Revista Expatriados

Monete y la música

Por Spanierin

Ya desde que Monete empezó a ir al Krabbelgruppe (la guardería para menores de 3 años) mostró un gran interés por la música. "¡Pues como todos los niños!" me decía todo el mundo. Vale, pero en nuestro caso evolucionó un poco más. Tanto le gustaba ver a sus profes tocando canciones con la guitarra, que le organizamos una propia, de color verde, que aún sobrevive de forma íntegra después de casi 3 años. Cuando llega a casa, coloca a sus Playmobil, Barbies o lo que pille en círculo, se sienta con ellos, y les canta algo con la guitarra.

Casi cada tarde encendemos la radio y escuchamos lo que sea. Y canta. Y baila. Aclararé esto de radio porque para mí es importante: precisamente por la misma época en que nos llegó la guitarra, compré un (no sé cuál es su nombre real) altavoz que se conecta con el móvil por Bluetooth, para poder escuchar lo que queramos sin tener que estar mirando continuamente a una pantalla. En esta casa funciona muy bien; Monete (o quien sea) elige la música que quiere, yo la pongo, y a disfrutar.

Sin embargo, en nuestro entorno ven esto como un atraso, ya que existe una cosa cuyo nombre sí conozco pero de la que no voy a hacer publicidad, que no deja de ser un cubo con un altavoz encima del cual se coloca la figurita deseada, y ésta canta o cuenta un cuento, o reproduce la música que nosotros hayamos guardado dentro previamente. Y ello sirve, según los padres que intentan convencerme de que es el invento del siglo, para que los niños puedan escuchar lo que quieran cuando ellos quieran. Me parece estupendo. Yo no lo voy a comprar. Y no quiero que nos lo regalen. Porque el cubo en cuestión cuesta unos 80€ y cada una de las figuritas hay que organizarlas aparte, y a mí eso sí que me parece un gasto innecesario. Sin contar con que yo no quiero que Monete tenga de todo, sino que sepa apreciar aquello que tiene y que no se agobie con millones de cosas. Por eso digo que, para nosotros, un altavoz con Bluetooth y la posibilidad de hablar y decidir entre todos qué se escucha, es más que suficiente.

Pero volvamos al tema de la música. Dado que yo no estoy musicalmente dotada, llegó un momento en que no podía ofrecerle más a Monete que su guitarra y una serie de instrumentos musicales para que pruebe por su cuenta de vez en cuando. Por eso consideré la opción de apuntarle a una escuela de música. Estamos en Salzburgo, la ciudad de la música, algo habrá, ¿no?

Pues sí. Existe una institución llamada Musikum cuya página web deja un poco que desear, pero que por otra parte funciona bien; a mí siempre me han atendido muy atentamente tanto por teléfono como por correo electrónico.

El caso es que el curso pasado, después de intercambiar varios correos, nos invitaron a una clase de prueba para niños de hasta 4 años, en la que tanto los peques como un progenitor, cantan y bailan todos juntos. A Monete le gustó mucho, y tras ese día nos indicaron que podíamos sumarnos a esa clase, a pesar de estar el curso ya empezado - y casi acabando. Eso a mí ya no me gustó tanto, ya que, por mucho que le pueda gustar, la música es (de momento) algo extra(escolar) y no quería que perdiera una mañana entera de guardería por una hora de actividades musicales, a pesar de que en la guardería no me pusieron ningún problema.

Ya que habíamos probado, pregunté por algo más: el grupo que sigue al de los peques con mamás, que es uno para niños de entre 4 y 6 años y que les permite a ellos solos introducirse en el mundo de la música, aprender a seguir ritmos, probar instrumentos diferentes y bailar. Mi gozo en un pozo: en la sede que tenemos más cerca de casa sólo ofrecen ese grupo por las mañanas. Justo lo que yo no quería. Así que nos fuimos un poco más lejos: directamente a Salzburgo.

Allí llevamos ya desde finales de septiembre y no podríamos estar más felices. Al principio yo también formaba parte de las clases, hasta que Monete se acostumbró a que yo esperase al otro lado de la puerta, y ahora funciona sin ningún problema. Monete se alegra cuando llega el día de la semana en que vamos a la escuela de música, prueba instrumentos diferentes, la profe les deja pintar dibujos un poco antes de acabar la clase... Y así es como comenzamos con nuestra primera actividad extraescolar.

Próximamente van a organizar una tarde en la que juntan a varios grupos y otros niños mayores o profesores presentan instrumentos que ellos no pueden aún utilizar, al ser pequeños para ello. Y tengo que decir que tengo muchas ganas de que llegue ese día, porque hace poco nos encontramos a una mujer tocando el violín en la calle y la cara de alegría y de emoción que puso Monete al verla hacía mucho que no se la veía.

¿Será guitarra? ¿Será violín? ¿Se cansará de la música y tendremos que interrumpir las visitas a la escuela? No lo sé. Lo importante para mí es que pueda hacer algo que le interese durante el tiempo que quiera y, sobre todo, sin sentirse obligado a ello. Y, en definitiva, que disfrute de la música.


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