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Momento depresión

Publicado el 17 abril 2010 por Kotinussa

Hay un momento del año a lo largo de la vida de prácticamente todas las mujeres en el que es inevitable el llanto desconsolado. No me refiero al momento “tengo tres bodas y no puedo repetir traje porque los invitados son los mismos”, ni siquiera al momento “revisión ginecológica“. Se trata, como muchas ya habrán intuído, del momento “probador-bañador”. Por eso es preferible pasarlo lo antes posible, para poder disfrutar de lo que queda hasta la próxima temporada de verano como quien ha dejado atrás una pesadilla.

La mujer previsora va a comprar su bañador pronto, para no encontrarte con que ya se ha agotado justo tu talla, ha desaparecido ese modelo que te sentaba tan bien, o está justo el que querías pero en un color horrible. Por eso te encuentras a mitad de abril metida en un probador tan estrecho como un ataúd (algo totalmente apropiado al estado de ánimo que te embarga), y con la incomodidad de tener que desprenderte de un montón de ropa que todavía tienes que llevar encima, porque el tiempo está de perros y no es cuestión de desafiar a las lluvias con un vestidito de verano y unas sandalias.

De esta forma, una vez que te has embutido en la prenda que intuyes  que mejor te va a sentar, te encuentras reflejada en el espejo con la inenarrable visión de un bañador acompañado de calcetines y mocasines (sobre todo en un día como hoy, que está que no sabe si llover o no).

Y para colmo, con esa iluminación perversa que colocan en los probadores que le darían aspecto de bruja hasta a Giselle Bundchen. El tema de la iluminación de los probadores daría para una entrada completa. Tengo la sospecha de que los que colocan esos tubos fluorescentes están en complicidad con los fabricantes de antidepresivos y ansiolíticos, y quizás hasta con los propietarios de clínicas para enfermedades mentales.

Momento depresión
Yo he pasado hoy por mi momento depresión. El bañador es precioso (el que se ve en la foto, aunque al natural los colores son más vivos y bonitos: violeta, malva y blanco). Tiene un nudo muy cuco a la altura del pecho, que cierra un poco el escote pero deja  que su final se prolongue hasta más abajo. Y resulta muy cómodo. Pero después de pagar 89 euros, salí de la tienda a punto de llorar. A pocos metros pasé por la puerta de una pastelería, y a punto estuve de entrar a comerme una trufa de chocolate de cuarto de kilo, para consolarme un poco. Pero, afortunadamente, se impuso la cordura y recordé que eso sólo sería una ayuda momentánea, pero a largo plazo agravaría con mucho el problema.

Bueno, tengo desde ahora hasta junio para reconciliarme con mi imagen, aunque supongo que sin luz fluorescente, bajo el sol, sin calcetines ni mocasines, con unas bonitas gafas de sol y, sobre todo, rodeada de señoras mucho más voluminosas que yo, me sentiré mucho más a gusto.

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Tal día como hoy, hace tres años: Cadenas


Momento depresión

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