Revista Cómics
¿Quién no ha oído hablar de Moby Dick, la gran ballena blanca? Este clásico de la literatura universal escrito por Herman Melville (1819- 1891) en 1851, narra las aventuras del Pecquod, un barco ballenero natural de Nantucket y su travesía en la busca y captura de la temible ballena Moby Dick, que en realidad es un cachalote.
El inicio de la novela es de los más famosos con su "LLamadme Ismael", quien será el narrador de esta trepidante y épica aventura. A mediados del siglo XX si alguien hubiera buscado este libro en una biblioteca, lo hubiera encontrado en el apartado de cetología! Esto es debido a que Melville aporta tantísimos datos sobre las ballenas que parece más un manual sobre esta especia que una novela de aventuras. De hecho, las partes donde se centra en describir todas las partes de la ballena, su mitología y simbología, su historia, los diferentes usos de sus partes o la ballena en la ciencia, son bastante aburridillas y el superar toooda la lectura sin saltarse ningún párrafo es casi un triunfo. Lo cierto es que la historia de Melville es muy bonita y trágica, la manera de narrar toda la aventura desde que Ismael llega a Nantucket hasta si mismo final es de lo más emocionante, parece que eres un miembro más de la tripulación y que en cualquier momento puedes caer por la borda y ser carne de tiburones.
Moby Dick es el gran protagonista de esta historia, pero no podemos olvidarnos del Capitán Ahab, personaje temido, histriónico y megalómano con una única obsesión, acabar con Moby Dick. Otro personaje que me gustó mucho es el indígena Queequeg, el cual tiene el cuerpo todo tatuado pero que a pesar de su rudo aspecto tiene un corazón bondadoso y solidario. Al final, Ismael, el narrador, tiene el papel de narrador, no un papel activo en la historia. Aconsejo la lectura de este clásico, pero siempre siendo conscientes de las partes menos intrépidas ya mencionadas.
Me han gustado muchas frases de la novela, así que las pondré todas. Por cierto, he visto el tráiler de la peli que se hizo con Gregory Peck como Capitán Ahab, y tengo que decir que no me pega absolutamente nada Gregory como el Capitán Ahab, es más, parece salido de una novela de Dickens más que de una peligrosa aventura en las profundidades del océano.
· “A ningún hombre le gusta dormir con otro en una cama. En realidad, uno preferiría con mucho no dormir ni con su propio hermano. No sé por qué, pero a la gente le gusta el aislamiento para dormir. Y cuando se trata de dormir con un desconocido extraño, en una posada extraña, y ese desconocido es un arponero, entonces las objeciones se multiplican indefinidamente.”
“La ignorancia engendra el miedo”
“Me parece que hemos confundido mucho esta cuestión de la Vida y la Muerte. Me parece que lo que llaman mi sombra aquí en la tierra es mi sustancia auténtica. Me parece que, al mirar las cosas espirituales, somos demasiado como ostras que observan el sol a través del agua y piensan que la densa agua es la más fina de las atmósferas. Me parece que mi cuerpo no es más que las heces de mi mejor ser. De hecho, que se lleve mi cuerpo quien quiera, que se lo lleve, digo: no es yo. Y por consiguiente, tres hurras por Nantucket, y que vengan cuando quieran el bote desfondado y el cuerpo desfondado, porque ni el propio Júpiter es capaz de desfondarme el alma.”
“Eso va en contra de mis principios. No pensar, es mi undécimo pensamiento; y duerme cuanto puedas, el duodécimo.”
“Hay ciertas ocasiones y coyunturas en este raro asunto entremezclado que llamamos vida, en que uno toma el entero universo por una enorme broma pesada, aunque no llega a discernirle su gracia sino vagamente, y tiene algo más que sospechas de que la broma no es a expensas sino de él mismo.”
“No quiero parecer poco elegante, pero esta fea ballena parece una cerda mutilada.”
“¿Por qué tratáis de “ensanchar” vuestra mente? ¡sutilizádala!”
“Mi distinguido señor, en este mundo no es tan fácil poner en claro estas cosas evidentes. Siempre he encontrado que son las más enredadas de todas.”
“No hay locura de los animales de este mundo que no quede infinitamente superada por la locura de los hombres.” “Era un viejo que, casi a la edad de sesenta años, había encontrado tardíamente eso que en la técnica de la tristeza se llama ruina.”