Revista Opinión

Momentos

Publicado el 12 septiembre 2019 por Carlosgu82

A esta hora exactamente, en un pueblito bonaerense de la república Argentina, alguien se esta yendo del mundo. Ernesto Guervara de la Serna fue un campesino que hasta los 51 años vivió como quizo: un mate por la madrugada, media docena de perros y un vinito acompañando un chamame en el atardecer. Una enfermedad brava lo tiró en la cama y no volvió a levantarse. El buen Ernesto es oriundo de Misiones y mas temprano que tarde sus restos seran cenizas en el río Paraná. Aunque el tipo se llamó como el comandante Che Guevara, nunca le dijeron Che, el era el Zaino y llegó a la capital del pais luego de que una crecida del río se haya llevado su rancho, a dos de sus perros y a su Tata. «Me voy con el Tata» dijo antes de morir. Sus familiares lo despiden brindando a su memoria, de fondo suena un acordeón viejo en un disco de pasta del Litoral.

En el mismo momento en que Ernesto se está yendo, lejos, a mas de 10 mil kilometros de distancia, en un hospital de Cataluña, dos personas se abrazan llorando: Oriol acaba de llegar al mundo. Las primeras bocanadas de aire le dan pie para que haga pie en la inmensidad del mundo. Oriol aun no lo sabe, pero sus padres le contaran que el es mestizo porque mamá es negra y papá es gringo. Moha y Salvador se conocieron hace 9 años en un viaje por Sudamérica. Ella vendía artesanias en una feria de Concordia, Entre Ríos, y el salvaba vidas en una organización sin fines de lucros de salvamentos acuáticos.

El 7 de septiembre de 2011 ocurrieron tres acontesimientos que hoy, 8 años más tarde se encontrarían por esas cosas del camino.

Hace unos dias yo leía a Eduardo Galeano para distraer a mi hijo de sus cuestiones de hijos:

«Oriol Valls, que se ocupa de los recién nacidos en un hospital de Barcelona, dice que el primer gesto humano es el abrazo. Después de salir al mundo, al principio de sus días, los bebés manotean, como buscando a alguien.

Otros médicos, que se ocupan de los ya vividos, dicen que los viejos, al fin de sus días, mueren queriendo alzar los brazos.

Y así es la cosa, por muchas vueltas que le demos al asunto, y por muchas palabras que le pongamos. A eso, así de simple, se reduce todo: entre dos aleteos, sin más explicación, transcurre el viaje»

– ¿Oriol?¿Que clase de nombre es ese? Me gusta – Dijo Camilo.
– Debe ser un nombre catalán – Respondí.

El 7 de septiembre de 2011 a las 17hs mi hijo y yo nos conocimos. En ese mismo momento Ernesto Guevara de la Serna era socorrido por Salvador en la inundación. Moha, quien para ese momento se ofreció de voluntaria para ayudar con la causa, viajó desde Concordia hasta Misiones y brindando abrigo y alimentos la historia tomó sentido: «Gracias» dijo Salvador a la muchacha y ambos se enterraron en sus miradas hasta el dia de hoy, en 2019, cuando su hijo Oriol da sus primeros rugidos, don Ernesto se va a encontrar con sus hermanos y Camilo Salvador, mi hijo, se maravilla con el nombre del hijo de las personas que salvaron la vida del hombre que hoy, quizá, dejó un lugar en el mundo en forma de agrdecimiento a Moha y Salvador, para darle paso a una nueva vida.

Hay algunos que aseguran que el destino ya está escrito. Puedo asegurar que esta historia, al menos, si.


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