al llegar a la montaña Pito Iti, el océano inundó todo y cediendo tras diez días. Por debajo de esta lo había matado y destruído todo. Las montañas empapadas comenzaron a ceder y la pareja se vio amenazada por los corrimientos de tierra. El esposo cavó inmediatamente una cueva en la montaña para refugiarse. Durante días no oían más que corrimientos de tierra y rocas cayendo. Cuando no se oía nada más, abrieron la entrada y salieron. Aunque la tierra estaba seca, no había árboles, hierbas, flores, plantas comestibles ni animales. Sobrevivieron durante años solo con tierra roja y peces. En esa época, la pareja tuvo muchos hijos que se hicieron mayores. La tierra floreció y estuvo poblada de nuevo.
En otra historia registrada en 1822, en Raiatea, la isla sagrada, dos amigos, Te-aho-roa y Ro'o deciden ir a pescar. Reman de un lado a otro sin percatarse que se acercan a donde duerme el dios oceánico Ruahatu. Sueltan sus anzuelos de piedra y uno golpea la cabeza de Ruahatu, despertándole. Ruahatu tira enfadado de sus sedales y emerge ante ellos. Reconociendo lo que han hecho, los dos amigos se disculpan al dios. Ruahatu pregunta si pertenecen a la misma tribu que su amante mortal, la princesa Airaro. Cuando responden afirmativamente, Ruahatu les dice que vuelvan a casa, la recojan a ella y todo lo que tengan en la isla y naveguen a la pequeña isla de Toa-marama porque planea inundar la isla de Raiatea esa misma tarde. Los dos amigos se apresuran y avisan a todos del peligro inminente. Solo la familia real y las familias de los pescadores les creen. El grupo sube a las barcas y parte a Toa-marama. Mientras tanto todos los insectos, aves y animales son recogidos en los cielos por sus respectivas deidades. Al caer la noche, todo está hundido bajo el mar salvo Toa-marama. Al amanecer la tierra aparece de nuevo, pero está desolada. La gente vuelve a sus hogares, pero pasan muchos días sin comida ni refugio. Finalmente, vuelven las plantas a las islas. La familia real se ha salvado y, en pocos años, la isla está tan poblada como antes.
Los maoríes contaban la historia del diluvio de Para-whenua-mea, influida por el cristianismo. En ella, el dios creador Tāne encarga a dos representantes, Para-whenua-mea y Tupu-nui-a-uta, visitar a los mortales en la tierra y predicar sus doctrinas verdaderas, que han olvidado. Los dos son el objetivo de las burlas y son amenazados y, tras un tiempo, construyen con sus hachas de piedra una balsa con una casa de madera encima. Tras llenarla de suministros, rezan para que llueva, que cae hasta que cubre toda la tierra. Muere toda criatura viviente y los únicos supervivientes son los dos representantes y algunos hombres y mujeres que iban con ellos. Tras ocho meses a la deriva, aparecen señales en un altar a bordo de que la marea cede. La balsa toma tierra en una montaña en Hawaiki y la gente desembarca, donde construyen un altar para ofrecer sus oraciones y sacrificios. Mientras tanto, en el cielo aparece un arco iris del dios Kahukura.
En obras como el Shatápatha bráhmana (700-300 a.C.), el Majabhárata (c. III a.C.) y el Matsia Purana (250-500 d.C.), Matsia, primer avatar de Visnú, desciende a la tierra para advertir del diluvio al sabio Satyavrata, también conocido como Vaivasvata o Sraddhadeva, rey de los drávidas antes del diluvio.
Satyavrata encontró a un pequeño pez, Matsia, en el agua para sus abluciones y la criatura le expresó su temor sobre estar en el estanque, ya que podía comérselo un pez mayor, así que el sabio lo metió en una jarra de agua. El pez seguía creciendo y cambiando de hogar, cada vez mayor, hasta que tuvo que ser llevado al océano. Al ver que no era un pez ordinario, Satyavrata le pregunta quién es y Matsia le desvela su identidad. Matsia le advirtió sobre el fin de la era y su consiguiente disolución, diciéndole que debía construir un barco para salvar a los animales, las semillas de las plantas y a los siete sabios. Los reunió a todos en un barco y, cuando comenzó la inundación, le lanzó una cuerda (la gran serpiente Ananta en algunas versiones) a Matsia y la ató a su cuerno.
Mientras tiraba del barco, Matsia les instruyó sobre la sabiduría de los Vedas. La misión por la que Visnú había descendido a la Tierra era salvar los Vedas, que habían caído de la boca de Brahma cuando se quedó dormido al principio de la involución. El gran demonio Hayagriva esperaba su oportunidad para robarlos para los asuras, para que las próxima era careciera de las escrituras. Matsia derrotó a Hayagriva y salvó los Vedas, como hicieron las demás encarnaciones de Visnú. Al llegar al Himalaya, Matsia le dio las gracias a Satyavrata y una esposa, Idâ o Ilâ, con la que produjo la raza humana.
Satyavrata es conocido como Vaivasvata Manu, el primer hombre de la séptima era ( Manvatara), la actual. Hubo un Manu en cada una de las seis eras anteriores y otro en cada una de las siete siguientes. Cada era dura 300 millones de años, el equivalente a un día de Brahma.
