Revista Religión

Monfort a la luz del Concilio Vaticano II

Por Joseantoniobenito

Monfort a la luz del Concilio Vaticano II

Monfort a la luz del Concilio Vaticano II

Monfort a la luz del Concilio Vaticano II

Monfort a la luz del Concilio Vaticano II

Monfort a la luz del Concilio Vaticano II

Con mucho gusto les comparto lo que he preparado para la Jornada en la que han participado cientos de personas, con una acogida extraordinaria por "los sacerdotes de Toledo" que llevan la parroquia y el formidable equipo organizador. Una gracia el haber participado. Que sigan con tanto entusiasmo. 

CONSECRATIO MUNDI PERU

"300 AÑOS DEL TRATADO DE LA VERDADERA DEVOCION – ESCUELA DE SANTIDAD"

09:00  PRESENTACION

09:15  ROSARIO MONTFORTIANO

10:00  MUSICA DE MEDITACION

10:10  1ER TEMA   "LA DOCTRINA DE SAN LUIS MARIA DE MONTFORT  A LA LUZ DEL CONCILIO VATICANO II" – Dr. JOSE ANTONIO BENITO, HISTORIADOR

 

11;00  MUSICA DE MEDITACION

11:10  2DO TEMA   "LA ESPIRITUALIDAD DE MONTFORT, UNA PEDAGOGIA DE SANTIDAD"- R.P. CARLOS SALAS

12:00  ALMUERZO

12:50  MUSICA DE MEDITACION

13:00  3ER TEMA   "LA MATERNIDAD DE MARIA EN LA IGLESIA DE HOY" R.P. CARLOS ROSELL DIRECTOR DEL SEMINARIO SANTO TORIBIO DE MOGROVEJO

13:50  MUSICA DE MEDITACION

14:00 4TO TEMA "EL ESPIRITU SANTO Y MARIA, FORMADORES DE LOS DISCIPULOS Y MISIONEROS DE LA NUEVA EVANGELIZACION"- R. P. JOSE ANGEL JULCAHUANCA P.SS. VICARIO DE LOS MISIONEROS MONTFORTIANOS PERU - BRASIL

  

14:50  RECONOCIMIENTO A LOS SACERDOTES DE LA COMUNIDAD MONTFORTIANA, EXPOSITORES, AUTORIDADES Y GRUPOS DE APOYO.

15:10  EXPOSICION DEL SANTISIMO

16:00  LA SANTA MISA – CELEBRADA POR MONSEÑOR DE LURIN CARLOS GARCIA CAMADER

17:00  PALABRAS DE CIERRE DEL PADRE LUCIANO CICIARELLI Y DIRECTIVA NACIONAL E INTERNACIONAL

PARROQUIA JESÚS NAZARENO. Barrio II, Cuarta Etapa Urb. Pachacámac, Villa El Salvador. Entre Av. Revolución y Separadora Industrial, cerca de la Av. María Reiche, a unas cuadras del Parque zonal Huáscar y el Óvalo Las Palomas, junto al Mercado "Las Brisas"

La doctrina de San Luis María Griñón de Monfort a la luz del Concilio Vaticano II

