Momina, consumirse a sí misma para seguir con vida
El mes pasado han ingresado 41 niños con desnutrición aguda severa, una de ellas es Momina, la historia que quiero compartir con vosotros en representación de los 41 niños.
Momina tiene 3 años de lucha por la vida, y la fuerza de la masa que su delgado cuerpo ejerce sobre la faz de la tierra es de tan sólo 5,3 kilos. Algunos niños casi lo ejercen tan sólo nacer o a los escasos días. Momina ha sobrevivido ya más de 1000 días, y si fuese juzgada por el peso ganado a la vida no serían más que escasas semanas.
El cuerpo de Momina cada vez se vuelve más liviano, se está consumiendo, se está consumiendo a sí misma. El corazón con cada latido proyecta la sangre a todos los rincones de nuestro cuerpo aportando el oxígeno y los nutrientes que nos mantienen con vida; pero este bombeo no es gratuito, cuesta energía, y la energía a falta de ingesta calórica se obtiene quemando nuestros propios recursos, consumiendo nuestro propio cuerpo.
En cada latido del corazón, Momina consume un trocito de su débil cuerpo.
Las piernas han perdido ya la práctica totalidad de su grasa y músculo hasta convertirse en dos palillos que son incapaces de mantener erguido el cuerpo que cede ante la gravedad.
Un hueso cubierto por una fina capa de piel que ya no puede responder a las órdenes del cerebro que ordena la contracción de un músculo que ha perdido hasta el nombre.
Momina se ha convertido en un esqueleto.
Es como si el esqueleto quisiese atravesar la piel. Es como si el hueso quisiere atravesar la piel y mostrar el esqueleto al mundo. O es como si la piel quisiese penetrar en el hueso y esconderse. No lo sé. Tan sólo sé que puedo contar una a una las costillas del tórax de Momina sin miedo a dejarme ni una, sin necesidad de palparlas, pues a simple vista se puede apreciar la marca que deja cada costilla cubierta de una ínfima capa de piel.
La parrilla costal quiere mostrarse al mundo, atravesar la piel y dejar de seguir escondida.
El globo ocular se hunde en la concavidad, como un náufrago tragado por la mar.
Parece una imagen dantesca, pero entonces es cuando el cuerpo que no se puede sostener a sí mismo, me sorprende.
No puede desafiar la gravedad el cuerpo, es cierto, pero no está dicha la última palabra.
Siento un calor frío en mi mano izquierda, un frío dedo me toca y a continuación puedo sentir la fuerza de sus dedos junto al mío. Con sus cuatros delgados dedos envuelve mu pulgar y puedo percibir en este abrazo la fuerza de la vida. La mano acaba de desafiar la gravedad, acaba de desafiar a la vida, quiere vivir.
Las primeras horas de ingreso se alargan hacia el infinito para ser percibidas como día, son horas de batalla entre los dos mundos, entre la vida y la muerte.
La vida se escurre con la misma facilidad como se escurre entre su cuerpo unas heces líquidas como la orina.
Es frágil la vida, Somos frágiles.
Pero a la vez fuertes.
Tras sobrevivir las primeras horas llegan los primeros días, y con ellos las primeras semanas, y tras 2 semanas de ingreso la vida renace.
Momina puede ahora sostener la cabeza sobre sus hombros, puede levantar sin miedo los párpados.
Momina, sentada sobre las piernas de su madre sostiene entre sus manos un vaso lleno de leche terapéutica y ya tiene fuerza para llevárselo a la boca y encontrar en la leche esa fuente de vida que no es otra cosa que el alimento al que todos deberíamos acceder, no por caridad, sino por justicia.
La madre de Momina sonríe, alegre de ver como su hija ha vuelto a la vida después de unos días muy críticos, llenos de llantos, ahora al fin puede sonreír con alivio y esperanza. Ahora cada día es una alegría, unos cuantos más gramos que aferran a Momina a la vida.
Momina ha ganado la batalla, ha sobrevivido a una desnutrición severa que ha estado a punto de costarle la vida.
Ha estado clave la llegada a tiempo a Gambo y el tratamiento y seguimiento por todo el personal sanitario de la unidad terapéutica nutricional formado por auxiliares, enfermeras y enfermeros y médicos garantizando el seguimiento durante las 24 horas del día y ofreciendo la dosis de leche terapéutica nutricional cada 3 horas tanto de día como de noche así como los antibióticos y medicamentos necesarios.