Introducción
El 10 de octubre de 1749, por Real Decreto de Fernando VI, se pone en marcha la mayor averiguación realizada hasta la fecha sobre las rentas, bienes y personas que debían contribuir en el reino, con el loable fin de eliminar la enorme cantidad de impuestos, diezmos y rentas provinciales, y de crear un único impuesto: la Única Contribución.
Entre los años 1750 y 1754 todos los pueblos de Castilla estaban obligados a pasar un interrogatorio.
Para llevarlo a efecto se redactó una Instrucción General que contenía 40 preguntas, las mismas para todas las villas, que hacían referencia a la tierra, los productos de ella, límites de los términos, oficios, industrias, etc. Entre ellos también los ingenios como los molinos harineros.
Fue una obra ingente que desplazó a funcionarios y escribanos por todos los lugares de Castilla, se tomó detallada nota de todo, se confeccionaron mapas, se averiguó todo lo necesario sobre las rentas y bienes de cada persona contribuyente y los destinatarios de dichas rentas.
Afectó por igual a la nobleza, la iglesia y al pueblo llano, pero finalmente no tuvo una buena acogida porque la nobleza y el clero reaccionaron contra esas averiguaciones, ya que veían peligrar los privilegios obtenidos y conservados durante siglos; este fue uno de los principales motivos por el que no se llevó a término, de modo que nunca llegó a aplicarse.
Para realizar esta gran obra se constituyó la Junta de la Única Contribución, que dependía directamente del rey Fernando VI, formada por miembros de los Concejos, Intendentes provinciales, Jueces subdelegados, escribanos, peritos, etc.
Los procesos de declaraciones se iniciaron con una carta que el Intendente provincial enviaba a cada villa, conteniendo la orden real y un bando dirigido al alcalde de cada pueblo, para informarle que se colocara en sitio adecuado y se diera pregón al mismo.
El concejo, alcaldes y regidores, elegían los representantes del municipio que deberían responder a las 40 preguntas del interrogatorio, normalmente el escribano, procurador síndico, cura párroco y otras personas hacendadas que conocían bien el pueblo y sus habitantes, quienes actuarían como peritos.
Posteriormente llegaba el equipo del catastro, dirigido por el Juez subdelegado y un escribano que actuaba como notario, dando fe de cuanto se recogía en las declaraciones.
La Puebla de Almoradiel, seguía siendo la pequeña población que fue desde la Edad Media, pues solo contaba con 424 vecinos, unos 1.600 habitantes, recibió el 27 de enero del año de 1753 al Juez subdelegado Vicente Chocano y Cervantes, quien juntó a los representantes del concejo y peritos:
Alcalde ordinario por el estado de la nobleza, D. Pedro López de Villaseñor.Alcalde ordinario por el estado general, Francisco Fernández Villarejo.Regidor, Francisco Novillo Villaseñor.Escribano del concejo, Juan Francisco Pérez Narro.Peritos, Manuel López Colmenar, Pedro Fernández Villarejo, Alonso Fernández Villarejo y Pedro Sáez Ortega.
Molinos harineros de agua
En la pregunta 17 de la averiguación se da buena cuenta de los molinos harineros existentes en la ribera del río Gigüela, la mayoría de ellos construidos en la Edad Media que seguían, siglo tras siglo, con su función de moler el trigo; ya había pasado más de 300 años desde que se construyeran, y otros 300 años más hasta la época actual. En la pregunta 29 se comenta los importantes puentes de piedra de sillería que vadeaban el río Gigüela.
Comienza la pregunta 17 hablando de la laguna de sal que denominaban la Bermejuela, casi con seguridad por su color rojizo debido a la importante salinidad del agua. Esta laguna era aprovechada para la extracción de sal, principalmente para la fabricación de pólvora, como el resto de lagunas salinas que se daban en la Mancha y que administraba la Hacienda Real por su importancia estratégica.
En esta pregunta donde se hace referencia a los ingenios existentes en la villa, se comenta que existen dos calderas y alambiques para la fabricación de aguardiente, al que el estado ponía tasa como al tabaco. El vino que se estropeaba se dedicaba a la destilación de esa bebida alcohólica.