José Antonio Benito: Jornada 7 de julio del 2012, Villa El Salvador

I.   CONCILIO VATICANO II, 50 AÑOS DESPUÉS.

II.   ¿ES LEGÍTIMO VENERAR A MARÍA? LA VERDADERA DEVOCIÓN

III.   MARÍA, MADRE NUESTRA, MADRE DE LA IGLESIA: UNA EXPRESIÓN PRIVILEGIADA POR VATICANO II  Y EL PADRE DE MONTFORT

IV.   MARÍA, MADRE NUESTRA, MADRE DE LA IGLESIA: UNA EXPRESIÓN PRIVILEGIADA POR VATICANO II  Y EL PADRE DE MONTFORT

V.   CONCLUSIÓN: EN MISIÓN CON MONFORT

Agradezco a los organizadores el que nos hayan convocado para este maratón de amor mariano en este lugar tan emblemático como es Villa El Salvador. Todos tenemos en la mente cómo se ha ido forjando este pueblo, en unión y solidaridad, la visita memorable del Papa Juan Pablo II con aquel inolvidable mensaje: "hambre de Dios sí, hambre de pan no". El mismo nombre –Salvador- nos habla del objetivo que perseguían Monfort y el Concilio Vaticano II: Cristo, Camino, Verdad, Vida; la santidad… y el camino más rápido, más fácil, más completo: MARÍA. Y todo: en dos palabras: TOTUS TUUS. Muchas gracias por invitarme a desarrollar un tema tan bello como el hablarles de Montfort a la luz del Concilio, la verdadera devoción a María en el Vaticano II. Les pido oraciones para que el Espíritu Santo descienda sobre todos nosotros y nos encienda en su amor.

I.CONCILIO VATICANO II, 50 años después[1]. Nos encontramos a un paso del Año de la Fe, convocado por Benedicto XVI para rememorar los 50 años del Concilio Vaticano II. Comencemos destacando la singular gracia que ha supuesto el Concilio. Juan Pablo II, en la carta-testamento Novo millennio ineunte (Roma 2001, n.57) –afirmará rotundamente: "Después de concluir el Jubileo siento más que nunca el deber de indicar el Concilio como la gran gracia de la que la Iglesia se ha beneficiado en el siglo XX. Con el Concilio se nos ha ofrecido una brújula segura para orientarnos en el camino del siglo que comienza".

DOCE PALABRAS CLAVES DEL CONCILIO QUE PUEDEN AYUDARNOS A VIVIR ESTE TIEMPO DE GRACIA

1. "AGGIORNAMENTO". La Palabra expresa el esfuerzo de toda la Iglesia para mirar positivamente al mundo buscando estar al día en la lectura de los "signos de los tiempos" que se presentan en la realidad.

2. COLEGIALIDAD. Es la revalorización del "colegio" de los obispos presidido por el obispo de Roma, el Papa. Los obispos no son subalternos del Papa sino que son responsables pastorales de su Iglesia local. La colegialidad se expresa por medio de algunos organismos a nivel mundial, como el Sínodo de los obispos, y a nivel nacional, como las Conferencias Episcopales.

3. DIÁLOGO. El Concilio ha promovido un diálogo hacia todas las direcciones siguiendo la propuesta de la Encíclica programática de Pablo VI, Ecclesiam suam, del 6 de agosto de 1964. De aquí en más el diálogo será herramienta fundamental del anuncio y de la misión de la Iglesia.

4. COMUNIÓN. El proyecto de Dios es un proyecto de comunión. La Iglesia Católica se define como una comunión de Iglesias locales. A nivel más profundo, la Iglesia es comunión con Dios y entre los hombres. La pluralidad y la diversidad son entendidas como elemento positivo.

 5. LIBERTAD RELIGIOSA. Una de las más grandes innovaciones del Vaticano II con respecto a la historia del catolicismo es la afirmación de la libertad religiosa, que va asociada a la libertad de conciencia. El papa Gregorio XVI la consideraba en el siglo XIX como un "delirio". Por primera vez, la expresión "libertad religiosa" figura en un texto oficial católico y el subtítulo del documento precisa: "El derecho de la persona y de la comunidad a la libertad social y civil en materia religiosa".

6. LITURGIA. Un deseo de los 2.500 obispos presentes en el Concilio era llegar pronto a una reforma litúrgica cercana al pueblo que permitiera su participación. Redescubriendo las antiguas tradiciones litúrgicas, el pueblo vuelve a ser protagonista de las celebraciones y de la vida eclesial.

7. ECUMENISMO. No sin encontrar algunas dificultades, la palabra ecumenismo adquiere legitimidad plena en la Iglesia Católica. La Iglesia de Cristo no se reduce a la Iglesia Católica romana. Las diferentes Iglesias que están en comunión imperfecta pero real con la Iglesia Católica, forman parte de la única Iglesia de Cristo. La finalidad del camino ecuménico no es la incorporación de los demás sino la búsqueda de un diálogo serio y exigente para favorecer el encuentro.

