Revista Cultura y Ocio

‘Momentos orantes’

Por Maria Jose Pérez González @BlogTeresa

‘Momentos orantes’

La librería Paulinas de Valencia acogió ayer 30 de mayo la presentación del último libro de Anna Seguí, carmelita descalza de Puçol (Valencia), titulado Momentos Orantes, publicado recientemente por la propia editorial Paulinas.

PRESENTACIÓN DEL LIBRO: MOMENTO ORANTES

Anna Seguí Martí

Tengo el gusto de presentaros mi nuevo libro, publicado por Paulinas. El primero que escribí también lo presenté aquí, en Paulinas en el año 2017. Era un libro sobre el Antiguo Testamento, lo titulé Degustar el Antiguo Testamento. Y era un intento de dar a conocer a la gente el gusto por la Biblia.

En esta ocasión, mi nuevo libro versa sobre la oración, y lo he titulado Momentos orantes. Con este libro, mi intento de ahora es decir una palabra sobre la importancia de ser orantes. Sin embargo, el libro no es un tratado de oración en el que explico cómo se hace, o técnicas de relajación que ayudan a concentrarse mejor. No, no es esto. El libro en sí mismo es oración. Es algo así como el asomo de mi alma, que muestra a las claras mi relación personal con Dios. Son mis momentos de intimidad en el Tú a tú amante con Jesús, y los expongo a la luz del día. Aparecen mis luchas, cansancios y desalientos, la esperanza y la confianza, la fe y el amor. También aparece la lucha a causa de mis dos cabras locas, a las que he puesto nombre, una se llama dispersión y la otra distracción. Ellas han sido el mayor impedimento para una oración tranquila y serena. Pero la oración no es solo para los tranquilos y serenos, o los muy concentrados. La oración es para todo hijo e hija de Dios, sean cuales sean sus cabras locas, que todos llevamos alguna que nos da guerra. Jesús nos recibe como somos y estamos, y nos trata como necesitamos. Él ve nuestra necesidad y se da a la medida de ella.

Santa Teresa nos dice que Jesús “tiene en tanto que le miremos/ que como le quisiereis, le hallaréis”. Mi lucha con las cabras ha sido fuerte. Ahora, a la entrada de mi vejez, ya las tengo más sosegadas y orantes también ellas a mi lado. Porque esto sé muy cierto, las cabras locas, distracción y dispersión, permanecerán en mí hasta el fin de mis días. Sin embargo, hacia el tramo final de la vida, se han serenado y no me causan tanto estrago. Esta realidad me vincula con San Pablo, que tuvo que luchar con la guerra de su propio aguijón en la carne, hasta que Dios le dice: “Mi gracia te basta”, así exclamo yo a Dios: “que tu gracia me baste”. Santa Teresa luchó a su vez con lo que ella llamaba: “La loca de la casa”, y lo atribuía a una imaginación que también la desbordaba como caballos desbocados”, porque no siempre era una realidad creativa, sino como un estorbo para centrarse en lo esencial. Ante estas dificultades no hay que desistir de ser orantes, porque la oración va poniendo en equilibro todo aquello que es exceso en nosotros. El equilibrio es una realidad que se va tejiendo poco a poco, hasta asentarse y configurarnos.

En el libro queda reflejado el paso transformador de Dios por mi vida, porque cuando entramos a relacionarnos con Dios, de ninguna manera salimos de esa relación como hemos entrado, siempre salimos mejorados, pues siempre hay “toque amoroso” que nos cura por dentro. Esto, la mayoría de las veces no lo notamos sensiblemente, solo lo percibimos en fe oscura, pero segura. También es verdad que, en ocasiones, Dios se deja sentir o gustar en los sentidos, y cuando es así alegra mucho y estimula a retomar el camino de la oración con más ánimo, nos pone seguridad en no dejar lo comenzado y seguir adelante con convicción y fuerza. Pero lo normal sucede siempre en fe oscura, en esperanza y confianza, y es que lo decisivo es la fe que confía, no lo sensible o gustoso a los sentidos. El libro quiere demostrar que, orar es fiarse de Dios y dejar que Él obre como Dios en nuestra vida. Dios nos quiere en fe y confianza. Dejarle hacer a Él como Dios.

El libro comienza con una frase que pone de manifiesto mi convicción orante, dice así: La oración es como un GPS que nos dice dónde estamos y adónde vamos. Dios nos quiere bien orientados, no perdidos ni dispersados. Orar es seguir el buen camino, entrar hacia lo interior donde mora Dios. Creo que todo cristiano está llamado a esa realidad orante, que nos ayuda a vivir y caminar bien orientados. Porque la relación con Dios es orientativa, nos pone en el buen camino y nos hace andar en verdad en nuestra existencia humana.

El libro está hecho a base de textos cortos, que son momentos concretos de oración. Cada grupo de textos va titulado de manera que lo hace más ameno. Por nombrar algún título os leo unos cuantos: 1) Orar es seguir el buen camino. 2) Orar el asombro de un amor. 3) En ti la paz. 4) Orar es regar la tierra del corazón. 5) Tú nos haces puro amor. 6) Acariciar el corazón herido. 7) El Grande nos engrandece. 8) La vida es para amar. 9) El amor expulsa el temor. 10) Sanar heridas. Y así hasta 69 títulos.

