Por: David Quiceno
Una vez más aparece Antanas Mockus. Ahora aspirando al Congreso “con toda la fuerza del mundo”. Por el sólo anuncio le hacen una entrevista, nada menos que la revista SEMANA, y nada menos que María Jimena Duzán. Al instante cae la fiebre: ocho mil ochocientas reproducciones del artículo vuelan por Internet. Claman los efusivos como ante el regreso del Mesías, los mesurados hablan con respeto de la candidatura, aunque se vaya perdiendo la cuenta de cuántas veces lo han visto en un tarjetón. El doctor Antanas es -dicen-, un hombre serio, diferente, inmaculado, no un político sino un intelectual. ¡Lo que Colombia necesita!
Una pausa, por favor, antes de declarar otra marea (¿de qué color esta vez?). No sé cómo hace la gente para no cansarse, para mantener esos niveles de entusiasmo, inagotables, por una figura que no aporta una sola prueba de ser lo que dice. ¿Mockus no es un político tradicional? Pero si demuestra más ansias de poder que Serpa o Santofimio en su momento, a tal punto que en este país parece que no podemos pasar unas elecciones sin ver su nombre. Todos los cargos los ha pretendido: tres veces la alcaldía de Bogotá, dos el senado, varias la dirección de partidos, tres más la presidencia de la república y una la vice-presidencia. Eso, pues, que se sepa. Lo vimos candidato a la alcaldía en las elecciones que perdió ante Gustavo Petro, y a la presidencia en los últimos comicios, que perdió ante Juan Manuel Santos, y en los anteriores a esos, que perdió ante Álvaro Uribe. Antes la había buscado en el 98’, con una candidatura de la que sólo se recuerda el vaso de agua que le tiró en la cara a Horacio Serpa, para terminar figurando en la lista del Partido Conservador, detrás de Noemí Sanín, también derrotada. Al Congreso ya se había lanzado en 2007, sin obtener curul. Desde su última victoria en política han pasado más de diez años, recuperando la alcaldía que abandonó intempestivamente para recorrer el país seguido por doce hombres disfrazados de apóstol, en una demagógica campaña de la que no resultó un solo electo.
Eso es lo de Mockus: lo intempestivo con apariencia de pedagogía. Se levanta de las entrevistas, se viste de zanahoria, se pinta de colores la barba. Todos lo recuerdan bajándose los pantalones ante un auditorio, repartiendo chalecos antibalas de corazón, improvisando rap o contrayendo nupcias montado en un elefante. ¿Lo recuerda, alguien, en un ejercicio de verdad intelectual? ¿Mil horas de trabajo voluntario como solución al conflicto armado de Colombia? Ostenta una maestría, y poco más hay para decir. ¿Cuál es su propuesta para los temas serios? Nada. No habla de cómo reformar la salud, ni la justicia, ni el agro. En comercio internacional no se pronuncia (aunque por su gestión se intuye que es neoliberal). Para la educación, en la que se supone experto, no trae más que pancartas, ¿lo ha visto alguien -ahora que en esas andan los estudiantes- enarbolando la reforma a la educación? La paz. Con eso pretende ser elegido esta vez, pero sin propuestas. Le pregunta María Jimena en la entrevista qué proyectos de ley piensa presentar. Responde que su “objetivo es que no sean leyes inocuas ni saludos a la bandera”. Lo dicho: nada. Se le dan los moralismos, los temas simples, la repetición incesante de consignas propias de una misa de domingo: “la vida es sagrada”, “los recursos son sagrados”, te invito a construir, a ser proactivo, a no destruir. Pero detrás está el vacío, enmascarado de autoridad por la corbata y el tono pausado, y por la historia de haber sido rector de una universidad de la que fue expulsado por mostrar, literalmente, el culo. Así las cosas, Mockus da la impresión de ser todo menos lo que en realidad es: un payaso. No tiene necesidad, porque los payasos también pueden salir electos. En Brasil lo demostró el comediante Tiririca, cuyo lema de campaña podrían adoptar, sin miedo, los fanáticos de Antanas: “vote por mí, porque peor de lo que está no se pone” o “yo no sé qué voy a hacer en ese cargo, pero cuando llegue allá le cuento”. En esto radica la esencia de su voto: en que todo lo demás sea peor y no, como viene haciendo hace veinte años, en abaratar la imagen del académico a la pedagogía del jardín infantil. María Jimena Duzán termina la entrevista para SEMANA preguntando al cómico, al desopilante, al hilarante, al ubicuo, al eterno pero nunca aburrido candidato Mockus cómo piensa lanzar esta campaña, si tal vez saltando de un segundo piso, como hizo en su primera vez. Buscando el titular, Antanas contesta: “invitaría a la gente a que hiciera el amor por Skype (…). Espero que la propuesta se entienda y no la consideren una perversión”.Una perversión no, doctor Antanas: una bobada