8. PALABRA DE DIOS. El Vaticano II ha restaurado el lugar de la Palabra de Dios como fundamento de toda la vida cristiana. El Magisterio no está por encima de la Palabra de Dios, sino a su servicio. Todo el Pueblo de Dios puede y debe acercarse a la Biblia para que ésta ilumine su vida.

9. PUEBLO DE DIOS. Esta definición de la Iglesia valoriza la condición cristiana de todos los integrantes de la Iglesia, laicos y ministros. Propone también una nueva inserción en la historia y en el mundo, y una nueva configuración de relaciones en el interior de la Iglesia.

10. PRESENCIA. La Iglesia se percibe como "cuerpo de Cristo", presencia frente a Dios y frente a los hombres. En el mundo esta presencia es una presencia de servicio. La Iglesia centrada en el Evangelio se abre al mundo.

11. SANTIDAD. Para todos, especialmente entre los laicos.

12. MARÍA MADRE DE LA IGLESIA. María no aparece en un documento propio ni tiene un espacio singular pero está como tema transversal a lo largo de todo el Concilio. Hay un título especial que le da Pablo VI y que figura en uno de los documentos clave del concilio, LG, "María, Madre de la Iglesia".

En el Perú, en 1962, además de lo dispuesto por cada Prelado, la Asamblea Episcopal acordó dirigir al Santo Padre en forma colectiva pareces especiales, pidiendo la Consagración del mundo al Espíritu Santo, y subrayando de esta manera la necesidad primordial de la oración, de la invocación solemne al Espíritu Santo, a fin de que la celebración del concilio sea para toda la Iglesias un verdadero Pentecostés, por la abundancia de las luces y gracias especiales derramadas sobre la Jerarquía y sobre todos los fieles, y por los copiosos frutos de fervor en la caridad, de unidad fraterna en Cristo, de paz permanente entre los hombres y los pueblos. En su Declaración pastoral del episcopado peruano[2] manifiesta las enseñanzas del concilio: El Concilio Vaticano II ha surgido en nuestra generación como un faro portento que ha de iluminar toda la vida del cristianismo. Maravillosos don de  Dios a su Iglesia y al mundo que ha de dar profundos cambios de todo orden y será el punto de referencia obligatoria para orientas consciencias e impulsar a la acción".

Sus palabras, 50 años después, son más actuales y urgentes que nunca.

II. ¿ES LEGÍTIMO VENERAR A MARÍA? LA VERDADERA DEVOCIÓN

Corrió la voz de alarma entre los fieles de que algunos Padres conciliares trataban de frenar el culto a María y hubo en algunos lugares que se formaron "Liga de defensa del honor de la Virgen María". Temor infundado porque los Padres no trataban de disminuir ni de atenuar tan solo querían llamar la atención par una predicación sólidamente teológica que evitara formas de culto indebidas. El punto estaba en EL LUGAR del documento para la Madre de Dios

Como escribió el P. Victoriano Uribe "no cabe duda que en el concilio Vaticano II resplandeció la dulce figura de la Santísima Virgen, invocada con amor a sus comienzos y evocada aquí y allá en diversos lugares, puesta finalmente como el coronamiento de la obra de Dios en su Iglesia"[3]. Espiguemos algunos textos marianos del Concilio:

1.   "La Santa Iglesia venera con amor especial a la bienaventurada Madre de Dios, la Virgen María, unida con lazo indisoluble a la obra salvífica de su Hijo; en ella la Iglesia admira y ensalza el fruto más espléndido de la Redención y la contempla gozosamente como una purísima imagen de lo que ella misma, toda entera, ansía y espera ser" (Sacrosanctum Concilium 103).

2.   María, exaltada por la gracia de Dios, después de su Hijo, por encima de todos los ángeles y los hombres, como la santa Madre de Dios, que participó en los misterios de Cristo, es honrada con razón por la Iglesia con un culto especial" (Lumen Gentium 66).

