Una carretera inundada a tramos y llena de curvas nos lleva hasta la provincia de Mondulkiri al noreste de Camboya y una de sus regiones más naturales. La vegetación es más frondosa y las casas más espaciadas, estamos en clima selvático. Nos dirigimos a la capital de la provincia, Sem Moronom, el mayor núcleo urbano de la misma, a pesar de ser el departamento más grande también es el más despoblado. La ciudad en sí es una calle con algunos comercios y restaurantes, las casas y los hoteles se reparten espaciados por carreteras de tierra rojiza rodeadas de vegetación.
La calle en la que se encontraba nuestra cabaña. Foto: Sara Gordón
La mejor manera de moverse en Camboya es en tuktuk, ¡Bendito tuktuk! Tenemos la suerte de conocer a un hombre de lo más gracioso que accede a llevarnos a varios sitios que queremos conocer. Al tuktuk le cuesta subir las pendientes pero finalmente llegamos a Phnom Dokramom una humilde pagoda en un enclave privilegiado. Los monos escalan por las casas de los espíritus (dedicaré una entrada a esta costumbre) como si fueran minis King Kongs escalando el Empire State building, unos budas sonrientes meditan dentro de su pagoda y una plataforma de madera actúa de balcón a unas vistas impresionantes.
La provincia es una de las más naturales del país y conserva etnias no-jemer conocidas como Tribus de Montaña o “Monuh prey”, en idioma jemer, con su propio lenguaje y costumbres. Foto: Sara
A tan sólo 4 kilómetros de la capital se precipita la cascada de Moronom, un pequeño salto de agua en un paraje sobrecogedor en el que las lianas cuelgan, los árboles llegan al cielo y el agua es cristalina. Tuvimos la suerte de disfrutar completamente solos del lugar y en silencio escuchar la caída del agua.
El 80% de la población de la provincia pertenece a etnias no-Jemer. Foto: Sara Gordón
La población vive del cultivo del arroz, frutas y vegetales. Foto: Sara Gordón
Una de las principales razones por las que decidimos viajar a esta zona es porque se trata del único lugar en Camboya donde sigue habiendo elefantes que no son utilizados para el turismo. En Camboya el 95% de la población es Jemer pero en Mondulkiri todavía viven minorías étnicas indígenas como los Bunong, también llamados Phnong, que están fuertemente vinculados con la selva y con los elefantes. Para este pueblo el elefante es un miembro más de su clan y siempre lo ha utilizado para su economía familiar: transportar troncos de la selva, para sus cultivos… El problema viene cuando las madereras entran en juego y los Bunong comienzan a utilizar los elefantes para un trabajo más duro que termina por extenuar al animal.
El elefante asiático es más pequeño que el africano. Foto: Sara Gordón
Pasamos un día en el Mondulkiri Proyect, en el que podemos disfrutar de la compañía de tres elefantes en su entorno. Este proyecto dedica sus ingresos, generados por los visitantes, al alquiler de los elefantes de las familias Bunong a las que pagan lo que ganarían si trabajaran para la industria maderera y les reeducan en volver a utilizar los animales para su uso ancestral, sin explotarlos. Todos sus trabajadores son de la etnia Bunong y parte de los ingresos son para la asistencia sanitaria de estas familias.
En las atracciones turísticas en las que los elefantes portan turistas en una silla, su espalda queda gravemente dañada por el peso. Foto: Sara Gordón
Veremos a los elefantes si éstos se dejan ver y no podemos subirnos a ellos ni molestarlos. Al rato de estar andando por la selva aparece el primer elefante entre la vegetación y se acerca porque huele los plátanos que le ofrecemos, come y cuando ya no hay más comida se va. Son enormes peluches que se rascan contra los árboles dejando una cenefa marrón por donde pasan. En un punto de nuestra ruta vemos a dos elefantes echándose barro encima con la trompa, parecen tan felices. ¡Hasta les damos de comer metidos en un río!
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