¿Qué hace Mónica Lázaro con un plátano? Lo descubriréis en esta entrevista... Al fondo, divertidas, Helena López y Mireia Vila. Foto: Toni Delgado / Cronómetro de Récords.
Toni Delgado / Sant Adrià de Besòs
—Me lo hice en Navidad –confiesa Mónica Lázaro señalándose el hombro. Bajo su sudadera del Bàsquet Femení Sant Adrià se oculta el Ojo de Horus, un tatuaje de "protección que simboliza la luna. Siempre he sido una enamorada de la cultura egipcia". Puede que Mónica Lázaro no necesite amuletos. Alguien que, tras mil percances, ha debutado en la Liga Día con 32 años no se rinde ni por casualidad. La pívot es inquieta, muy observadora, generosa y parece que le guste pasar algo desapercibida, aunque sepa cómo decir las cosas. No me extraña que, de pequeña, Mónica Lázaro dudase entre ser periodista y detective privado. La conversación empieza justo antes de partir con el equipo rumbo a la Seu d'Urgell para jugar ante el Cadí La Seu y continúa en el autocar, con el ritmo de los éxitos musicales del altavoz de su compañera Helena López.
—¿De qué es el chupa-chup? [Se ríe]. Siempre de Coca-Cola. —¿El plátano maduro o verde?Ni una cosa ni otra. Esto ya lo dejo para Bachi [Víctor Ciavattini, el preparador físico], que siempre nos trae 40 plátanos. El que coja él me vale. —¿Cuánto hace que te comes un plátano y un chupa-chups antes de los partidos? Creo que empecé a jugar de cadete... Pues desde entonces. El chupa-chups siempre va conmigo. El plátano me da energía. —¿También lo haces cuando entrenas?No. Como entrenadora no soy tan maniática. —Cuidas mucho la alimentación de tus jugadoras. Intento que entiendan que si llevan una dieta saludable, estarán mejor física y emocionalmente. Lo hago sin prohibirles ni obligarles a nada. Yo me tomo un chupa-chups, y ellas lo saben. —"Mónica Lázaro es muy cercana y buena persona", asegura Júlia Martínez, la madre de Natàlia Magriñá, a quien entrenaste en su etapa de infantil en el Barça CBS. [Se ríe]. ¡Ostras, Júlia! Nunca me he planteado cómo soy. En equipos de formación entrenadores y entrenadoras, familias y profesorado tenemos que ir en la misma línea... Siempre he querido que los padres y madres vieran que intentaba formar a sus hijas como jugadoras y como personas. —Me cuentan que eres reservada, pero cercana a las familias. En realidad soy muy vergonzosa. Cuando se me pasa, cambio el chip. —Tito Sobrín te define como una jugadora que se exige mucho. Me conoce muy bien. Soy muy recelosa con mi vida y muy autocrítica. Me pido mucho.
Un momento de la entrevista. Foto: Víctor Ciavattini.
—Por eso querías ser periodista... Eres más de delegar en las conversaciones que de hablar tú y de ti. ¡Puede ser! [Risas]. —"Es muy querida por todas las familias y jugadoras que ha tenido a su cargo", sigue Júlia Martínez. ¿Por qué crees que te has ganado ese cariño?Siempre he sido la entrenadora cabrona... Así que no acabo de entender por qué me quieren tanto. En los entrenamientos no quiero colegueos. Necesito disciplina, seriedad y que lo den todo. Entiendo que ellas también ven que me vacío y que mejoran. Es una relación de respeto mutuo. —¿Qué no harías nunca como entrenadora?Quiero que aprendan, aunque no a cualquier precio. No comulgo con la pedagogía agresiva ni con la del miedo o la de la humillación. Puedo meter caña, pero siempre con mano izquierda e intentando sacar el máximo de las jugadoras. Lo importante para ser un buen entrenador o entrenadora no es que sepas mucho de baloncesto, sino que tu equipo crea en ti. Es lo que siempre he intentado. Mi método siempre ha sido dar lo mejor de mí. —¿El primer día es clave para darte a respetar?No. Normalmente tengo muy mala primera imagen. [Risas]. Desde siempre. Suelen asustarse un poco al principio. —¿Y qué te dicen días después?Nada... ¡En todo caso, años después! Se ríen. —¿Te ven muy mandona o peligrosa?No... Soy muy seria y maniática. Las cosas las quiero de una manera y de ahí no salgo. —Cuando entrenabas al infantil en el CB Prat tus castigos eran muy alternativos. Era mi segundo año como entrenadora en el club y las niñas venían a los entrenamientos con reloj. ¡No lo entendía! [Risas]. Bueno... ¡Sigo sin entenderlo! Tuve que repartirles unas hojas con las normas y sus multas. La del reloj se pagaba con chupa-chups. —¿Ahora entrenas a algún equipo? No tengo tiempo. —¿Eres pedagoga o psicopedagoga?Pedagoga. Es un oficio que me ha ayudado también a saber cómo quiero las cosas. ¿Sabes? Quise ser pedagoga por mi experiencia en el baloncesto. Son dos mundos que se retroalimentan. —¿La pedagogía te ha enseñado a tener más paciencia contigo misma? Sí. Soy súper impaciente, aunque cada vez estoy más calmada. [Se ríe]. —Que a alguien tan impaciente le dijeran con 17 años que se podía quedar en silla de ruedas y que no volvería a jugar más... ¿Qué aprendiste tras superar ese mazazo? Que de todo se sale y que lo imposible no existe. Estuve muy mal mucho tiempo. Pensaba que no volvería a jugar y que estaba luchando para no quedarme en silla de ruedas o vivir sin un dolor terrible. ¿Moraleja? Si quieres, puedes. No hay excusas. —¿La lesión que tuviste en el Segle XXI fue en la espalda?Bueno, dos hernias... Pero me las pintaron como el fin del mundo. Sigo teniendo mis dos hernias y me cuido mucho, aunque no sufro dolores. Aquella experiencia me ayuda a afrontar mejor las dificultades que aparezcan.