 Estos textos del Concilio Vaticano II muestran el interés de los Padres conciliares por situar el culto a la Virgen María en la fe y la devoción cristianas.  En ellos se señala el principio del que surge la veneración a María en la Iglesia: la relación especial que guarda con el obrar salvífico de su Hijo Jesucristo. No se debe a la relación natural de parentesco entre María y Jesús sino a la vinculación sobrenatural que se establece por medio de la fe de María con la misión de su Hijo. Esta misión hace de María la "Madre de Dios", título con el que el pueblo de Dios la honra desde los primeros siglos. Por ello, "el que cree en Cristo es participe también de la comunión –que tan relevante es para la historia de la salvación- del Hijo de Dios con su madre" (Müller, ¿Qué significa María para los cristianos?, Palabra, p. 106). Todo el capítulo 8 de la Lumen Gentium  ha destacado el significado de María en la economía de la gracia, su fundamento cristológico y su proyección en la eclesiología.

1-   En primer lugar es preciso distinguir entre la veneración a María y la adoración a Dios. La diferencia no sólo es gradual, de intensidad, sino esencial, pues la adoración sólo compete a Dios. La veneración a María remite a la adoración exclusiva de Dios. El  Vaticano II destaca esta distinción apoyándose en el II Concilio de Nicea (787) y el de Trento (1563). La Reforma protestante sitúa erróneamente el culto a los santos de la Iglesia católica al mismo nivel que la adoración de Dios considerándolo un oscurecimiento de la relación con Dios. Para entender adecuadamente, el culto a María y a los santos ha de fundamentarse en la eclesiología y no en la soteriología.

2-   La Iglesia es el Cuerpo de Cristo y, por tanto, los miembros del cuerpo están en comunión entre sí y con la Cabeza, Jesucristo. Esta communio nos hace ser cooperadores, responsables de la salvación de los hermanos. Nos ayudamos en el proceso comunional de incorporación siempre más plena en Jesucristo siendo solidarios en el padecimiento, la esperanza y la intercesión (la comunión de los santos). La intercesión de los santos es gracia ayudante, que difiere de la gracia santificante, exclusiva de Cristo. Así, orar a María o a los santos es tomar conciencia de nuestra unión con todos los miembros del Cuerpo de Cristo invocándolos como miembros que ya han alcanzado la consumación en el cielo.

3-   María es también un miembro del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia, con una relación del todo peculiar y singular, pues es la Madre del Salvador y único Mediador, Jesucristo. Desde la antigüedad es invocada con los títulos de "intercesora, auxiliadora, abogada y medianera". No se trata de una función paralela  o en competencia con la de Cristo. El Concilio afirma que la misión de María "de ninguna manera disminuye o hace sombra a la única mediación de Cristo, sino que manifiesta su eficacia" (LG 60). Se trata de un don de Dios destinado a favorecer la unión de los creyentes con Cristo. Su fuente es "la sobreabundancia de los méritos de Cristo" (id.). La misión de María con nosotros no es sino una misión maternal, una prolongación de su relación con Jesucristo, Cabeza del Cuerpo eclesial, con los miembros de ese Cuerpo: Ella es "nuestra madre en el orden de la gracia" (LG 61), aquella cuya "maternidad perdura sin cesar en la economía de la gracia" (LG 62).

4-   Hablar de María es hablar de la imagen cristiana del hombre. A todo esto hay que añadir que "el culto a los santos y a María tiene tanta importancia porque expresa vivamente ideas determinantes de la antropología cristiana" (Dogmática, 518). En efecto, la Virgen María "reúne en sí y refleja las exigencias más radicales de la fe" (LG 65). El centro y núcleo de la persona de María está configurado por la unión en gracia con Dios. María es prototipo de la nueva criatura relacionada con las Tres Personas divinas: Hija del Padre, Madre del Hijo y Esposa del espíritu Santo. De modo semejante, cada creyente se relaciona con Dios de un modo personal y específico con las Personas de la Trinidad: hijos, hermanos y templos.  Y la Iglesia es el pueblo de Dios, el Cuerpo de Cristo y el Templo del Espíritu Santo. En la Tradición de la Iglesia se ha formulado este núcleo de relaciones entre la mariología, la antropología y la eclesiología diciendo que lo que se aplica universalmente a la Iglesia, se aplica a María especialmente y singularmente o individualmente al alma fiel.