Más tarde habla de los molinos harineros situados en la ribera del río Gigüela. Declaran que son nueve los ingenios harineros, pero en realidad relacionan diez, parece que nadie se dio cuenta de ese detalle tan importante.
Los molinos e ingenios pertenecían a las familias hidalgas y hacendadas de la Mancha Santiaguista, se pueden leer sus apellidos: Villarejo, Ramírez de Arellano, Villaseñor, Figueroa, Portocarrero, Novillo. Entre los propietarios algunos presbíteros, pues el clero hidalgo siempre mostró mucho interés en la propiedad de estos ingenios harineros en toda la Mancha Santiaguista.
Muchos de los molinos eran de dos piedras con lo que se aumentaba la producción harinera. Estos molinos del Gigüela se construían junto a la ribera del río; mediante un caz, un canal para dirigir el agua y un pequeño embalse, se conducía el agua al cubo, allí alcanzaba la altura y presión suficientes para mover el rodezno, instalado de modo horizontal, cuyas palas giradas por el agua movían un eje que hacia mover toda la maquinaria.
Eran pues molinos de agua de piedra horizontal, al contrario de los de ruedas verticales que se denominaban aceñas. Eran molinos de temporada, con un caz muy pequeño y sin embalse, por eso cuando llegaba el seco estío manchego el Gigüela no disponía del suficiente caudal para poder mover el rodezno, así que solo molían durante ocho meses del año.
Comienza la relación de molinos en orden, tomando dirección norte a sur, con el primero de ellos, el Cervero, en el límite con el término municipal de Villanueva de Alcardete y cuyo propietario era licenciado y vecino de esa villa, D. Francisco García Botija.
Continúa con el Torrentera o Torrontera. Más abajo el Blanquillo, que hoy día no se representa en los mapas.
Seguía el Nuevo Quemadillo, llamado así porque era nuevo y no de los molinos medievales; pertenecía a tres personas, uno tenía la mitad y los otros dos la cuarta parte cada uno; hoy día está en ruinas y se denomina del Quemadillo.
Restos del puente cercano al molino del Pintado. Fotografía perteneciente a Miguel Villafranca
Relacionan más tarde el Pintado, también de los medievales y actualmente en ruinas. Continúan por el Zurrón (pudiera ser que fuera el que llamaban Cerro en la Edad Media).
Más tarde informan del Botifuera, perteneciente al concejo de La Puebla y por este motivo de los que menos producían; ya desde el medievo se decía que siempre estaba fuera de servicio y con necesidades de reparación.
Puente Próximo al molino Botifuera. Fotografía perteneciente a Miguel Villafranca
Me ha llamado mucho la atención que entre el Zurrón y el Botifuera no se nombrara el Pringazorras, especialmente porque este Catastro de Ensenada si no pecó de algo es de la falta de exactitud y veracidad en describir todos los elementos que podían producir una renta.
Ciertamente tampoco se declara en la relación de los molinos medievales, por lo que es posible que no estuviera construido y se fabricara al presente siglo XVIII, aunque, a decir verdad, lleva a la confusión la fecha existente en la placa de su muro, 1728.
A tenor de la fidelidad en los datos del Catastro, pienso que la fecha allí puesta no debe ser cierta, y quizás se deba a un baile de números, cosa muy frecuente en los alarifes y canteros que grababan las placas. Aunque sí parece muy probable que se construyera a finales de ese siglo XVIII o principios del siguiente.
Placa de reedificación en el molino Pringazorras. Fotografía perteneciente a Miguel Villafranca
A expensas de D. Joseph Pérez y Belázquez se reedificó el nuevo molino de Pingazorras. Año 1728.
Continuaron con la relación por el molino Nuevo de Abajo, sin duda para distinguirlo del Nuevo Quemadillo que estaba corriente arriba. Pertenecía a las Memorias del presbítero de La Puebla de don Fadrique, licenciado D. Cristóbal González Torrubia.
