“En un mundo de cambios fluidos, valores cambiantes y reglas eminentemente inestables, la reducción de los riesgos, combinada con la aversión a descartar otras opciones es lo único que queda de una elección racional”. (Bauman, 2003)
Cada vez es más frecuente la indecisión al momento de plantearnos qué es lo que queremos estudiar. Gran cantidad de jóvenes parecen no encontrar una profesión que se ajuste a sus aptitudes y habilidades; existen factores que precipitan el hecho de tomar una decisión tan importante, pues esta marcará el inicio de nuestro futuro.
La toma de decisiones es cada vez más complicada en la etapa de transición de joven a adulto, pues al ir adquiriendo más responsabilidades, esta se ve sometida a la presión social y familiar, uno de los factores que distorsionan la visión de los jóvenes y que los incitan a encaminarse por una profesión que pueda brindar una buena posición económica en el futuro laboral, y se dejan de lado todas aquellas cualidades que encajan en su verdadera vocación.
Decidir la profesión que marcará nuestro futuro no es una tarea sencilla, es una de las elecciones más importantes, y es justo en ese momento que nos planteamos repetidas veces si nuestra decisión es la correcta. Pues el temor a equivocarnos y el impacto que todo esto tendrá en nuestro futuro, son sólo algunas de las preocupaciones más comunes.
Tomar dicha decisión enfocada hacia la educación, en este caso a nivel profesional, ahora es un tanto voluble, oscila entre diversas opciones ya que por falta de compromiso, presión social y familiar, o por carencia de seguridad ante la seriedad que representa elegir una profesión, se ve fragmentada; la modernidad liquida ha comenzado a causar estragos dentro del aspecto académico, pues cada vez es más frecuente el hecho de que algunos jóvenes cambien constantemente de profesión.
Pero no siempre ha sido así, pues durante el tiempo de la modernidad sólida, las decisiones eran firmes, y se estaba consciente de lo importante que era, en este caso, una elección que involucrará nuestro futuro como profesionistas y empleados.
Zygmunt Bauman hace una referencia entre modernidad sólida y modernidad líquida dejando en claro las características de cada una de ellas. Aunque esta última se oponga a la solidez, forma parte de una modernidad en general, es decir, que existe una sola, sin embargo, se ha presentado una trasformación en las mismas, y ha generado un gran cambio.
El paradigma de la modernidad líquida se abre paso dentro de nuestros tiempos actuales, y traza caminos muy fluctuantes, provocando que se pierda una estabilidad dentro de algunas áreas como lo son el capital y el trabajo, aunque también se pueden incluir en ellas, la educación y la toma de decisiones, pues se rompe con la solidez, con una base firme que había permanecido estable antes de que tuviéramos grandes surgimientos como lo es la modernización de las acciones humanas.
La sociedad se mantiene en constante cambio. Los tiempos modernos han dado un giro entre lo que considerábamos como una modernidad sólida, aquella en donde el orden se mantenía, y una modernidad liquida, en donde ahora existe más fluidez, y se presentan algunas modificaciones.
Las decisiones que toman los jóvenes dentro del ámbito educativo también comienzan a presentar dicha modificación y algunas fluctuaciones, ya que las dudas respecto a la elección de la profesión ahora son muy volátiles.
Algunos reportes del Instituto en Investigación en Psicología Clínica y Social (IIPCS) y Vocación Central, institución que brinda servicios de orientación vocacional en México mencionan que al momento de elegir una carrera, hay un 30 o 40 por ciento de jóvenes que se equivocan al decidir su profesión. Esto como ya se ha mencionado con anterioridad, puede deberse a la presión de amigos y familiares, pues ambos núcleos, al formar una parte importante en la vida de los jóvenes, puede distorsionar las metas u objetivos que los mismos tienen, además de que son presa fácil para manipular con consejos que se interpongan entre sus habilidades, destrezas, y el prestigio que una profesión mejor pagada les puede brindar y beneficiar en su futuro.
Se puede identificar claramente como el tiempo ha hecho que nuestra sociedad vaya evolucionado, y que sus modificaciones brinden ciertos beneficios pero al mismo tiempo se pueden encontrar fallas.
La modernidad liquida, tal y como Bauman la describe, representa total fluidez, y dentro de este tema relacionado con los jóvenes y su vida académica, podría ser representada como un constante cambio de decisiones, empleos, y profesiones. Otro concepto que Bauman menciona es “mundo líquido” que lo define como el mundo que nos toca vivir, y que está sometido a la intolerancia del momento y la velocidad del cambio.
