D. Pablo, con su equipo de gobierno, camina con paso firme hacia la presidencia, suya o de otro adlátere, tras presentar una moción de censura que sabe sobradamente, condenada al fracaso. El Sr. Iglesias conoce el terreno que pisa y aprovecha para hacer la campaña a Sánchez en el PSOE antes de fagocitarlo; el socialista tiene escasas posibilidades de supervivencia en la tela de araña tejida por un Podemos que pretende encarnar la alternativa progresista o de izquierdas a medio plazo. Incluso se permite la formación morada proponer a Pedro Sánchez como candidato a la presidencia del gobierno en el montaje publicitario que supone la moción, precsamente por la seguridad en su fracaso; ayuda envenenada la que recibe el candidato a la Secretaría General que haría un gran favor a su partido apartándose de la vida pública. Precisamente porque el socialismo puede infectarse por un virus morado de política bolchevique, por la nula empatía del Sr. Iglesias con nadie que no sea el Sr. Iglesias, que remeda la revolución francesa en lo tocante a guillotinar cabezas disidentes, como sucede en el caso de Errejón, más centrado, cuya meta era ganar adeptos por ser simpáticos en vez de temibles; la infección se extenderá, como un cáncer entre las filas del PSOE que puede estar a punto de cavar su propia fosa en la crónica de una muerte anunciada.