Estas Memorias, como algunas otras en la Mancha Santiaguista (me viene al pensamiento las importantes Memorias de Morales de Nieva del Toboso), eran obras pías que fundaron ciertos clérigos para favorecer a los necesitados y, por ellas, quedara su memoria conservada en el tiempo.
Sería importante estudiar el legado que dejó dicho clérigo en La Puebla de don Fadrique y villas de los alrededores a través de dichas Memorias.
Continuaba el molino de la Ortiza, el que se llamó en la Edad Media de Juan Ortiz, y que pasaría por herencia a su mujer o hija, de ahí el nombre, ya que en numerosas ocasiones se llamaba con el apellido en femenino a mujer o hija de una determinada persona, de Ortiz, Ortiza. Una mitad de sus rentas iban dirigidas a la Capellanía que instauró D. Francisco Bustos y a las rentas de la ermita de Santa Lucía, extramuros de La Puebla.
El último molino el Doña Sol, una cuarta parte de sus rentas pertenecían también a las Memorias del padre Torrubia.
Los molinos que se mencionan de la Edad Media eran nueve en total, y ahora, este año de 1753, se nombran diez molinos. De los nueve molinos medievales son siete los que coinciden con los actuales: Cervero, Torrentera, Blanquillo, Pintado, Botifuera, Nuevo y Juan Ortiz; dos molinos no coinciden sus nombres: Cerro y molino de Villaseñor.
Los nuevos que se citan en el Catastro de Ensenada son: Nuevo Quemadillo, Zurrón y Doña Sol. Existen en los mapas actuales otros tres molinos no relacionados: Pringazorras, ruinas de molino sin nombre y molino del padre Juan, que también está en ruinas.
De este modo podrían ser catorce o quince los molinos existentes en el término municipal de La Puebla de Almoradiel: siete medievales que coinciden con el Catastro de Ensenada, más dos molinos medievales no relacionados en el Catastro, más tres nuevos molinos en el Catastro, más tres molinos en los mapas actuales, todo sumado hacen quince molinos, pero si alguno coincidiera serían entonces catorce.
Algo muy interesante que se menciona en esta pregunta del Catastro de Ensenada es la comunidad que formaron cinco villas de la Mancha Santiaguista, como existe en otras partes de España. Esta comunidad de las cinco villas manchegas santiaguistas estaba formada por: Corral de Almaguer, Villanueva de Alcardete, La Puebla de Almoradiel, La Puebla de don Fadrique y Miguel Esteban.
El Catastro de Ensenada dice lo siguiente a la pregunta 17:
A la décima séptima pregunta dixeron: que en el término de esta villa hay una laguna de sal de agua, la qual llaman Bermexuela (Bermejuela), y se halla agregada a las que tiene Su Magestad en la villa de Quero, por cuya parte se administra sin que esta villa tenga intervención alguna
Es decir, el aprovechamiento de la sal de la laguna, utilizada para la fabricación de pólvora, se administraba desde la villa de Quero, junto con las lagunas que allí existían.
Hay, así mismo, dos calderas de fabricar aguardiente, la una entre D. Bartolomé García Álvarez y Francisco García Estremera, y la otra entre Manuel Villaxos (Villajos) y Gregorio Fernández Villarejo, las quales solo sirven para dar salida a los vinos que se tuercen, y por esta razón no considera más utilidad que la de doscientos reales a cada caldera
Los vinos que se estropeaban se destilaban en las dos calderas existentes en La Puebla y se usaban en la fabricación de aguardiente.
Igualmente se hallan situados en dicho término y ribera de Gigüela, nueve molinos harineros, que al uno llaman el Zervero (Cervero), y este se compone de dos piedras, el qual, como todos los demás, muelen con agua corriente del expresado río, cuya propiedad es del licenciado D. Francisco García Botija, presbítero y vecino de Villanueva de Alcardete, una de las cinco comunales con ésta (se refiere a una de las cinco villas que formaban comunidad con La Puebla), el qual produce en cada un año, ochenta fanegas de trigo.