Es así como se explica que ante la posibilidad de dichos cambios, podemos reaccionar de una manera optimista al sentirnos cada vez más independientes y podremos construir y dirigir de nuestro destino, pero también pueden surgir etapas en las que la indecisión nos hará cuestionarnos si lo que hemos decidido es lo correcto y nos beneficiará en nuestro futuro.
Posiblemente, y retomando la época de nuestros padres, también pudieron dudar de sus elecciones enfocadas en su educación y su futuro laboral; este suceso no es propio de la modernidad liquida, sin embargo, no era común el hecho de romper con ese estándar de estabilidad. Durante la época que se menciona, la solidez se mantenía presente en diversas áreas, y el hecho de que se introdujera un pensamiento más líquido, hizo que estas características comenzaran a disolverse.
Este concepto de modernidad liquida, además puede ser acuñado a las generaciones actuales que pueden ser consideradas también como una generación liquida, la cual poco a poco va perdiendo sus firmes ideales y objetivos, y mantiene un estilo de vida despreocupado. La toma de decisiones hacia una profesión o empleo podría tomar un rumbo distinto, pues al adoptar un pensamiento fluido y sin limitaciones, comenzaríamos a tener un desapego de las responsabilidades; dentro de todo esto, se puede decir que los conceptos “para siempre” han perdido su fuerza y significado, pues los hemos reemplazado por el “aquí” y “ahora”. Es muy incierto el hecho de que la sociedad, y el actuar y pensar de sus individuos sean totalmente “líquidos” pues a pesar de que todo apunta a que ese puede ser el destino de dicha sociedad, aún se conserva una solidez, un pensamiento sin tantas variaciones.
En cuanto a los jóvenes, probablemente puedan desarrollar su pensar de una forma más libre; en la actualidad puede verse cómo los compromisos en cualquier aspecto, en este caso centrándonos en la vida académica, han sido reemplazados por los cambios que nos favorecen y nos brindan diversas oportunidades, sin embargo, el hecho de no ser constantes en nuestras profesiones y posteriormente en nuestros empleos, podría ocasionar una ruptura en el orden social.
Este paradigma posmoderno es cada vez más latente, comienza a darle un nuevo formato a cada situación y a cada ámbito que conforma a la sociedad y sus individuos. En cuestión del sistema educativo, este se mantiene orientado a favorecer las habilidades y competencias, así como también el decidir de una manera concreta la profesión que es la que más se adapta a los mismos.
Sin duda, los tiempos modernos han hecho que la estabilidad que se mantenía en una modernidad solida comience a fragmentarse, dando camino a una modernidad en la que se está en constante modificación, en la que no hay una base sólida que nos permita tener la certeza de las decisiones que tomamos y nuestros objetivos no lucen lo suficientemente claros.
Esto puede ser un arma de doble filo pues a medida que este paradigma moderno se vaya adentrado cada vez más en los individuos, puede desviarse un poco el camino hacia una sociedad en la que se pueda conservar el orden, y que además pueda evitarse el caer en un pensamiento totalmente líquido y que propicie a perder la estabilidad de nuestro entorno.
Los jóvenes ya no esperamos encontrar un camino que nos lleve a algún sitio concreto. Al contrario, improvisamos y fluimos reinventándonos cada vez un mayor número de veces. La modernidad líquida, es el hecho de que ya no podemos saber qué es exactamente lo que nos tiene en una constante fluctuación.
Sin embargo, toda esta volatilidad e indecisión se ve plasmada en nuestro comportamiento. Nuestro compromiso tiene condicionantes y antes de aceptar cualquier cambio valoramos en exceso a qué estamos renunciando o las probabilidades de que éste no se cumpla y nos perjudique. Sin darnos cuenta le hemos puesto caducidad y garantías a nuestras acciones.
Es muy bien sabido el hecho de que decidir una profesión requiere mantener un pensamiento centrado y maduro, pues si se comienza a adoptar una fluidez y se toman en cuenta aspectos innecesarios que impidan ver nuestras habilidades, caeríamos en una modernidad liquida en donde a pesar de ser jóvenes, nuestras decisiones tendrán un gran impacto en nuestra vida adulta; al conducirnos en dicha modernidad, existe la probabilidad de que cambiemos constantemente de licenciaturas, de empleo, y que encontremos disconformidad en situaciones donde no estemos preparados para resolver, haciendo que se tenga poco valor de la paciencia y esto sea un incentivo para que la inestabilidad comience a hacerse presente.
El resultado de todo esto es una mentalidad que se concentra en un cambio más que en la constancia; en el compromiso individual, más que en uno duradero y estático.
La liquidez en el ámbito de la educación es simplemente una de las tantas consecuencias de la separación que se originan en las sociedades modernas; en donde se intenta dar un orden a cómo lo sólido se fue volviendo líquido.