EL libro coincide con la invitación del Papa a hacer de este año, Año de la oración, es deseo del Papa Francisco que seamos conscientes de la invitación que nos hace Dios a relacionarnos con Él, a darle y regalarle espacios de tiempo y vida concretos. Conocer más a Dios a base de atención y escucha interior, y conocernos a nosotros mismos, porque el que quiere conocer a Dios ha de pasar también por el conocimiento propio. Dice el Papa Francisco: “La oración es el respiro de la fe, es su expresión más propia. Como un grito silencioso que sale del corazón de quien cree y confía en Dios. Con el jubileo a la puerta, estamos invitados a hacernos más humildes y a dejar espacio a la oración que surge del Espíritu Santo”. La oración en sí misma es una gracia y un don del Espíritu. 

A lo largo del libro se va reflejando cómo la oración es iluminadora de nuestras verdades más recónditas, las saca a la luz y nos pone ante ellas con verdad. Asumir nuestras partes positivas siempre es grato y nos alegra, pero también nos hace de espejo para ver aquellas realidades que nos mantienen en conflicto con nosotros mismos. Todos llevamos partes oscuras que nos crean crisis existenciales, y la oración es un medio que nos las revela para asumirlas con paz y nos ayuda a sanarlas, solo así se puede hacer realidad la reconciliación personal con nuestros conflictos. Nuestra historia está hecha de aciertos y caídas, de afectos y rupturas. El mal pelea dentro de nosotros queriéndose imponer al bien. Somos víctimas de la agresividad, pero también somos capaces del amor, el perdón y la esperanza. La vocación humana y cristiana es el amor. Porque Dios Padre-Madre es amor.

Cada página orante quiere ser ayuda para ir asumiendo la purificación interior. Mi deseo es que el lector halle luz para abrirse al diálogo con Jesús y abrirse a la conversión del corazón, y ser llevado a la armonía e iluminación del ser redimido por Cristo Jesús. La oración ilumina el camino de la verdad en la libertad y para la libertad. Dice Santa Teresa de Jesús: “Este tener verdadera luz para guardar la ley de Dios con perfección es todo nuestro bien; sobre esta asienta bien la oración; sin este cimiento fuerte, todo el edificio va falso” (C 8,4). 

Permanecer en relación con Dios nos va sobreponiendo a las arideces de nuestros desiertos y agotadores desalientos interiores. Dios nos capacita para pasar por todo con amor y dolor, hasta que llega la paz del corazón y la alegría de cielo en este suelo. La oración nos asienta en la quietud interior para permanecer junto a Jesús y no alejarnos nunca de quien es el camino la verdad y la vida. Permanecer orantes junto a Él nos abre al misterio de su amor y misericordia, y experimentamos, poco a poco, aquella bondad y belleza de la imagen y semejanza con que hemos sido creados. Dios se complace en hermosearnos santificándonos.

Ser cristianos es vivir adheridos a una persona: Jesús. Y Jesús, mirándonos a los ojos nos pregunta a cada uno: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”. No se puede contestar a esta pregunta si no hay relación con el interlocutor, si no hay conocimiento. Por la oración-relación amante se crea el conocimiento y la comunión. El gran teólogo del siglo XX, Hans Küng, define en breves palabras lo distintivo de ser cristiano, y lo dice así: “¿Qué hace cristiano al cristiano? Sencillamente, que procura vivir su humanidad, socialidad y religiosidad a partir de Cristo. Procura: nada más y nada menos/ lo distintivo cristiano es Cristo mismo”. Y otro gran teólogo, también del siglo pasado, Karl Rahner, afirmó con radicalidad: “El cristiano del futuro o será un místico o no será cristiano”, e insistía: “sin la experiencia religiosa interior de Dios, ningún hombre puede permanecer siendo cristiano a la larga bajo la presión del actual ambiente secularizado”.

Jesús es el amado que nos quiere en relación con Él y nos dice: “Tú, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora en secreto a tu Padre.” (Mt 6,6). La oración será por siempre la pedagogía relacional que nos va adentrando en el amor a gusto de Dios, en el encuentro personal con nosotros mismos, y en las profundidades del misterio de Dios Padre-Madre. Todo va siendo camino de transformación libertadora, y esta es nuestra esperanza y segura confianza. Llegar a vivir alegremente libres.

 Jesús fue el gran orante, y nos invita a ser orantes con Él. La oración es con Jesús. Él nos va tomando desde dentro, y robusteciendo nuestro ser, nos va dando aguante para soportar las noches oscura y los largos periodos de silencio atravesando el desierto, con nuestras infidelidades a cuestas y la gracia en esperanza y confianza en nuestro corazón, que todo se da junto dentro de nosotros. En la oración vamos degustando el ser nuevo que nace y crece dentro de nosotros como fruto de la redención de Jesucristo, que nos hace criaturas nuevas. Dice San Pablo: “El que es de Cristo, es una criatura nueva”.

