Venir a Moguer en la provincia de Huelva es venir a nuestra infancia. Es venir a caminar por las calles y las fantasías de Juan Ramón Jimenez donde creó el fenómeno de Platero y yo; un fenómeno que si transcurriera hoy en día le llamaríamos viral, y que a principios del siglo XX tuvo el impacto y la dulzura de conectar con todos los niños que descubríamos el lenguaje de habla hispana.
Releer Platero y Yo en la adultez luego de haber visitado el pueblo natal del autor, es un condimento especial que te hace trascender la visita turística para convertirla en una auténtica Experiencia. Asi es que Moguer, un bellísimo pueblo blanco de Andalucía, tiene todos los condimentos para ser un destino rico en vivencias que puede ser abordado desde muchísimos ángulos, y que lo hacen, por cierto, un destino singular.
Otro de los riquísimos abordajes con que se puede llegar a Moguer es mirarlo desde el punto de vista de lugar colombino. No en vano cayó Colón en esta zona de navegantes, armadores y marineros para buscar apoyo a su aventura para cruzar el Atlántico. Sabía lo que hacía el tal Cristóforo cuando se arrimó a Moguer a consolidar su partida a América, ya que aquí no sólo lo apoyaron anímicamente, sino que dió con los hermanos Niño nativos de este pueblo, que le aportaron su sabiduría como navegantes, y también la Carabela La Niña, en donde viajaron también como tripulantes.
Por otra parte, hay documentos que hablan del apoyo y gestión que le dió a Colón la Abadesa del Convento de Santa Clara, Inés Enriquez , emparentada a los reyes, y fundamental tanto en la consecución del primer viaje, como en el retorno del mismo, que hacen recalando en Moguer.
El Convento de Santa Clara en el fondo, y el inefable Colón
Es decir, la visita a Moguer, es la oportunidad de revivir, varios de los hitos de la cultura de habla hispana, que combinaremos, por supuesto, con su interesante gastronomía, tanto así como echando un ojo a sus costumbres y situación actual.Casa de Juan Ramón y ZenobiaComenzamos visitando la casa en que vivió Juan Ramón Jiménez en su niñez, y que fue convertida en un interesante museo alusivo a su vida , a su obra, y a la bellísima y romántica historia de amor con su mujer Zenobia. La visita a este lugar tomó especial realce el año pasado en que se celebró el centenario de la primera edición de Platero y Yo. Parece que los humanos necesitamos las fechas para tomar impulso , y es el caso de Moguer, que se esmeró aún más para la ocasión y refrescó el patrimonio de su ilustrísimo poeta para convertirlo en un recurso turístico.Comenzar la visita a Moguer por esta casa, es ir entrando en ambiente, es ir delineando la configuración de un pueblo de provincias y cómo desde principios del siglo XX arrastra contenido hasta nuestros días. A través de la vida de Juan Ramón Jimenez se puede ir imaginando cómo se vivía en esa época de esplendor de finales del diecinueve y principios del veinte en la orilla del río Tinto.Mira Platero, cómo han puesto el río entre las minas, el mal corazón y el padrastreo. Apenas si su agua roja recoge aquí y allá, esta tarde, entre el fngo violeta y amarillo, el sol poniente, y por su cauce casi sólo pueden ir barcas de juguete ¡Qué pobreza!Recordemos que los ingleses acababan de hacerse con las Minas que se encuentran río arriba, y que Moguer era puerto de embarque de esas extracciones, y también de productos agrícolas. Por lo tanto había una burguesía rica, de armadores, pero también de terratenientes vitivinícolas como eran los padres de Juan Ramón. La casa es una seña de identidad de ese poderío, una casa llena de puertas y ventanas, y como toda casa andaluza con un importante patio central distribuidor de las estancias.Las letras de Platero y yo cobrán más sentido luego de visitarla. Imaginas a ese niño en esas estancias, con las escapadas al campo con su burrito. Caminas sus calles y no puedes menos que irte a aquella época en que esta personita solitaria se involucraba con las