La entrevistada subiendo al autocar. Foto: Toni Delgado / Cronómetro de Récords.
—¿Te sientes una superviviente?No. Todo el mundo remonta situaciones adversas. Yo también. Ya está. —Mientras tus compañeras estaban entrenándose, tú estabas recuperándote en la piscina y sin poder ayudar al equipo. ¿Sentías impotencia? ¿Eras consciente de que necesitabas tu tiempo?Creo que pasé por todas las fases del duelo. Primero, la negación: "¡No puede ser!". Después de las clases me iba sin comer a la pista a entrenarme sola. Cuando me pillaban... ¡La que me caía! En la Blume tienes entrenamientos mañana y tarde. El objetivo es ser profesional. Me sentí incapaz, diferente. Lo pasé muy mal. Fui una niña de 17 años que se rompió la espalda... Quizás me encerré en mí misma. Soy de hacerlo. Me hice pedagoga para poder ayudar al resto. —En el Barça CBS sufriste otra grave lesión. Con 27 años me tocó una tríada [rotura del ligamento cruzado anterior, el ligamento lateral interno y el menisco interno]. Tenía muchas ganas de hacer un buen año... Fue muy frustrante para mí. Tito Sobrín me apoyó un montón. En el Barça CBS los recursos son brutales. Asumí que era una temporada para recuperarme y volver a sentirme bien. —"Trabaja duro porque ama este deporte", asegura Tito Sobrín.El baloncesto sigue siendo lo que más feliz me hace. Las ganas y el amor que le pones a las cosas es lo que llega a los demás. Me vacío en lo que hago, ya sea en el trabajo, las aficiones o yendo a comprar el pan. —¿Cómo se puede ir a comprar el pan al máximo?[Risas]. Es porque tengo muchas ganas de ir. [Risas]. Subimos al autocar. Víctor Ciavattini me ofrece su sitio. "¡Moni! ¡Moni! ¡Moni!", le gritan Aina Ayuso, Laura Peña, Cristina Hurtado, Helena López y Mireia Vila a Lázaro, que medio minuto después me pregunta: "¿Podemos ir a otro sitio?". Cambio de ubicación. —"Mónica Lázaro es un ejemplo para las jóvenes", sigue Tito Sobrín. —Mala influencia, diría yo... –bromea Helena López. —Ha dicho para las jóvenes. No para ti –le contesta Mónica Lázaro. —¡Moni, tu canción! –le dicen varias compañeras. —No. Ésa es la de Laura Peña. Esta canción no la entiendo. [Mireia Vila asegura después que el tema de Mónica Lázaro es Miénteme, de David Bisbal y sin David Civera. La buscan, pero no la encuentran]. —"Tiene mucho respeto por el baloncesto y se cuida, se concentra, se preocupa. Entiende el juego y qué es una jugadora a nivel extraordinario", te define Mateo Rubio. Con Mateo Rubio he compartido muchos momentos también: he sido jugadora suya dos años, también en el Barça CBS, y su segunda en el júnior. La ética de trabajo es fundamental. De Mateo he aprendido muchísimo y me alegro de que diga eso de mí. Me encanta cómo entiende el baloncesto. —"Antes, a veces, Mónica Lázaro se revolucionaba y con Mateo Rubio llegó como a la madurez y encontró el equilibrio en la pista", analiza Elena Murcia. "No creo que diese un paso adelante porque yo fuese el entrenador. Hizo dos años muy buenos y eso es mérito suyo", interviene Mateo Rubio. Con Elena Murcia jugué en mi primera etapa en el Bàsquet Femení Sant Adrià. Creo que la madurez la puse yo, pero Mateo sí que me transmitió sus lecturas y revoluciones, como al resto de compañeras. —"A mi hija le enseñó la importancia de la defensa y de jugar en equipo, así como la rigidez de los entrenos que ella aprendió en el Segle XXI", interviene Júlia Martínez. Su hija Natàlia es una gran defensora. Me divertí mucho con ella porque lo da todo. Las carencias técnicas que podía tener las suplía con esfuerzo. Ese tipo de jugadoras son las que me gustan. —No soportas las individualidades. Cuando has tenido una compañera egoísta, tú que eres de callarte las cosas un poco... ¿Cómo lo has vivido por dentro?No soy mucho de callarme según qué cosas, aunque las digo de una manera asertiva. Es cierto que se necesitan jugadoras con ese talento en el uno contra uno, pero para mí el baloncesto es un juego de equipo y las individualidades extremas me sacan de quicio. Me refiero a las chuponas que se enfadan porque no les sale una cosa bien también cuando el equipo funciona. El grupo siempre es lo