Mónico Sánchez supone un reflejo de la actual generación; preparada y con grandes ideas, pero relegada a tener que buscar suerte fuera de España sin saber cuándo podrá producirse la vuelta o simplemente sin encontrar un trabajo que labre su futuro.
Si nos retrotraemos a 1904 el campo español sufre un atraso considerable, donde el desarrollo social es escaso y el acceso a la educación para lograr una formación queda condicionado mayormente por la capacidad económica. Esto es un elemento que a día de hoy se está agravando, pues el acceso a estudios superiores cada vez supone una barrera mayor para el bolsillo de las familias.
Mónico decidió que su vida podía cambiar y con 60 dólares en su mano puso rumbo a Nueva York tan solo con 23 años. Hasta entonces se había ganado la vida realizando recados para cubrir los gastos que le permitieran vivir, pero solo nueve años después regresó de Estados Unidos con un millón de dólares.
Piedrabuena quedaba atrás, lugar en el que nació el 4 de mayo de 1880. Su familia hasta el momento se había mantenido con el trabajo de su padre, que fabricaba tejas de barro y su madre que mientras tanto lavaba ropa por algunas pesetas. El profesor del pueblo sabía del potencial del joven Mónico y lo animó constantemente para que estudiara ingeniería eléctrica, por lo que puso en 1901 a Madrid pero las circunstancias de la Universidad no permitieron que comenzara a estudiar por lo que decidió alistarse en un curso de electrotecnia a distancia, ¡desde Londres!Y él no tenía ningún conocimiento de la lengua inglesa. Así en 1904, su profesor a distancia Wetzler le consiguió un hueco en una empresa neoyorkina, poniendo así rumbo al otro lado del charco.
En el continente americano por fin pudo acceder a los estudios que anelaba, entrando en un curso de formación profesional de la Universidad de Columbia. Accedería como ingeniero a la Van Houten and Ten Broeck Company, donde consiguió poner en marcha el invento más representativo del piedrabuenero: la máquina de rayos X portátil, de unos 10 kilos de peso que mejoraba bastante las condiciones de uso, pues las existentes alcanzaban los 400. Sería un gran avance en el mundo científico-médico y más en el marco de la Primera Guerra Mundial. Así se ganó el respeto y admiración del mundo de la ingeniería en Nueva York, ingresando en la Collins Wireless Telephone Company, que compró la máquina de Mónico por 500.000 dólares. Pero esta última empresa se vio envuelta en un caso de fraude, por lo que el manchego decidió bajarse del barco cuanto antes.
En 1912 decidió regresar a su pueblo natal, donde intentó crear un monumental proyecto que suponía instalar en Piedrabuena un centro de alta tecnología llamado Laboratorio Eléctrico Sánchez (actual colegio Miguel de Cervantes-Biblioteca-Centro de Salud). La localidad no contaba con electricidad y esto no sería un escoyo para una persona que había superado ya tantas barreras; montó una central eléctrica en Piedrabuena que funcionaba con carbón. Finalmente muchos vecinos y vecinas se beneficiaron de la electricidad contratando los servicios de la nueva central.
A partir de 1913 continuaría inventando diferentes artefactos, que actualmente se exponen en el Museo Nacional de Ciencia y Tecnología (en Madrid y A Coruña). Su dedicación no cesó hasta su muerte en 1961.
Mónico es un claro ejemplo de como a pesar de las dificultades que todos/as sufrimos en un momento donde nuestras capacidades para lograr un futuro estable y no incierto son recortadas, podemos luchar para salir adelante potenciando nuestros talentos, pues todos/as tenemos siempre algo que sabemos hacer mejor.
En otro artículo trataremos los inventos esplendidos del ingeniero piedrabuenero, pero por ahora esperemos que se nos contagie su electricidad para mirar hacia adelante.Y recuerda: siempre que te hagas una radiografía piensa en el granito de arena de Mónico Sánchez.
Carlos Albalate Sánchez