El Shatápatha bráhmana identifica a Matsia con Prajapati-Brahma en vez de Visnú. En el Matsia Purana son los dioses quienes construyen el barco.
Islas Andamán
En las islas Andamán, territorio de la India donde murió el año pasado un misionero, también tienen su mito del diluvio. Se cuenta que tras crear el mundo, Pūluga, el dios creador, creó a un hombre llamado Tomo. Era negro, como sus descendientes actuales, pero mucho más alto y barbudo. Pūluga le enseñó como usar el fuego y como cocinar cerdos, que entonces eran fáciles de capturar porque no tenían orejas ni nariz. Luego creó a una mujer llamada Chan Elewadi. La pareja tuvo dos hijos y dos hijas. Cuando el número de cerdos se convirtió en una molestia, la mujer les hizo agujero en el morro y la cabeza, peritiéndoles oir y ver para evitar el peligro y buscarse la comida. Pūluga cubrió toda la tierra con selvas en las que podían ocultarse los cerdos, haciéndolos más difíciles de capturar. Pūluga salvó a la gente enseñándoles cómo cazar con ayuda de las flechas y el carco, así como a construir una canoa y pescar. Le mostró a Chan Elewadi como tejer cestas, hacer redes y usar arcilla ocre y blanca. También declaró una serie de normas yregulaciones, como prohibir el trabajo ruidoso por la noche durante la temporada de lluvias. Pūluga también les dio su idioma, A-Pucikwar.
En esa época, Pūluga vivía en Saddle Peak, por lo que estaba tan cerca que podía visitar y enseñar a su gente. Según la leyenda, las canoas de la época no tenían batangas y se hacían con troncos ahuecados del pandanus, que se decía que eran más grandes. También se decía que las calas tan características de Andamán mayor: Tomo arponeó un gran pez que, con sus esfuerzos para escapar, golpeó la tierra repetidamente con su hocico, provocando las abolladuras que se convirtieron en calas. Se decía que el propio Tomo había vivido mucho y había visto a sus descendientes crecer en número hasta el punto que su tierra natal no podía satisfacerlos a todos. Pūluga actuó de nuevo y los equipó con armas, herramientas, fuego y su propio idioma antes de repartirlos por todo el país. Tomo y su esposa se ahogaron más tarde, siendo convertidos en una ballena y un pequeño cangrejo, respectivamente.
Kolwot, nieto y sucesor de Tomo, se distinguía por ser el primero en cazar a una tortuga. Tras la muerte de Kolwot, la gente descuidó las órdenes que recibieron en la creación. Pūluga dejó de visitarlos y sin previo aviso mandó una inundación devastadora. Solo sobrevivieron dos hombres, Loralola y Poilola, y dos mujeres, Kalola y Rimalola. Al desembarcar, descubrieron que habían perdido su fuego y todos los seres vivos habían muerto. Puluga recreó a los animales y plantas pero no les dejó más instrucciones ni les devolvió el fuego. Sufrieron crasamente. En este momento, uno de sus amigos recién ahogados apareció en forma de martín pescador. Notó su malestar y voló al cielo donde encontró a Pūluga sentado junto al fuego. Tomó un leño ardiente e intentó volar a la tierra con él. El espíritu del martín pescador soltó el tronco en Pūluga, que sufrió quemaduras y lanzó el leño enfadado al ave. Falló su objetivo y cayó cerca de los cuatro supervivientes. La leyenda añade que, desde entonces, los andamaneses no han pasado un día sin fuego, gracias a las preocupaciones que tienen para evitar su extinción. Los supervivientes tuvieron que sobrevivir aprendiendo por sí solos las habilidades de la vida diaria. Se decía que los pigmentos para pintarse el cuerpo fueron descubiertos accidentalmente por una mujer que buscaba raíces comestibles.
Tras establecerse, los supervivientes comenzaron a pensar en vengarse de Pūluga que había matado a sus amigos. Cuando se encontraron con Pūluga, pensaron en matarlo. Sin embargo, Pūluga los convenció para que no lo intentaran, ya que era demasiado duro para sus flechas y que, si intentaban matarlos, él los mataría a todos. También les explicó que su desobediencia provocó el diluvio, por lo que se restauró la sumisión y obediencia. Se dice que fue la última vez que Pūluga fue visible para su gente.
Cuando su número volvió a crecer hasta el punto que su hogar les era insuficiente, partieron en grupos, cada uno llegando fuego y las herramientas necesarias, adoptando cada uno su propio idioma. Cada grupo recibió un nombre tribal y de ellos surgieron las distintas tribus encontradas en 1858. Esta segunda generación de humanos también se describe como hombres longevos, altos y con largas barbas. Se desconoce por qué estas características se perdieron, pero también están presente en el cristianismo.
Fuentes
- Craig, R. D. (2004). Handbook of Polynesian mythology. Abc-clio.
- Williams, G. M. (2003). Handbook of Hindu mythology. Abc-clio.
- Weber, G. (2006) Myths and Legends