La monarquía es una forma de gobierno cuya jefatura del estado es estrictamente unipersonal, vitalicia y designada según un orden hereditario (monarquía hereditaria), aunque en algunos casos se elige, bien por cooptación del propio monarca, bien por un grupo selecto (monarquía electiva). En España, la Monarquía es ejercida por alguien de género masculino y número singular que no ha sido directamente votado por el pueblo.
Pero, pese a estas limitaciones, la base de datos del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) señala que la valoración de la corona española ha tenido, hasta hace muy poco, una gran aceptación popular. Oficialmente, la monarquía española ha gozado de muy buena salud, excepto en las últimas valoraciones según las cuales se ha registrado una bajada importante al caer su imagen entre las generaciones que protagonizaron la Transición. Se dice que los jóvenes incluso suspenden a la institución, un hecho insólito desde la recuperación de la democracia. La tendencia se ha consolidado últimamente, justo cuando se acerca la hora de la sucesión. En los últimos sondeos oficiales, la juventud suspende a la institución, por muy masculina y singular que sea. O a lo mejor, ¿quien sabe?, es ésta precisamente la razón.
La valoración de la monarquía, según los barómetros del CIS, es inversamente proporcional a la edad de los encuestados. Y la Casa Real es la institución que ha sufrido la mayor caída de imagen. “A diferencia de lo que sucedía aún en la década de 1990 –escribe Pere Rusiñol– la monarquía ya no es la institución más valorada entre los jóvenes, sino que ha caído hasta el quinto puesto, tanto en la franja de 18 a 24 años como en la de 25 a 34. La superan el Ejército, la Policía, el Ayuntamiento y el Gobierno autonómico entre los más jóvenes y el Defensor del Pueblo en la siguiente franja de edad”. Rusiñol precisa que el CIS no pregunta por el príncipe desde 1998, cuando lo apoyaba el 80%. Y Antonio M. Jaime del Castillo, un experto en sociología política juvenil, advierte: “La legitimidad de la monarquía en España ha estado muy ligada al papel del rey en la Transición y el 23-F. A medida que van entrando generaciones que no vivieron directamente aquel proceso, la legitimidad de la institución se va viendo afectada”.
En mayo de 2007, la Mesa del Congreso, presidida a la sazón por el socialista, Manuel Marín, negaba la mera aceptación a trámite de una batería de cien preguntas del diputado, Joan Tardà, sobre la contabilidad de la monarquía. ERC llevó el caso a Estrasburgo y, en su opinión, la admisión a trámite supondría “un antes y un después” en el debate público de la monarquía en España. Por su parte, el PCE recoge firmas en la calle para exigir transparencia a la Casa Real. Y Joan Herrera, secretario general de ICV (Iniciativa per Catalunya Verds), asegura que “los pactos de la Transición se entienden por las circunstancias de entonces, pero la monarquía tiene un problema con la sucesión porque debe legitimarse de nuevo. Y hay que acabar con las zonas oscuras que hacen que la corona española sea una de las menos transparentes de Europa”. Iñaki Anasagasti, senador del PNV, prepara una moción para que el Rey detalle sus cuentas. Diputados del PSOE le piden desde sus blogs que “enseñe más cosas”. Y todos exigen mayor transparencia al monarca.
“Ya somos 30.956.113 –titula Manuel Rico en Trinchera Digital– Una cifra que crece de forma imparable cada día. Pero, de acuerdo con los datos del último censo, en España había 30.956.113 ciudadanos que no pudieron votar la Constitución de 1978 que reinstauró la monarquía, por la sencilla razón de que eran menores de 18 años o ni siquiera habían nacido. Una mayoría aplastante frente a quienes eran entonces mayores de edad, un grupo de 15.789.694 personas que se va reduciendo sin pausa. La conclusión es obvia: un 66% de los españoles no ha tenido la oportunidad de pronunciarse sobre el modelo de Estado”.
“Si los reyes, príncipes y princesas que habitan La Zarzuela fueran tan demócratas como afirman –concluye Rico–, serían los primeros interesados en saber si cuentan con el respaldo del pueblo. Pero resulta que el miedo vive en palacio. No sólo no se les pasa por la cabeza la idea de celebrar un referéndum para que los ciudadanos puedan decidir si prefieren una monarquía o una república, sino que el Poder tampoco se atreve a plantear una reforma de la Constitución que iguale los derechos de hombre y mujer en la sucesión al trono. ¿Por qué? Porque en palacio temen que la consulta se termine transformando en un plebiscito sobre el modelo de Estado y que los republicanos decidan votar ‘no’ para mostrar su rechazo a la monarquía”. En tres lustros, calcula Manuel Rico, todos los que pudieron votar en 1978 están ya jubilados. “¿Alguien en su sano juicio piensa de verdad que una monarquía de pensionistas mantendrá un atisbo de legitimidad?”.