Revista Filosofía

Momentos gordianos

Por David Porcel
Estos últimos días me he visto envuelto en una serie de circunstancias que, más dadas que elegidas, me han hecho descubrir nuevas sensaciones, nuevas emociones, hasta el momento sólo intuidas. En la vida hay momentos que, por su extrañeza, se convierten en nudos gordianos capaces de abrir la vida a nuevos horizontes. El momento del enamoramiento, de la pérdida (siempre de ti mismo), del desconcierto, son ejemplos de ello. La existencia de tales momentos constituyen siempre un nuevo punto de partida, pueden llegar a transformar nuestra relación con los demás, pueden incluso llegar a arrebatarte, a aniquilarte hasta que no quede nada de ti.
Mi nudo gordiano, durante estos días, ha sido el descubrimiento de lo incierto. Soy persona de certezas, no porque las tenga, sino porque las busco, aproximarme lo más posible a ellas, siempre con obstinación. Y, normalmente, la vida me provee de herramientas para ello. La filosofía, por ejemplo, siempre me ha provisto de una lógica, de un sentido, aunque sea en forma de crítica o superación. Después de años de dedicación, puedo decir: es cierto que Kant, Shopenhauer, Ortega o Jünger se equivocaban. Y andaría en las mismas si mi formación hubiera sido matemática o económica.
No hay que confundir lo incierto con lo desconocido. Mientras que lo desconocido se presta a ser descubierto, está ahí aguardando una respuesta, lo incierto no admite el descubrimiento, no se desvanece con el conocimiento. Persiste a pesar de él. De ahí que la actitud de quien vive en lo incierto sea la actitud vigilante. De repente, no hay seguridades ni puntos de apoyo, no puedes amarrarte a nada. Casi no puedes confiar en nadie. Cualquiera puede equivocarse. Todo se desvanece a tu alrededor. Incluso la idea misma de seguridad se tambalea. Tampoco hay autoridades. Nadie tiene ya autoridad moral para decirte nada. Te has convertido, sin quererlo, en un vigilante.
Me pregunto, ahora ya en mi sillón, dejándome acariciar por un Sol radiante, siempre generoso, escuchando uno de los conciertos para piano de Mozart, si no es la situación descrita la primigenia, aquella que explica que ahora, después de millones de años de evolución, sólo en determinados momentos, gordianos, podamos caer y no hallar suelo.

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