Se podría decir que la mayor importancia de su crecimiento como producto fue a principios del siglo XX, si si, hace 100 años. Aunque su origen conceptual ya lo creó el carpintero John Manning en 1830, hace casi dos siglos, creando una vivienda para su hijo que “se iba a estudiar fuera”. Su desarrollo industrial lo llevaron a cabo Sears Roebuck and Co. (1908-1940) dentro de su catálogo infinito de productos en la América de entreguerras.
“La idea de llevar los componentes de la construcción a la cadena de montaje puede sonar moderna, pero es centenaria. Las primeras casas levantadas con componentes modulares se empezaron a vender en 1837 entre los inmigrantes en Australia. Herbert Manning diseñó sus portable “colonial cottages” específicamente para ser transportados en barco. “Ninguna de las piezas es tan pesada que un hombre o un muchacho no pueda cargarla fácilmente algunas millas, incluso sin la ayuda de bestias de carga”, rezaba el folleto promocional.” – según dicen Daniel Ropero Rago y Ana Comas Mora.
El hecho que más preocupaba no era el uso en sí, sino la capacidad de estas nuevas construcciones para construirse fácilmente, transportarse, modularse, etc. Es por ello que el uso vivienda se dejó parcialmente de lado y han empezado a desarrollar casetas prefabricadas aptas para infinidad de usos: tanto en situaciones de emergencia, refugiados por guerra o cambio climático, situaciones de catástrofe, o usos temporales como oficinas y escuelas.
La imagen destacada es de una escuela en Barcelona, de Álvaro M. Acosta, realizada con módulos prefabricados. Particularmente no puedo llegar a saber si, como se dice, la construcción modular y prefabricada es más amable con el medio ambiente, entiendo que lo será si no se utilizan materiales que en su fabricación emitan CO2 u otros contaminantes, o que no requieran de derivados del petróleo, etc…
Lo que sí podemos saber es que son sistemas de fácil montaje, perfectamente ajustables a distintos usos y acabados, ya que los fabricantes tienen varias medidas sobre un mismo módulo. Su fabricación en taller garantiza unas mejores soluciones constructivas que aquellas que se pueden dar en obra, como por ejemplo las soldaduras, la prevención de óxido de la estructura, pasos de instalaciones…
Su repetición a lo largo del tiempo ayuda a la optimización, tanto de las estructuras base como de los acabados. Las empresas suelen contar con diseñadores o arquitectos para ayudar con las distribuciones y la configuración de los módulos, aunque invito desde aquí a los demás estudios de arquitectura a experimentar con estas construcciones, que son incluso reutilizables.
Otro salto, respecto a lo que aprendimos sobre el siglo pasado, es que hoy en dia tenemos la capacidad adaptativa y la programación, gracias al desarrollo de la tecnología, que permite proyectar con módulos base, en BIM por ejemplo, y utilizarlos como un punto de origen. Aunque no dista mucho de una estructura base de pilares y vigas de acero, su utilización como elemento modular es una buena base para empezar un proyecto de oficinas, escuelas, desarrollo de zonas en situaciones de emergencia, etc.