costumbres del pueblo."Te llevaré Moguer a todos los lugares y a todos los tiempos. Serás por mi ¡`pobre pueblo mío! a despecho de los logreros, inmortal".La vivienda hace especial hincapié en la persona de su mujer Zenobia, fundamental en la carrera literaria de Jiménez. La casa de hecho se llama Casa Museo Zenobia y Juan Ramón, porque sin ella no se entendería la carrera del escritor. En las diferentes estancias se recrean momentos en que ambos se dedicaban a la creación, momentos en que ella le transcribía los textos. Hay una habitación dedicada a recrear su vida en Puerto Rico , donde terminaron su exilio, y varias de su vida en Madrid.La vida de este matrimonio estuvo ligada a las viscisitudes que pasaron los artistas del primer tercio del siglo XX en España. Ya en Madrid Juan Ramón Jiménez se codeó con los más preciados escritores y poetas de las letras castellanas, mucho de los cuales se reunían en la famosa Residencia de Estudiantes. En 1936 sale de España con pasaporte otorgado por la República y se instala en Washington en calidad de Agregado Cultural.El asesinato de Lorca le pilló en América, razón por la cual decidió quedarse al refugio que este continente daba a los exiliados españoles.El Museo de Moguer , aparte de ser un excelente espacio costumbrista, tiene una sala dedicada al homenaje de Platero y yo, hay varias ediciones en exposición, y hay documentos importantísimos como el telegrama en el que se le comunica en 1956 la concesión del Premio Nobel. Un premio que tuvo un toque de amargura en su vida, ya que su mujer estaba convaleciente entonces de una enfermedad que la llevó a la muerte. Tuvo la suerte, eso sí, de poder enterarse del tan preciado galardón a su marido, pero murió tres días después.La casa tuvo "la suerte" de ser comprada por el Ayuntamiento de Moguer y ser destinada desde 1955 a conservar el legado de Juan Ramón Jiménez. Es gestionada por una Fundación pública que no sólo se ocupa de los bienes muebles, sino que gestiona toda su obra, y toda la documentación de su vida.Nos vamos de la casa, con la sensación de haber vuelto a nuestra infancia, y con un bagaje más intenso para releer Platero y Yo, tan olvidado . Para refrescar nuestra memoria, el ayuntamiento mogueriano , a propósito del centenario de la obra, hizo un recorrido escultórico con alguno de los momentos del relato.Así nos tropezamos con Aguedilla, "la pobre loca de la calle del Sol, que me mandaba moras y Claveles"
o con esta bella escultura alusiva al capitulo XXIX de Platero:VinosNos vamos rumbo a las Bodegas Saenz, una de las bodegas que quedan para recordarnos que ésta fue una actividad muy importante en Moguer."Este año, Platero, ¡qué pocos burros han venido con uva! Es en balde que los carteles digan con grandes letras: A seis reales. ¿Dónde están aquellos burros de Lucena, de Almonte , de Palos , cargados de oro líquido, prieto chorreante, como tú conmigo de sangre.................Sin embargo, la filoxera, que diezmó las viñas de la región a principios del Siglo XX, no logró acabar con la actividad y hoy en día se cosechan uvas para las variedades de vinos del Condado, y algunas creaciones propias como el vino de Naranja.Pudimos degustarlas en esta bodega gracias al tesón de su propietario:Para acabar un recorrido en toda regla, nuestros pasos por Moguer han de acabar en el Mesón El Lobito, un antiguo lagar que yo tuve la suerte de visitar por primera vez hace tiempo cuando parte del decorado eran telarañas. Dicho así, queda mal, pero era un lugar alucinante, que yo recuerdo vagamente. Semejante enriedo por los techos no le quitaban méritos al lugar, sino todo lo contrario.Seguramente normas de sanidad, los habrán conminado a este "embellecimiento"; lo que parece inalterable es la calidad de su gastronomía fuertemente basada en los productos de la zona. Obviamente comimos jamón, gambas, gambones, y nos regodeamos especialmente con una especialidad de la casa: La tostá con berberechos. ¡Una originalidad!