5-   Hay un gran paralelismo entre la vida dela Virgen Madre y la de todo creyente que se abre a la gracia dejando que Dios opere en él lo que operó en María. La reflexión creyente sobre la Madre de Dios ha comprendido que los acontecimientos narrados en los Evangelios sobre María han de influir en el comienzo de su vida y en su final y ha elaborado los Dogmas de la Inmaculada Concepción de María y de su Asunción gloriosa a los cielos en cuerpo y alma. Estos dogmas son elementos, casi espejos, en los que podemos vernos y aceptarnos como criaturas, hijos, llamados a realizar nuestra filiación en Cristo, participando de la vida eterna con Dios. Así, en nosotros, el equivalente del comienzo de la gracia es el bautismo que nos libra del pecado original; después de nuestra muerte experimentaremos la resurrección en nuestro cuerpo, que en María es anticipada en su Asunción. Entre Ella y nosotros hay una diferencia y una conexión, por la que se convierte en prototipo y modelo, totalmente singular, de los redimidos, "señal de esperanza cierta y de consuelo" del Pueblo de Dios.

Como conclusión, el culto a la Virgen ha de tener cuatro orientaciones, recogidas del espíritu del Concilio Vaticano II por Pablo VI en la Marialis cultus: ha de ser bíblico, litúrgico, ecuménico y antropológico. De este modo, podrán cumplirse los fines de la veneración a María que señala el Concilio: Favorecer "muy poderosamente", el culto que se da al verbo Encarnado, de modo que "el Hijo, Creador de todo, en quien quiso el Padre eterno que residiera toda la plenitud, sea debidamente conocido, amado, glorificado y que se cumplan sus mandamientos" (LG 66).

IV. MARÍA, MADRE NUESTRA, MADRE DE LA IGLESIA: UNA EXPRESIÓN PRIVILEGIADA POR VATICANO II  Y EL PADRE DE MONTFORT

El año pasado, con motivo de la beatificación del Papa Juan Pablo II, tuve la suerte de dedicar un especial de PAX TV a la devoción mariana del Papa. Una hermana de la Congregación Hijas de la sabiduría, María Jesús Pinedo, y el P. Jean Baptista, monfortiano, nos explicaron el hondo significado del lema papal "Totus tuus". El lema corresponde a la célebre expresión de san Luis María Grignion deMonfort, en la que Karol Wojtyła encontró un principio fundamental para su vida: «Totus tuus ego sum et omnia mea tua sunt. Accipio Te in mea omnia. Praebe mihi cor tuum, María -Soy todo tuyo y todo cuanto tengo es tuyo. Tú eres mi todo, oh María; préstame tu corazón». (Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen, n. 266).  La comparación entre la doctrina del cap. 8 de Lumen Gentium y la del Padre de Montfort muestra que existe entre ellas una convergencia real en numerosos puntos importantes.

Una anécdota que va en este sentido. El Padre Manteau-Bonamy, un teólogo dominicano que conocía bien, desde su infancia, al Padre de Montfort, estaba presente como experto en el Concilio. Cuando pudo consultar un proyecto muy avanzado del cap. 8 de Lumen Gentium, pensó enseguida en san Luis-María. Encontrando a Mons. Philips, teólogo belga, miembro de la comisión encargada de redactar este texto y reconocido como habiendo tenido un papel importante en ello, le preguntó lo siguiente:    "¿Conoce el Tratado de la verdadera devoción, del Padre de Montfort?" Mons. Philips respondió: "No tengo el texto aquí, pero está aquí (diciéndolo, llevó la mano a su frente) y allí (y puso su mano sobre su corazón)". Tengo este hecho del mismo Padre Manteau-Bonamy, que me lo contó dos veces durante unas discusiones sobre el cap. 8 de Lumen Gentium y el Padre de Montfort.