Con frecuencia, la gente dice que no sabe hacer oración, que les cuesta estar en silencio con ellos mismos, que todo son ruidos e imágenes en la cabeza, y no saben cómo seguir adelante, enseguida se cansan y lo dejan. No hay que temer tanto, no seamos apocados, nos hemos de dar una posibilidad a nosotros mismos y dársela a Dios, fiarse de Él, que, con su arte pedagógico nos va engolosinando y atrayendo hacia sí. Decididamente se trata de decir sí a la oración-relación con nuestro Dios, hay que querer se orantes de corazón. Teresa de Jesús definió la oración con estas agudas y penetrantes palabras: “Que no es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama” (V 8,5). Es una oración-relación humanizadora y esclarecedora del ser en minúscula, hacia el Ser con mayúscula que nos va envolviendo y engrandeciendo a imagen y semejanza suya. Iluminar, revelar, poner al descubierto nuestra realidad y belleza de hijos e hijas de Dios. Al fin, se trata de ser orantes para el bien vivir y el buen hacer, para andar en amor y felicidad, siempre al agrado de Dios, a veces con temor y temblor, pero nunca faltos de esperanza y confianza. Oigamos la gran llamada a la santidad: “Sed santos, porque yo soy santo” (1P 1,16). Seguir a Cristo Jesús es esto, asumir y vivir la llamada a la santidad.

Al fin, orar es satisfacer nuestra sed de Dios que llevamos dentro. Dice el salmo 62: “Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti; mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua”. Este gemido del salmista que expresa su sed de Dios, es también el gemido y sed de Dios por su criatura amada que somos cada uno de nosotros. Dios y nosotros deseamos saciar la sed mutua del uno por el Otro. Jesús dice a la samaritana: “Dame de beber”, y añade: “Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te pide de beber, tú le pedirías, y él te daría agua viva” (Jn 4, 10). Ser orantes es una cuestión de amantes sedientos el uno por el otro. Dios y el ser humano quieren beberse, y Jesús lo llevará todavía más al extremo, es decir, en comernos y bebernos, cuando Él mismo se nos da como Eucaristía y nos hace pan de Dios. A decir de Juan de la Cruz, la oración crea historia de enamoramiento transformador: “Amada en el Amado transformada”. En términos de sed y comunión, recita el santo: “Qué bien sé yo al fonte que mana y corre, aunque es de noche. / “Aquesta eterna fonte está escondida en este vivo pan por darnos vida, aunque es de noche. /Aquí se está llamando a las criaturas, y de esta agua se hartan, aunque a oscuras porque es de noche. / Aquesta viva fuente que deseo, en este vivo pan de vida yo la veo, aunque es de noche”. Orar es saciar nuestra sed de Dios en Él mismo. Dios nos espera dentro siempre. Jesús nos pide cenar con nosotros, dice: “Mira que estoy a la puerta y llamo, si alguien oye mi voz y me abre, entraré en su casa y cenaré con él, y él conmigo”.

Con este decir sobre la oración, quisiera despertar el deseo orante y la pasión amorosa por Cristo Jesús. Que nuestra vida interior busque saciar la sed de Dios en Jesús y su Evangelio. Vuelvo a destacar la oración amorosa con una cita del profeta Oseas: “Yo la voy a enamorar, la llevaré al desierto y le hablaré al corazón”. Teresa de Jesús, siempre iluminadora, nos dice: “Ahora comenzamos y procuren ir comenzando siempre de bien en mejor”. Hagamos este camino orante con la esperanza y la confianza que alentó la vida y oración de todos los hombres y mujeres de Dios que nos han precedido y con todos los que en este mundo sienten la llamada a la contemplación. Si leéis mi libro, me daré por muy satisfecha si os ayuda a ser orantes, a pasar toda vuestra vida por Dios, aprender a volcar en Él todos vuestros agobios y descansaros en “el Padre de las misericordias y Dios de toda consolación”. Descansarnos en Jesús, nuestro amado.

Y termino esta presentación con unos textos del libro.

  • Mi vocación es ser orante. Contemplativa en la Iglesia. ¿Cómo crear la comunión en tiempo de guerra? Orar la paz es hacer florecer la esperanza. Ver abrir caminos de comunión y comunicación con toda la humanidad. Crear la gran reconciliación mundial. Manos unidas con todas las razas pueblos, naciones y religiones. 
  • Tener la convicción de que Dios me quiere orante, perseverando en la oscuridad de la fe; en la sequedad del sentimiento, en la hostilidad de una inestabilidad, en el debate entre la duda y la esperanza, entre el temor y la confianza. Perseverar orante en estas condiciones es una gracia que supera todas las gracias místicas que se pueden dar en lo sensible. La noche de la fe es mi dichosa ventura y genial aventura. Mi tenue luz en la noche dichosa. Mi absoluta seguridad en Dios, en Jesús.

Muchas gracias por vuestra atención. Os invito también a hacer una buena adquisición comprando el libro.

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