primero. —¿Cuál ha sido tu manera asertiva de hablar con ellas? En pista nunca... [Risas]. Después. Estoy pensando en la jugadora... —¿Hace mucho?Tampoco tanto. Todas las deportistas tenemos un ego y si nos lo tocan, podemos reaccionar de una manera u otra. A veces, hay quien cree que tirar del carro es tirárselas todas. ¿Que qué le diría a alguien así? Algo parecido a esto: "Necesitamos tu aportación, pero qué divertido sería que jugáramos en equipo e hicieras un pase más...". —La tratarías como si fuera tu jugadora. ¡Sí! Tengo mentalidad más de entrenadora. —"En la Blume aprendes a madurar de golpe, realmente no ves el límite entre equipo y familia", me contaste, en otra entrevista para Cronómetro de Récords, hace siete años. Pasas mucho tiempo con las compañeras. Sufres y disfrutas con ellas porque son como tu familia. Vero Compañ y Marta García, mis compañeras de habitación, eran casi mis hermanas. Todas nos decíamos las cosas a la cara porque había tanta confianza y tanto amor... Que no pasaba nada. —Entonces me dijiste que no eras de ver mucho baloncesto. Que iba por épocas. ¿Ahora lo sigues más?Me encanta el baloncesto e intento verlo, aunque ahora no tengo casi tiempo a nada. No veo casi ni la tele. —¿Sigues los de tu equipo en diferido en la tele?Sí. —¿Son los únicos que ves?Creo que sí. Si tengo la tarde libre y una de mis amigas juega, trato de ir a verla. Este año, por horarios, me está costando mucho. El único encuentro que he seguido ha sido la final de la Copa del Rey. —Bueno, pero mañana domingo puedes ver partidos... Pero mañana... [Risas]. Quiero ir al cine. Me gusta hacer muchas cosas y como ahora mi semana es trabajo y baloncesto, cuando tengo un respiro me gusta quedar con mis amistades y la familia. —¿Qué estabas haciendo cuando te llamó el Bàsquet Femení Sant Adrià para jugar en Liga Día? Estaba en la playa. Me llamó Dani Poza [el director deportivo], a quien ya conocía de mi etapa anterior en el club. Me preguntó si sabía qué iba a hacer la temporada siguiente y le dije que no lo tenía claro. Quería quedar conmigo. Me reuní con Dani Poza y Glòria Estopà y me expusieron la situación de Cris Hurtado, que se perdería el curso. Cuando me propusieron fichar por el primer equipo, me quedé en shock. Justo me había tomado una semana de vacaciones mentales. Necesitaba desconectar. Valorar mis próximos pasos. ¡Y me ofrecieron esto! No tardé mucho en decidirme. —¿Cómo fue tu debut en la Liga Día en el Open Day?Espectacular: la presentación de la Liga Día, el ambiente en el pabellón, la grada... Me impactó muchísimo. Es un recuerdo para siempre. El único pero, la derrota ante el Gernika. —¿Pasaste muchos nervios? No. Debuté en la Liga Día con 32 años, pero con la ilusión de los 15. —Supongo que tu caso, atípico, te hace valorar más el camino. No tenía en la cabeza ni buscaba jugar en la Liga Día. Me llegó la oportunidad y me dije: "Mónica, no lo desaproveches, disfruta, empápate". —¿Cómo ha cambiado el Bàsquet Femení Sant Adrià desde tu primera etapa? El salto estructural y económico es evidente. Siempre he hablado muy bien de este club porque mis recuerdos eran excepcionales. Me llena haber vuelto a una entidad en la que las personas se implican tanto en lo que hacen y cuidan así a las jugadoras. —Esta temporada has sufrido varios percances. No pudiste viajar a Valencia por una gastroenteritis. En el trabajo cayó la mitad de la plantilla y yo detrás. Pues he tenido una sobrecarga de Aquiles que me dio mucho por saco y el virus intestinal. Al final, no fue ni gastroenteritis. —¿Cómo crees que ayudas al equipo dentro y fuera de la pista?Doy mi máximo. También intento aportar tranquilidad cuando las compañeras están de los nervios. Intento que se relajen y disfruten. —Aportas pausa. Y realidad. Al final, entran en un bucle: siempre quieren más y muchas veces no son conscientes de lo que tienen. Intento que valoren más qué hacen y dónde están, que se valoren también más a ellas mismas. Y que disfruten. —¿Y eso cómo se hace? No lo sé... [Se ríe]. Y tampoco sé si lo consigo... Enlaces relacionados
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