El  obispo más joven del concilio, Mons. Alcides Mendoza, tenía como lema episcopal, el de un gran amante de la Virgen; su lema "con María, Madre de Jesús", lo dice todo.

El Concilio Vaticano II no ha encadenado las puertas de la búsqueda teológica. Al dar unas orientaciones que tenemos que tener en cuenta, las ha abierto hacia unos desarrollos futuros. Eso se ha verificado de manera muy clara para el cap. 8 de Lumen Gentium. Y los sumos pontífices mismos quienes, por su parte, los han dado aquí al publicar diferentes documentos importantes para explicar y desarrollar este texto mariano. Citamos la Exhortación apostólica sobre "La veneración y la imitación de María Madre de la Iglesia, modelo de todas las virtudes" (Signum Mágnum de Pablo VI, publicada en el Osservatore Romano del 13 de mayo de 1967, que está en el sentido directo de Lumen Gentium; siempre de Pablo VI, la Exhortación apostólica tan importante: Marialis cultus, sobre el culto mariano de Juan-Pablo II; por último, la Carta encíclica explicita y desarrolla abundantemente algunos elementos del cap. 8 de Lumen Gentium.

Sabemos que Juan-Pablo II es un ferviente adepto de la espiritualidad del Padre de Montfort, que ha descubierto hacia los veinte años leyendo el Tratado de la verdadera devoción, para él un libro de cabecera: "Me acuerdo haberlo llevado sobre mí, incluso en la fábrica de soldadura, hasta tal punto que la portada está manchada  de cal…" Después de esta lectura, se ha consagrado a Jesús por las manos de María, como él mismo ha hecho la confidencia (cf. B.V Balayn, Juan-Pablo II el Grande, Parvis, 2ª edición, enero 2002).

Podemos decir que el texto de Redemptoris Mater está impregnado a la vez de Vaticano II (citado más de cien veces), y en particular de Lumen Gentium (citado por su parte setenta y una veces) y, en una medida ciertamente menor pero sin embargo real, de san Luis-María de Montfort; éste es el único autor moderno en ser citado en el texto mismo de la encíclica, y su proceso espiritual explícitamente mencionado.

"A este propósito me gusta evocar, entre numerosos testigos y maestros de esta espiritualidad, la figura de san Luis-María de Montfort que proponía a los cristianos la consagración a Cristo por las manos de María como medio eficaz de vivir fielmente las promesas del bautismo. Observo con gusto que nuestra época actual no está desprovista de nuevas manifestaciones de esta espiritualidad y de esta devoción." (R.M. 48)

Esta cita nos muestra la estima profunda que alimentaba Juan-Pablo II para el Padre de Montfort y su camino espiritual; nos muestra también que veía una conformidad profunda entre la doctrina monfortiana y la enseñanza mariana de Vaticano II. Después de este testimonio masivo, no es necesario señalar con detalle los puntos de correspondencias entre la encíclica y los textos monfortianos. Sin embargo vale la pena notar que manteniéndose fiel a lo que descubre en el Concilio y en el Padre de Montfort, Juan-Pablo II no duda en proponer unos nuevos adelantos. Es el caso, por ejemplo, de la maternidad espiritual de María; es el caso de la mediación mariana llamada "mediación materna" (R.M.22). Es el caso también por la manera de expresar la respuesta del discípulo al don que se le hace de María:

"Al pie de la Cruz empieza esta particular ofrenda de uno mismo por parte del hombre a la Madre de Cristo, que fue luego practicado y expresado de diversas maneras en la historia de la Iglesia… La ofrenda de uno mismo es la respuesta al amor de una persona, y en particular, al amor de la madre." (RM 45)

Para el Papa expresa el don total a María que el Padre de Montfort pide al que se consagra totalmente a Jesús por las manos de María. Puede ser útil reflexionar en ello para una presentación actualizada de la espiritualidad monfortiana[4]

