Es común estos días escuchar en diversos ambientes frases como “tenemos la juventud mejor preparada de toda la historia” o “esta generación será la primera que vivirá peor que sus padres”, también en relación a los jóvenes. Y con estos mimbres, “la mitad de la juventud no encuentra empleo”.
Con substratos emocionales como esos, las nuevas generaciones afrontan su entrada en el mercado laboral con una cierta prepotencia, según mi opinión, surgida de esos elementos que teóricamente les otorgan un mayor valor que otros colectivos.
Sin embargo, ¿qué hay de verdad en todo ello? Analicemos primero el tema formativo con datos estadísticos recogidos del INE. Comparando 2009 con 1992 observamos una positiva evolución en el nivel educativo en la franja de 25 a 34 años pero aún el 36% no han aprobado la secundaria. En ese período de tiempo y edad, se ha aumentado en 20 puntos las personas con educación superior (hasta el 43% del total) pero solamente una tercera parte de este colectivo tiene una licenciatura finalizada, el resto es primer ciclo universitario y formación profesional superior.
En relación con el alto nivel de desempleo, con datos de 2009, el 55% de los jóvenes de 16 A 19 años no tenían trabajo, porcentaje que se reduce al 33% entre 20 y 24 años y al 22% entre 25 y 29 años. Y solamente el 14% de los jóvenes de 25 años o más, con estudios superiores, están en paro.
Por otro lado, las comparaciones sobre el nivel de vida se han de realizar en períodos similares. Cuando se dice: ‘vivo peor que mis padres’, se debería completar con 'cuando ellos tenían mi edad'. Piense. ¿Cuál era el nivel de vida de un joven en 1985? Vemos claramente que las realidades son otras, más allá de una frase acertada.
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