Otro llamado la Torrentera, propio de D. Joseph Fernández Brisuela, vecino de Madrid, que tiene otras dos piedras, y en cada año podrá producir la renta de ciento y veinte fanegas de trigo, que son las mismas que produce.
Otro llamado el Blanquillo, con dos piedras, propio de D. Joseph Figueroa, presbítero de Villacañas, que produce al año ciento y veinte fanegas de trigo.
Otro llamado el Nuevo Quemadillo, consiste en dos piedras, y su mitad es del Marqués de Lugo, vecino de Granada, la cuarta parte de Alphonso Novillo Casas, vecino de esta villa, y la otra cuarta parte de Juan Francisco López Villaseñor, vecino de la de Miguel Esteban, una de las comunales (se refiere a que era también villa perteneciente a la comunidad de cinco villas), y su renta anual ochenta fanegas de trigo.
Otro llamado el Pintado, propio de D. Vicente Portocarrero, vecino de Villacañas, con dos piedras, y su renta anual es la de ciento y treinta fanegas de trigo.
Otro que llaman el Zurrón, propio de D. Rodrigo Collado, vecino de la villa del Corral, una de las cinco comunales, tiene dos piedras, y su renta anual es ciento y treinta fanegas de trigo.
Otro llamado Botifuera, propio de esta villa (es decir, del ayuntamiento de La Puebla), tiene dos piedras, su renta anual dos mil y doscientos reales.
Otro llamado el Nuevo de Abaxo (Abajo), propio de las Memorias que en la villa de don Fadrique, una de las cinco comunales, fundó el licenciado Cristóbal González Torrubia, presbítero que fue de ella, tiene dos piedras, y su renta anual ochenta fanegas de trigo.
Otro que llaman la Hortiza (Ortiza), es de una piedra, y su mitad goza D. Martín Parreño, vecino de dicha villa de don Fadrique, y la otra mitad la Capellanía que posee el licenciado D. Francisco Bustos, vecino de esta villa, quien la tiene cedida a Miguel Antonio de Bustos, su sobrino, y al Caudal de la Señora Santa Lucía que se venera en su ermita, extramuros de esta villa, y la renta anual es cuarenta fanegas de trigo.
Otro que llaman Doña Sol, tiene dos piedras, y su mitad pertenece a Alphonso Hortiz (Ortiz) Manzanedo, vecino de esta villa, y la otra se divide entre Alphonso Fernández Palomino, que lo es también, y Fernando López, vecino de el Hinojoso, entre cuyos dos perciben la cuarta parte, y la otra restante a dicha Memoria del padre Torrubia, y su renta anual es la de ochenta fanegas de trigo.
Y todos ellos muelen, de los doce meses del año, los ocho, poco más o menos, con agua corriente de dicho río Gigüela, en tiempo de invierno y primavera, porque en el de verano se aminoran y consumen las aguas, de forma que no pueden moler. Y responden.
Puentes del Gigüela
Se relacionan cuatro puentes de piedra en la pregunta 29, que no producen renta alguna, pues no se cobra nada a vecinos y forasteros por el paso por ellos, aún dice que tiene mucho gasto por mantenerlos reparados y en uso.
Aunque no se nombran, los más conocidos son: el Puente Viejo, el Puente del Blanquillo, el Puente de las Puentes, el del camino de Tahierro y la Puente de Doña Sol.
Puente Próximo al molino Botifuera. Fotografía perteneciente a Miguel Villafranca
Cuatro puentes de piedra sillería con diferentes ojos, sobre el río Gigüela y sus corrientes, que sirven para el uso, y paso, y común de los vecinos y forasteros, los cuales no producen ni pagan por sus pasos cosa alguna, antes si, para su subsistencia y composición, se causan a esta villa y sus vecinos muchos gastos, y no hay barcas, ferias, ni mercados. Y responden
24 MAYO, 2020 / ELILLOAhttps://lillodelamancha.wordpress.com/2020/05/24/molinos-harineros-de-la-puebla-de-almoradiel-en-el-catastro-de-ensenada/Si te ha gustado este artículo, por favor, dale a "Me Gusta"
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