San Luis María propone con singular eficacia la contemplación amorosa del misterio de la Encarnación.La verdadera devoción mariana es cristocéntrica. En efecto, como recordó el Concilio Vaticano II,"la Iglesia, meditando sobre ella (María) con amor y contemplándola a la luz del Verbo hecho hombre, llena de veneración, penetra más íntimamente en el misterio supremo de la Encarnación"(Lumen gentium, 65). En la "Carta del Beato Juan Pablo II a la Familia Monfortiana", Vaticano, 8 de diciembre de 2003, nos advierte que

"el Rosario nos transporta místicamente junto a María, dedicada a seguir el crecimiento humano de Cristo en la casa de Nazaret. Eso le permite educarnos y modelarnos con la misma diligencia, hasta que Cristo «sea formado» plenamente en nosotros (cf. Ga 4, 19). Esta acción de María, basada totalmente en la de Cristo y subordinada radicalmente a ella, «favorece, y de ninguna manera impide, la unión inmediata de los creyentes con Cristo».(Lumen Gentium, 60) Es el principio iluminador expresado por el Concilio Vaticano II, que tan intensamente he experimentado en mi vida, haciendo de él la base de mi lema episcopal: Totus tuus.Un lema, como es sabido, inspirado en la doctrina de San Luis María Grignion de Montfort, que explicó así el papel de María en el proceso de configuración de cada uno de nosotros con Cristo:«Como quiera que toda nuestra perfección consiste en el ser conformes, unidos y consagrados a Jesucristo, la más perfecta de la devociones es, sin duda alguna, la que nos conforma, nos une y nos consagra lo más perfectamente posible a Jesucristo. Ahora bien, siendo María, de todas las criaturas, la más conforme a Jesucristo, se sigue que, de todas las devociones, la que más consagra y conforma un alma a Jesucristo es la devoción a María, su Santísima Madre, y que cuanto más consagrada esté un alma a la Santísima Virgen, tanto más lo estará a Jesucristo».(Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen, 120). De verdad, en el Rosario el camino de Cristo y el de María se encuentran profundamente unidos. ¡María no vive más que en Cristo y en función de Cristo!(JUAN PABLO II .ROSARIUM VIRGINIS MARIAE, 15).

CONCLUSIÓN: En misión con Monfort

Es imposible presentar a Luis María Grignion de Montfort sin hablar de la dimensión misionera. Esta le es esencial, y pertenece a su acción y a su enseñanza. Lo que más caracteriza la misión monfortiana es la renovación de las promesas del bautismo "por las manos de María". Muchos misioneros tenían la preocupación de llevar a los cristianos a una conversión haciéndoles renovar su profesión de fe bautismal. Pero, ninguna fórmula de renovación "se parece a la del Padre de Montfort, que, en su compendio, condensa toda una espiritualidad: la renuncia al mundo y a sí mismo, la donación a Cristo por las manos de María, para llevar la cruz en su seguimiento todos los días de la vida. Se reconocen aquí los pivotes espirituales del apóstol de María, de la Cruz y de la Sabiduría".[39] Para darse cuenta de ello basta con leer la fórmula del Contrato de Alianza que firmaban los que verdaderamente habían hecho su misión:

CONTRATO DE ALIANZA CON DIOS votos o Promesas Bautismales  

1. Creo firmemente todas las verdades del Santo Evangelio de Jesucristo.

2. Renuncio para siempre al demonio, al mundo, al pecado y a mí mismo.

3. Prometo, con la gracia de Dios, que no me faltará, guardar fielmente todos los Mandamientos de Dios y de la Iglesia, evitando el pecado mortal y sus ocasiones, entre otras, las malas compañías.

4. Me entrego totalmente a JESUCRISTO por medio de MARÍA, para llevar mi Cruz en su seguimiento todos los días de mi vida.

5. Creo que, si guardo fielmente estas promesas hasta la muerte, me salvaré eternamente; pero que, si no las guardo, me condenaré por la eternidad. En fe de lo cual firmo.

Dado frente a la Iglesia, en la parroquia de Pontchateau, el 4 de mayo de año 1709.

