Monarquía o república no son sendas ideologías, sino simples maneras de gobierno. La tendencia republicana introduce una polémica oportunista, artificial y mendaz sobre la forma de Estado; una perentoria, interesada y partidista fogosidad republicana corroe las fibras de la población y del tejido institucional de la Nación. Sólo la ignorancia e insensatez o la ceguera política voluntaria o, tal vez, aviesas intenciones llevan a ciertas formaciones a reivindicar la sustitución del modo actual de Estado por el de la república, pero sin especificar el tipo que piden; pues hay muchas clases de república: cesarista, presidencialista, populista o asamblearia y, para no empeorar, quizás quieran una república parlamentaria.
Una monarquía parlamentaria es el régimen político representativo cuyo jefe de Estado –reino- es un rey. Y república parlamentaria es el régimen representativo que tiene un presidente de jefe de Estado -república-; en la monarquía parlamentaria la jefatura del Estado es hereditaria y en la república parlamentaria la jefatura es electiva, la diferencia estriba sólo en el modo de ocupar el sillón de la alta magistratura, en lo demás no hay otra diferencia. Pero, eso sí, un Presidente sólo representa a una parte del electorado (10 ó 12 millones); supone más gasto por la elección periódica, mantener al presidente es mucho más caro, recuérdese a Mitterrand y a todos los otros; y tiene una ideología determinada. Las repúblicas aquí han sido nefastas por el enfrentamiento que suscitaron entre los españoles. En la España del 78, la Monarquía Parlamentaria ha proporcionado el periodo de mayor estabilidad. A su vez, aquí se han vivido dos experimentos históricos republicanos, que, caótica en 1873 y trágicamente en 1931-36, fracasaron con toda rotundidad; pero hay quien no aprende y tercamente regresa de nuevo al mismo punto, aunque avive y se queme en las múltiples hogueras crepitantes que arden hoy en el escenario político, económico y social español. Ahora al socaire de un acto constitucional -abdicación- que debe ser normal y pacífico, como fue en Holanda, Bélgica, o en el Vaticano, en España de desboca la cuestión de Estado, para revolver el combinado indigesto; desde esferas políticas e incluso personales, el espíritu español se regodea en ser iconoclasta, contrario a los ideales y modelos de la sociedad y en destruir lo que favorece la convivencia.
Las muchas insensateces y falsedades que se oyen hoy, las hemos agrupado en estas cinco partes, para ir a su rechazo.
1º. “La república se justifica, porque el rey fue puesto por Franco”. Esta afirmación oculta maliciosamente que el pueblo español refrendó libremente por abrumadora mayoría (88,54%) la Constitución de la Concordia -1978- que instaura la monarquía parlamentaria y propone a J. Carlos I como jefe del Estado (1.3 y 56.1 CE).
2º. “La actual generación no ha votado la Constitución”. No es argumento serio ni atendible; tampoco han votado ni han sido consultados nuestros contemporáneos de E. Unidos 1787, Alemania 1949, Francia 1958, Portugal 1974, o Reino Unido donde la Constitución no escrita procede del siglo XVIII. Las Constituciones, como leyes que son, sólo se derogan por otra posterior.
3º. “La monarquía ha fracasado”. Falso. Jamás en la historia de España se contará un período de cuatro décadas con tanta paz, estabilidad y progreso. En 1976, había 12,7 millones de ocupados; hoy, 17 millones de ocupados y creciendo; la expectativa media de vida en 1975 era 73,32 años; 82,2 en 2012. El PIB per cápita en 1977: 1.081 euros; en 2012: 24.938. Número de universitarios en 1975: 463.456; en 2011: 1.633.183. Pensionistas en 1975: 4 millones; en 2013: 9 millones. La monarquía nos ha introducido en todos los organismos internacionales, especialmente en la OTAN y UE.
4º. “En una república hay más libertad y democracia”. Falso. La república no añade ningún plus sobre la monarquía parlamentaria. Lo importante es: a) Que exista democracia (1,1 CE); b) Que el pueblo sea soberano (1,2 CE); y c) Que los derechos y libertades estén reconocidos y protegidos (Tit. I CE).
5º. “La república trae más progreso y transparencia”. Falso. Depende de los líderes, de los partidos políticos y del afán reivindicativo popular. No hay milagros ni fórmulas mágicas; es la política la que hace avanzar a un país, no la forma de Estado. Suecia es una social democracia coronada y Grecia y Venezuela son ejemplos de dos repúblicas en quiebra. La república por sí no reparte ningún maná (José Torné–Dombidau y Jiménez para la Concordia Civil).
En consecuencia, ¿de qué hablan aquellos que quieren convencernos con cantos de sirena? No les asiste ninguna razón. Por lo menos, ninguna de las que están esgrimiendo; tienen que saber que la monarquía parlamentaria sólo es rechazada por el 0,02% de los españoles. No obstante, con paciencia, agitación y propaganda hasta las duras caen. ¡Ánimo y a romper lo que vale!
C. Mudarra
Revista Opinión
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