Montfort resume su estilo de vida misionera en la fórmula "a la apostólica". Ésta viene de Jesús, Sabiduría eterna encarnada para la salvación del mundo; saca su autenticidad del aval de la Iglesia jerárquica, de donde la obediencia a los obispos (cf. RM 22); se dirige de modo privilegiado a los pobres (cf. RM 7); exige que los misioneros realicen su misión "a cargo de la Providencia... tal es el ejemplo dado por Jesucristo, los Apóstoles y los varones apostólicos" (RM. 50); predicarán a la apostólica, pidiendo a Dios "el don de la sabiduría, tan necesaria para un verdadero predicador para conocer, gustar y hacer gustar a las almas la verdad" (RM 11); por fin, deberán ser "verdaderos hijos de María... engendrados y concebidos por su caridad... educados por sus cuidados, sostenidos por su brazo y enriquecidos con sus gracias" (SA 11), que puede hacerlo porque está asociada con el Espíritu Santo (SA 15).

 Una espiritualidad cristiana digna de este nombre integra todos los elementos esenciales de la vida en Cristo. Se le concede a algunos, bajo el impulso del Espíritu y en razón de las necesidades de la Iglesia, el poner más en evidencia uno u otro de los aspectos de la riqueza multiforme de Cristo. Es el caso de Montfort, con su visión teológica y espiritual del misterio de la Encarnación de la Sabiduría eterna y las consecuencias que saca de ello, en particular sobre el lugar en el cumplimiento, ayer y hoy del designio de amor de Dios para salvar al hombre. Para ser fiel a su bautismo, dicho de otro modo para vivir su vida de hijo de Dios bajo el influjo del Espíritu Santo, el cristiano tiene necesidad de María, y cuanto más adelantado va en la verdadera devoción hacia ella, mucho más alcanzará la unión con Cristo.

El aspecto mariano de la espiritualidad monfortiana es sin duda el más conocido, el que más ha asegurado la influencia de Montfort. Y esta influencia, cada vez mayor, demuestra su permanente valor y su actualidad. Pero este valor será tanto más fuerte cuanto más atentos estemos a los demás aspectos de la enseñanza de san Luis María Grignion de Montfort, sin los cuales ya no habría verdadera devoción a María, ni mucho menos práctica perfecta de la verdadera devoción.

En primer lugar, es absolutamente primordial, la orientación esencial cristocéntrica de esta vía espiritual, el sentido de la Sabiduría eterna y encarnada, signo por excelencia del Amor de Dios por nosotros, el lugar y el papel del Espíritu Santo, el compromiso concreto en la misión de la Iglesia enraizado en el bautismo. De hecho, la aportación original de Montfort aparece hoy como un precioso bien de Iglesia.

Manos a la obra, pues, amigos. El mejor modo de celebrar un acontecimiento como la publicación de esta joya de la literatura espiritual a la luz del Concilio Vaticano II es leer, meditar, compartir sus sabias y santas enseñanzas para ponerlas en práctica. Nos quedamos con dos palabras y dos actitudes de María en el Evangelio: Fiat (hágase, disponibilidad generosa), Stabat (estar, perseverancia); su sermón: "Haced lo que El (Cristo os diga). Y todo el mensaje de Monfort condensado en el lema papal: "Totus, tuus". Si somos todo de María, seremos todo de Jesús y entonces el Reino de Dios, el Amor, triunfa. Muchas gracias.



[1] Se pueden ver hasta 100 concordancias de LA VIRGEN MARÍA EN EL CONCILIO VATICANO II. Citas como "María", "Virgen", "Madre". Concilio Vaticano II IntraText – Concordancias http://www.intratext.com/IXT/ESL0097/6F.HTMMaría

[2] "RENOVABIS" Lima, Setiembre – Octubre 1966 N°239

[3] "La Virgen María en el Concilio Vaticano II" Renovabis, pp.271-275, homilía 15 de agosto 1966, Seminario Santo Toribio

[4]El Padre de Montfort a la luz del Concilio Lumen Gentium y el Padre de Montfort Padre Alphonse Bossard, monfortiano


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